jueves, 29 de diciembre de 2011

Feliz Año Viejo (porque ya están muy vistos, y de nuevos no tienen nada)


Y si era típico escribir una entrada felicitando la Navidad, lo que “Dios manda” ahora es felicitar el año, ¿no? Pues que no mande tanto y lo pida “por favor”.
 
Pues eso, hoy vengo (no es que venga, porque ya estoy aquí, pero es un decir) a hablaros de los errores, con mención especial a Remedios Cervantes, que tras cagarla en varios concursos de televisión va a hacer cierta la frase de “va a ser peor el Remedio que la enfermedad…”. En fin, creo que los errores son un buen tema ahora que acabamos el año, para delimitar el asunto y saber qué cosas no tenemos que hacer en el año que entra, corto, porque sabemos que se acaba, y al que creo que llegamos tarde, porque de nada nos va a servir remendar nuestros errores ante el fin del mundo, pero por aquello de morir en paz.
 
Empecemos por el final, o por el principio, como lo veáis. El primer gran error que cometemos al empezar el año es que lo empezamos igual que lo acabamos. La continuidad de las 23:59 horas del 31 de diciembre con las 00:00 del 1 de enero del año siguiente es tal que lo mismo que en un momento nos estamos comiendo las uvas, al segundo siguiente, ya en enero del año próximo, te estás atragantando y muriendo de la forma más tonta. Por tanto, primer error: las uvas. No nos engañemos, señores, las famosas uvas de la suerte no son más que un excedente de cosecha de primeros de siglo, al igual que lo es actualmente el champú para caballos que nos intentan vender diciendo que con él te crece más el pelo, es lo mismo, las uvas no dan buena suerte, las uvas te joden la existencia desde el mismo momento que te sientas a la mesa y tienes que dedicar gran parte de tu cena de Nochevieja a pelarlas y sacarles la gracia para poder comértelas luego a gusto. Para eso, digo yo, comamos otras cosas que no haya que pelar y que no nos entren por mal sitio. Es más, si confiamos nuestra buena suerte en las uvas y nos va como nos va… algo estamos haciendo mal.
 
Segundo gran error frente a cada año nuevo que entra: que entras con mal pie, ebria y con tacones. ¿No sería más lógico cenar una sopita y un pescadito a la plancha, como cualquier noche, ponerte tu pijamita y meterte en la cama para descansar y empezar el año nuevo con todas las fuerzas del mundo? No, hay que empezar vestidos cual gitanos, los chicos con trajes que no se han puesto en la vida, y que algunos visten con más gracia que otros (aunque para gracia, estos que parecen haber sido asesorados por la mujer del futuro de Neutrex y llevan unos atuendos así como tirando a plateados) y las mujeres con sus “mejores galas” de palabra de honor, rasos imposibles, brillantes de “Swbaratosky”, terciopelos “vintage” (por aquello de calificarlo de alguna manera, aunque la palabra “terciopelo” ya conlleva una gran carga psicológica…). Y claro, para sobrellevar esas pintas, ¿qué haces? Bebes. Bebes, te lías la servilleta a la cabeza, cuentas cuatro chistes, la lías con las uvas y, si sobrevives al atragantamiento, ya estás en el año nuevo,  borracho. Desde ese momento estás desmantelando todos esos propósitos que hasta esa misma tarde creías tener muy claros (que componen el tercer gran error de todos los años): “este año dejo de beber”, “este año adelgazo”, “este año dejo de fumar”,… Dejaos de tonterías y preocupaos de las cosas importantes, ¿para qué queréis adelgazar, dejar de fumar, de beber, etc.? Para sentiros mejor no, para gustar más, pues tirar por el camino fácil y proponeos: “este año voy a mojar más”.
 
Bueno, pues ya hemos sobrevivido a las uvas, ya estamos borrachos y ahora toca lucir los gitanismos por ahí, asique tú, que eres un valiente, decides pagar 100 euros para meterte en un garito abarrotado de gente para jugarte de nuevo la vida y morir por avalancha, ataque de agorafobia o deshidratación por falta de bebida, que te tardan en servir 2 horas. Ahora está muy de moda decir “a mí cada vez me gusta menos salir en Nochevieja, si luego es la peor noche para salir, te gastas una pasta, es cuando menos rato estás por ahí, tardas un montón en pedir,…” un lumbreras es que haya descubierto esto… pero lamento comunicaros que la Nochevieja ha sido la misma mierda toda la vida lo único que os estáis haciendo mayores, o envejeciendo, como mejor os suene, y lo mismo que ahora no te motiva nada hacer botellón en la calle o ponerte a gritar frente a Justin Bieber, pues tampoco te motiva hacinarte en el New Guarramond o similares (aumentando así el porcentaje de carnes lozanas por metro cuadrado). Ahora lo que se lleva es abandonar el país (un consejo para aquellos que lo hagan: si te vas fuera de España a celebrar la Nochevieja, lo estás haciendo bien, no la cagues volviendo), irse en plan rural, ocupar casas ajenas o, mutación del sector de modernos, irse a las fiestas de Año Nuevo. Sea cual sea la modalidad de celebrar la Nochevieja, esta fiesta es más merecedora de llamarse Semana Santa que lo que viene luego por allá por Marzo o Abril. Nos pasamos el último mes y pico del año jodidos, jodidos por las deudas, los errores cometidos durante el año, porque vemos que se nos ha pasado otro año sin pena ni gloria… vamos, 40 días de Pascua, alimentados por la resaca de las cenas de Navidad, la decepción de la lotería que no toca… Tras los 40 días, una semana de gloria preparando los atuendos de calorro que te vas a plantar para culminar el año por todo lo alto, la comida, las uvas de la muerte (uys, de la suerte!),… llegando así la Nochevieja, que sería el Sábado de Gloria (consultar la Wikipedia para saber los componentes de la Semana Santa), Año Nuevo de Crucifixión y día 2 de Resurrección, cuando no te quedan más narices que ir a currar. Hablando de currar, un llamamiento a todos aquellos snobs que celebran Papá Noel, que se dejen de bromas, que si las vacaciones de Navidad empalman con las rebajas, ya bien entrado el año, es porque aquí se rinde culto a los Reyes Magos.
 

Y así, con los Reyes Magos, las Rebajas, la Semana Santa, la Semana Fantástica, los 8 Días de Oro, el puente de Mayo, las vacaciones de verano, el puente de Agosto, los días que te has dejado ahí para Septiembre, el comienzo del curso en Octubre (al que yo espero no asistir en 2012), el puente de Noviembre, y los 40 días de balance del año volvemos a encontrarnos en el mismo bucle. Se nos ha pasado el año y al hacer el famoso balance tenemos más DEBE que HABER (y “haber” no son esos cafés que “haber” si nos tomamos, de hecho esa gente son errores de cada año, si tienes amigos que te siguen poniendo eso en el muro de alguna red social en las que publicas tu vida, bórrale, es uno de los lastres que no te permite avanzar). Y claro, ese DEBE se nos hace un mundo y nos obsesionamos… “DEBE, DEBE, DEBE, BEBE, BEBE, BEBE,…”, efectivamente, BEBE, ya vuelves a estar en Nochevieja.
 

Como decía al principio, el 2012 tiene algo especial, y es que se acaba antes. No sabemos si va a ser como decían los Mayas, como un cambio de concepción del mundo, si va a caer un meteorito gigante y nos va a llevar a mejor vida a todos (excepto a las malditas ratas y las cucarachas), para otros el fin del mundo será que se colapse “Whatsapp”,… qué sabemos, habrá que esperar casi 365 días para saberlo. Hasta entonces podéis fantasear con que “mañana empezáis la dieta”, “la semana que viene os apuntáis al gimnasio”, “el mes que viene ahorráis”… asique no cometáis más errores de estos, y a vivir, que son 300 y pico días!
 

¡FELIZ AÑO NUEVO!

viernes, 16 de diciembre de 2011

Una entrada de rigor...


Hoy traigo una noticia buena y otra mala…

¡LLEGÓ LA NAVIDAD!

“¿Esa es la noticia?” os preguntaréis, “¿ Y dónde está la mala?” O “¿la buena?” Pues efectivamente, esa es la historia, que cada uno lo ve de una manera (como las láminas estás de los psicólogos, que en una mancha de pintura uno ve una teta y el otro ve un bolso… aunque, pensándolo bien, no es tan contrario… los dos pueden ser de plástico), el caso, que hay taannntas lecturas de una misma realidad…

Sabes que ha llegado la Navidad cuando:

- Ves las colas... de “Doña Manolita” (que cada año cambian de sitio, yo creo que para intentar dar esquinazo a la gente, esfuerzo realizado en vano, por cierto) alcanzan una longitud que escapa al concepto de “cola”. Si paseas cerca de la fila de personas que se forma a la espera de conseguir el boleto millonario, podrás presenciar varias peleas de señoras que, a falta de otro entretenimiento, deciden plantarse durante 4 horas en el centro de Madrid.

- Vemos al Rey de fondo dando el discurso, momento en que las abuelas preguntan si eso será en directo, momento en el que Juan Carlos hace de fondo de la velada, porque nadie le escucha, y que este año podrían echar por Tele Circo, porque con los líos familiares que se gastan en la Casa Real no sería de extrañar que les lleve a Sálvame. Ese hombre, con esa foto en la mesilla, que (volviendo a las abuelas) si grabasen a la mía para dar el mensaje de Navidad saldría con una foto no, 20, ahí todos los nietos en la mesa de cristal haciendo la comunión, las bodas,… todo un espectáculo.

- Los anuncios de colonias, juguetes y turrones. Los de Antiú Xixona que están sacando partido al anuncio original año tras año, que total, para que lo renueven como el de “El Almendro” mejor que se queden así… Y es que han modernizado mucho ese anuncio. Antes salía ese “vuelve a casa por Navidad” en una estampa idílica, ese hijo que regresa a las casas en estas fechas, y se mete en su chalecito con chimenea y ese padre que le recibe con los brazos abiertos. Ahora han puesto otro al que le veo lagunas: lo primero, muy realista lo de que estén esperando a los familiares en las estaciones, eso sí, peeero ojo, hay algo que falla, salen muy contentos. Lo más lógico es que por esas fechas Aena, los de Iberia, los de Renfe o alguno de estos haya hecho huelga y te esté fastidiando la vuelta a casa, si me grabasen a mí saliendo de una estación en pleno apogeo otro gallo cantaría. Otro fallo que le veo a esto es que los que llegan van muy abrigados, pero si vienen del transporte donde probablemente les lleven a 40 grados, esas bufandas y esos gorros a qué vienen?

- Plantan el Cortilandia, esto es signo inequívoco de que ha llegado la Navidad. Cuando requieres dosis extra de fuerza mental para meterte en el centro a lo que muchos dicen “ver las luces”,  pero si son las de todos los años que las intercambian entre las calles! Mi consejo es: mejor quédate buscando tus luces en casa, que parece que no tienes muchas.

- Empiezan a dar noticias absurdas en la tele. Para rellenar, como ya no saben qué más contar que no sean desgracias pues le ponen el toque navideño al asunto, con la mala suerte de que también son desgracias. Hoy salía en la tele que más de 57.000 personas se accidentaron el año pasado cortando el jamón (estos son los que salen a ver las luces al centro, fijo), o que un Santa Claus drogó la semana pasada a unas menores en Berlín (primero, no éramos nosotras, y segundo, habría que asegurarse de que ese no hubiese sido el regalo que habían pedido las menores, que tal como está el tema…). Conexión con Laponia, donde está Santa Claus (no sabemos si el de Berlín) con sus perros y sus nieves, que ese señor solo curra de año en año, y no para repartir juguetes, sino para grabar el reportaje).

- El balance del año, que siempre acabamos como este país, en negativo, y, como consecuencia, los propósitos para el que entra. Una cosa os digo, este año no esforzarse mucho que se nos acaba el mundo, y es tontería. Y total, si luego no se acaba, tampoco vamos a perder tanto, si luego nunca cumplimos nada.

- Las cenas de empresa, ese gran momento en el que la gente se transforma y vive una realidad paralela, como si no hubiese un mañana, y como si el lunes no fuese a llegar jamás. Pero llega, entonces es cuando tienes que dar la cara frente a esas personas que hacía unas noches estabas viendo con matasuegras, gorros y 5 copas encima.

Pero si hay algo por lo que sabemos que ha llegado la Navidad es porque se nos acaba el calendario… esa Hello Kitty que me ha acompañado todo el año, que yo esperaba encontrar disfrazada de Papá Noel en el mes de diciembre, y está vestida de caracol en una estampa plenamente primaveral (está hecho en china, fijo, qué esperaba…?). Hablando de chinos, un saludo especial para el chino que el año pasado, tras recorrer 20 establecimientos, desmontó el árbol que tenían de exposición, quitándole cuidadosamente todos los adornos y luces, porque era el último que le quedaba, y tras media hora de desmontaje aparece el camión con la reposición.

Asique, como os digo, a mí ya se me acaba el calendario, ya he tenido las cenas correspondientes, estoy peleando con Renfe para que no hagan huelga y poder llegar a mi casa-casa a ver al Rey entrevistado por Jorge Javier, estoy cerrando el ejercicio anual con pérdidas y solo espero no perder un dedo cortando jamón, asique creo que es oficial, que ha llegado la Navidad.

Para todos aquellos que lo tomen como buena noticia, Feliz Navidad, y para los que creen que es una mierda simplemente decirles lo que decía hace unas cuantas entradas, que todo pasa (y no es por desmotivar pero luego viene la cuesta de enero).

¡INFELIZ NAVIDAD!

martes, 29 de noviembre de 2011

Un Secador en la Maleta: "Riviera Maya"


Como no puedo dejar esto muy descuidado porque rápido me cambiáis de canal, o de pestaña del ordenador en este caso, voy a lanzar una serie de entradas que iré alternando con mis historias de temática aleatoria.

Esta vez me cuelgo la mochila, cual Jose Antonio Labordeta, y me dispongo a publicar una guía de viajes, a mi manera, claro.

Como pretendo resumir en el título de “la serie”, los tiempos cambian, no todos tenemos la misma pasta, el mismo tiempo libre ni las mismas necesidades. Entonces, mientras Labordeta se guardaba el país en la mochila y se ponía como el kiko hinchándose de todo lo que le daban de comer por ahí, la mayoría de los mortales vamos servidos con elegir dos o tres destinos al año y prepararnos el trolley (que te da más glamour que la mochila) donde metemos cosas esenciales como 10 camisetas para 3 días, 4 pares de zapatos y un sinfín de cosas “imprescindibles” que aunaré metafóricamente bajo la imagen del secador (o la plancha en su defecto, por aquello de que es la máxima preocupación de muchas personas a la hora de hacer un viaje: “¿¿tendrá secador el hotel??”).

No voy a hablar de consejos muy técnicos, que para eso ya está el sinfín de páginas que se dedican a buscarte vuelo, hotel, lo que tienes que ver, consejos prácticos… Yo voy a contar cosas útiles para la vida, que no están escritas en ningún libro.

Por tanto, doy por inaugurada mi nueva sección de viajes (no volverse loc@ buscando una pestaña que ponga viajes, porque esto es ahí a mogollón, cuando me vayáis leyendo más y sea aún más profesional podré incluso dividir el blog por apartados). Y simplemente deciros que cada vez que veáis una entrada con el nombre “Un secador en la maleta” agarrarse los machos, que ya he liado alguna fuera del territorio…

Hoy, para empezar, Riviera Maya.

Para empezar, vamos a delimitar las razones por las que puedes acabar en la Riviera Maya:

 a) De luna de miel, probablemente, si acabas aquí, antes habrás estado de tour por Nueva York (es la moda ahora).
 b) De viaje de fin de carrera.
 c) De viaje de rayada (la gente se raya y se va a Londres, pero eso ya es a niveles muy altos, antes de tomar esa drástica decisión deciden pasar una semana por Rivera Maya con la idea de que por estar en el Caribe va a aparecer un tío con un teléfono atado a la cabeza diciendo “me estás estresannnndo” y sus problemas van a desaparecer).
 d) De viaje de colegas que, en otra idealización de lo que hay por allí, se van a ver si ligan.

Yo estuve en Febrero de 2009 y mi causa fue (a pesar de tener pinta de cualquiera menos de esa) la B. Sí, de fin de carrera… esa carrera que a día de hoy sigo cursando, para no perder las viejas costumbres,

Bueno, pues llega tu supuesto último año de carrera y como estás muy contenta decides que lo mejor para celebrarlo es, además de faltando a clase habitualmente,  largándote al Caribe.

Te plantas en Barajas con un grupo de 13 personas de lo más variopintas, envuelves las maletas en el rollo ese que parece de los bocatas, por aquello de que no te metan nada en la maleta (que digo yo que esto es como en los bares por la noche, cuando tu madre te decía: “ten cuidado con la copa a ver si te van a echar algo”, y digo yo… ¿dónde está el problema?) En fin, que forras la maleta cual bocata de salami y ala, a volar, si te da miedo no pasa nada, sólo vas a estar 11 horas en un avión. Una servidora, que se toma muy a pecho los consejos, había leído que había que beber mucha agua y se hizo la maratón de Nueva York en kilómetros para arriba y para abajo del pasillo para ir haciendo hueco al agua que iba entrando nueva.

Como os decía, en el Caribe puedes acabar por varias razones. Vayas por la que vayas, siempre te vas a encontrar a los de las otras razones en tu avión. Y yo recuerdo especialmente a los del A, una parejita que no venía de Nueva York, porque efectivamente se habían montado en Barajas. No sé si eran recién casados o no, pero por la observación de lo que hablaron en el vuelo de ida, las veces que les vi en la playa del hotel y el vuelo de vuelta, me encuentro en disposición de decir que si eran recién casados no lo iban a ser por mucho tiempo. Pues eso, los del grupo A. Los del C fijo que están por ahí, pero van tan rayados que van en su meditación y ni se les nota. Y los del grupo D, dando por culo… los mismos paseos que la que habla, pero en vez de a por agua, a por copas. Los del A, nosotros, los del B, y los rayados del C nos miramos con complicidad durante el vuelo para llegar a un consenso sobre si lanzar a los del D por las ventanillas, si secuestrar el avión y arrojarlo al vacío para evitarnos tal sufrimiento o qué hacer… Pero justo cuando la gente se decide, vienen las del carrito con la comida y parece que los ánimos se calman.

Llegas a Cancún a las 5 de la tarde de allí, justo a tiempo para evitar el suicidio colectivo, te bajas del avión, recoges tu maleta y… a jugaaar!! Sí, sí, a jugar! Porque no va a ser tan fácil llegar al paraíso, y antes de ello tienes que pasar una prueba (y no es la del pañuelo, que si el paso al Caribe depende de eso, sería un lugar desértico). La prueba es la del pulsador. Un sistema muy justo, en vez de pararte porque tengas cara de delincuente, te paran porque pulsas un botón y, si sale rojo, a abrir la maleta! Aquello parecía la pasarela de OT según ibas pulsando y salía en verde. Hasta que a uno le sale rojo. Entonces desenvuelve el bocata, uys, digo la maleta. Te la revuelven allí buscando el salami, supongo, porque otra cosa… Y ala, bonita, a cerrarla tú solita, que nosotros sólo sabemos revolverlas.

Y por fin… parece que todo ha pasado y que estás en el Caribe! Claro, sales a las 6 de la tarde del aeropuerto y hasta calculas que te vas a echar unos baños… Ja! Noche cerrada hasta más no poder, esperar a que unas furgonetillas te lleven hasta el hotel que está en medio de la selva, atravesar un control “policial” formado por unos tíos con escopetas y hogueras en el suelo, pasar no sé cuántos controles hasta entrar en el hotel, que te asignen habitación, que llegues, la investigues, busques bichos, la caja fuerte, el baño con las toallas con forma de patos,… y cuando te quieres dar cuenta estás estrenando el buffet al más puro estilo español: cogiendo de todo, porque es gratis. Mezclas lo dulce con lo salado, comes lo que jamás comerías en casa… porque es gratis…

Tras comenzar con la cadena que se convertirá en 5 kilos de más a la vuelta a España, estás muerta por aquello del cambio horario, pero claro, los cócteles también son gratis, asique la primera noche ya te ves sentada en una terracita de esas del maravilloso complejo hotelero en el que te hallas hinchándote a Mai Tais, el cóctel estrella del viaje.

Y tras un laaargo día (literal, porque le has añadido unas horitas por aquello del cambio horario), te encamas con tu querida Bea al lado, y con los Coello de vecinos de cama.

Como era de esperar, si a las 6 de la tarde estaba aquello más negro que la boca de un túnel, a las 6 de la mañana ya entraba un solecito de este de las 3 de la tarde de pleno agosto en Benidorm… Y comienza el primer día oficial en el Caribe.

Si en alguna entrada anterior hablaba del moño de “aquí no nos conoce nadie”, ¿qué esperáis del Caribe? Que no nos conozca nadie nadie nadie! Moño oficial que te acompañará durante todo el viaje, moño que te deja de acompañar en las fotos y moño que cuando se te olvida echar de las fotos te las fastidia por completo. Esa es otra, las fotos… la gente se va al Caribe y en el avión ya va visualizando las fotos que se va a echar, ahí pivón pivón, pensando que el PhotoShop ya viene integrado con el entorno, y claro, luego ves las 2000 fotos que te has traído y superan la criba 5… Luego están las de la típica sesión de flipada que te haces en alguna playa desierta de arenas blancas, y que nunca verán la luz. Vamos, que las expectativas fotográficas del Caribe deberían ser cambiadas y todos seríamos más felices al tener una visión más real del resultado y no llevarnos tal decepción al verlo.

Como digo, te plantas el moño y pasan los días, que para no aburrir no voy a contar de uno en uno a modo de diario, porque con decir “buffet libre todo gratis” y “todo incluido” se puede uno hacer una ligera idea de cómo transcurrieron los días.

Hacer un ligero apunte, no sólo de comer y beber vive el hombre, y en la Riviera Maya hay muchas cosas que hacer, visitar el Chichen Itzá, unos cenotes en Valladolid (del de allí, de México, no el de aquí, que de momento te pegas el susto y dices “otras vez a España para una excursión y luego al hotel otra vez???”), recorrer el Caribe en una lancha, hacer snorkel (o ponerte la equipación para hacer snorkel, tirarte al agua y volver a la lancha, muy interesante también para aquellos que se sientan un poco agobiados por tener unas aletas que te hacen daño, un tubo metido en la boca que te roza con las gafas y un chaleco salvavidas que te hace flotar como un escarabajo boca arriba),… Y si hace malo no pasa nada, una rave en el chiringuito caribeño, más fotos de las clasificadas y asalto a un carromato.

Antes de viajar al Caribe te dan unas indicaciones por seguridad, en plan como son no salir del complejo hotelero por cuenta propia, no beber agua que no sea embotellada,… Yo señalaría como verdadero peligro las posibles adicciones, por ejemplo, al Primperán, que lo empiezas tomando como algo preventivo y cuando te quieres dar cuenta estás mendigando uno en una lancha mientras surcas el Mar Caribe. Lo de no beber agua es un mito… total, te bebes todo tipo de mezclas que salen de las mangueritas esas, y los hielos están hechos con el mismo agua que nos negamos a beber, asique como superstición está muy bien, pero ya está.


Otros peligros que pueden acechar en la Riviera Maya son los animales… Vimos iguanas, pavos reales, mapaches (que una servidora, en una confusión mental entre mofeta y mapache decidió llamar “panceta”), cocodrilos, pero estos no eran los que más miedo nos dieron… Las lagartijas! Aunque el servicio del hotel no crea que una “lagartijilla”, tal como les dije por teléfono, sea motivo para acercarse en el carromato a una habitación para efectuar su desalojo, sí que lo es (no obstante, por el transporte de cortesía que nos hicieron cuando una amiga decidió empezar a hablar en gallego, no se lo tendremos en cuenta). Las lagartijillas emiten unos chillidos, cosa que nadie me cree, pero las allí presentes sabemos que es verdad. Y sólo pensar que por la noche puede aterrizar en tu cara… El caso, que dos valientes nos acercamos con la toalla y la atrapamos. Pero la valentía se escondió cuando al intentar sacudir la toalla por el balcón la lagartijilla decidió escalar, entonces qué haces? Soltar la toalla. Muy hábiles, con un poco de suerte cae donde las iguanas y ya rematamos la jugada.

Junto a las lagartijillas… los cucarachones! Del tamaño de un mejillón, preferiblemente encontrárselos el último día para poder vivir en paz la estancia vacacional, ignorantes de su presencia. Eso y que alguien te diga “Celia, no levantes ese papel, que he matado una cosa”, es lo más alentador que te pueden decir.

Si antes hablaba de las fotos, ahora mezclo las fotos con el peligro, y sale como advertencia la siguiente “Cuidado con el fondo marino”, una piedra mal puesta puede chafarte por completo la escenificación de “Los vigilantes de la playa” que te estás marcando para salir del agua con glamour, mientras Vin Diesel te mira desde la orilla.

No practicar la técnica mexicana de irse a las camas maqueada para estar listas a las 4 de la mañana, el despertador se queda dormido… o a lo mejor suena y las que se quedan dormidas son las bellas durmientes…??

Y tras todos estos consejos y advertencias, sólo decir que quién volviese al Caribe! A pasear por Playa del Carmen en bikini y moño del de “aquí no nos conoce nadie”, a tomar Primperán como una descosida, a cazar lagartijas, a desayunar huevos con bacon y napolitanas de chocolate mezclado con frutas y una tabla de quesos, a ver cómo le explican a una guiri lo que es un hidalgo y cómo lo hace,…

Pero todo lo bueno se acaba, y hay que volver… lo que tienen estos viajes es que a la vuelta te reencuentras con los compañeros de viaje de la ida, asique ahí van los recién casados firmando ya los papeles del divorcio, los fiesteros ya llevan menos fiesta y los rayados ni van, porque han decidido quedarse en el Caribe. Y los del fin de carrera… pues a eso, a terminar sus carreras. Yo debe ser que me he quedado en el Caribe!

viernes, 18 de noviembre de 2011

"Ensayo" sobre el Recuerdo


Hoy, mientras esperaba para hablar con un profesor en el edificio antiguo de la Facultad, me han venido a la mente ciertos recuerdos que me han inspirado para escribir una entrada. Entrada que, ya lo veía venir esta tarde, va a trastocar un poquito la trayectoria de todas las anteriores y me van a hacer parecer algo terrible… una ñoña! Pero bueno, al fin y al cabo el blog era para contar cosas que me pasen y, lo siento señores, pero aparte de las risas que me echo, a veces también me pasan cosas serias. Prometo que si seguís leyendo hasta el final os compensaré con mis chorradas en próximos escritos. Es fácil, porque incluyo documentos gráficos para facilitar la lectura.

Como decía, esperando en el cascajo ese que tenemos por Facultad, me han empezado a venir a la cabeza unos pensamientos, y he dicho: “uys, esto va a ser eso de  la nostalgia…”. 

Viernes, 5 de la tarde, Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, fin de semana de elecciones (que diréis: “y qué más dará?” pues no da igual, amiguitos, porque los que somos de fuera vamos más allá y sabemos que un fin de semana de elecciones nos vale como excusa para no ir a clase el viernes porque tenemos que coger el tren para irnos a nuestras casas-casas a votar), pues eso, más vacío que la cafetería de Fama en día de examen. Ha sido entonces cuando el espíritu de chica de 8º de carrera con apariencia de 1º se ha apoderado de mí para machacarme mientras me decía: “la de cosas que he vivido aquí… esto ya no es lo que era”. Vamos, una mezcla de viejuna de estas que se empeñan en relatar que cuando se fueron a vivir a donde viven “eso era un descampao´” y clienta octogenaria del Corte Inglés. 


Pues sí, parezca lo que parezca… a mí esa Facultad me trae muchos recuerdos (tampoco es una novedad decir que un sitio donde llevas yendo 8 años te trae recuerdos… ) Y en este sentido los recuerdos son muy bonitos cuando los ves desde fuera, como los hijos, cuando son de los demás son muy monos, pero cuando te tienes que seguir plantando allí todos los días y las personas con las que tienes esos recuerdos ya no están, pues atormenta un poquito… Esto es como las series, que hay veces que los actores de cambian de serie y el que interpretaba al padre gruñón es sustituido por otro actor y claro, no es lo mismo…

Es entonces cuando me pongo a divagar… y entre mis divagaciones está que los momentos de la vida están configurados de una manera que nosotros mismos creamos, para vivirlos en determinados momentos y con determinadas personas. No nos vale cualquiera para compartir las experiencias, y esto lo ponemos en práctica desde pequeñitos, cuando vamos eligiendo compañeros para pintarte de acuarela en la guardería, los niños que te gustan, amigos en el cole que a eso de los 14 años sometes a una primera criba (con las típicas riñas de quinceañeras), la gente que se queda hasta que tienes una edad aparentemente responsable para distinguir si la gente que tienes a tu alrededor es la que quieres tener, los compañeros de universidad, y hasta los de trabajo (porque por mucho que estén impuestos, cada uno tiene la capacidad de decidir con quién se quiere llevar bien y con quién no). Y de esta criba que vamos haciendo a lo largo de la vida, salen los momentos y, como consecuencia, los recuerdos. 

Dicen que la mente es ilimitada, pero yo creo que es como un cajón en el que no caben todas las cosas que queramos meter, entonces hay que elegir lo que queremos guardar y lo que no. Esto lo hacemos de manera inconsciente, y yo creo que guardamos de todo, desde cosas muy buenas hasta cosas muy malas. Pero entonces ¿cuáles desechamos? A lo mejor desechar no es la palabra adecuada, porque realmente si nos ponemos a indagar en nuestra mente podríamos acordarnos de la mayoría de las cosas que nos han pasado en la vida, pero ojo! Digo ACORDAR, no RECORDAR. 

No voy a entrar en definiciones oficiales dadas por el Diccionario de la Real Academia ni en tecnicismos, simplemente me voy a basar en mi idea. Mi idea es que “acordarse de” es algo más genérico, sin carga sentimental… vamos, que te acuerdas de que tienes que comprar el pan, que tienes que ir al médico o que mañana es el cumpleaños de tu abuela. “Recordar a” ya es otra historia… este sí lleva carga sentimental, sin más, no creo que haya que explicar nada más. Retomando el tema, que acordarnos podemos acordarnos de todo, pero recordar no. Y para decidir lo que recordamos y lo que no está nuestra mente, que lo hace por nosotros. La mente vive las situaciones igual que las vivimos nosotros, en cuerpo y alma, pero mientras nosotros las disfrutamos o las sufrimos, dependiendo del caso, ésta va tomando nota de todo lo que compone el escenario (personas, lugares, olores, sonidos,…) y entonces decide si ese momento merece ser transmitido al hueco de la memoria destinado a los recuerdos o si simplemente se aparta en ese lugar donde se amontonan los “me acuerdo de”. 

Yo creo que el criterio que sigue la mente para decidir esos momentos dignos de convertirse en recuerdo es las sensaciones que en su momento han provocado y la disposición que nosotros mismos hemos puesto para contribuir a que sean momentos especiales. Claro, ahora pensaréis que muchas cosas que habéis vivido, en su día eran lo más, y ahora apenas las recordáis. Por ejemplo, algún novio por ahí con el que hayas podido estar un tiempo y creer que estabas bien, pero que 4 años después te das cuenta de que ni siquiera recuerdas momentos especiales… simplemente, y haciendo un esfuerzo, puedes llegar a acordarte de alguna situación. Es entonces cuando, a la vuelta del tiempo, sean 6 años o sean 6 meses, te das cuenta de las personas que de verdad han hecho mella en ti, cuando compruebas la verdad de aquellos “qué a gusto estoy contigo” o de los “te quiero”. Asique hay una cosa clara que descubro con esto, y es que la mente es muy lista, y dice: “sisisi, tú estás muy bien, pero ya decidiré yo si esto es tan cierto como para ocupar espacio en el cajón de los recuerdos”.

Entonces el primer paso ya está hecho, la mente toma nota y decide dónde colocar cada momento. 

Ahora bien, el modo de recuperarlos. La mente es muy traicionera para estas cosas, y lo mismo nos devuelve los recuerdos in situ, la cosa más lógica del mundo, cuando estamos en un sitio que estuvimos, o vemos a una persona con la que vivimos algo, o escuchamos un sonido que asociamos con una situación,… cuando pasa todo esto, lo lógico es que, si la mente en su día decidió que ese momento era digno de recordar, ésta abra el cajón y saque ese recuerdo para enseñárnoslo. Esta forma tiene una parte más consciente que la que definiré a continuación, en esta forma de recordar intervenimos un poco nosotros, porque queremos asociar esos elementos con esas situaciones, y suelen ser cosas buenas. 

Lo malo es cuando la mente actúa de forma autónoma y decide que en el lugar que menos imaginaríamos, o con la cosa más tonta del mundo, es buen momento para sacar a relucir recuerdos insospechados y que normalmente nuestra parte consciente prefiere no recordar, es decir, los que nos hace pupita… Cuando la mente nos juega estas malas pasadas pensamos: “y a qué narices me acuerdo yo de esto ahora…?”, pues para esto también tengo una teoría: los recuerdos a veces aparecen en sitios que ni hemos estado, sin saber exactamente qué cosa concreta es la que nos ha hecho recordar, porque la mente de repente recopila una serie de circunstancias sacadas del mínimo detalle para provocarte una especie de deja vú que te transporta emocionalmente a una situación de las del cajón de los recuerdos. Simplificando, es como las páginas web que te redireccionan a otra (por ejemplo, si pones www.unacenicientaenelmetro.com/es estas direcciones te llevan directísimamente a mi blog, es decir, os aviso que ya soy .com!).

Un ejemplo práctico que resuma este segundo punto, la recuperación de los recuerdos: un día vas a cenar a un sitio donde has vivido una de esas “experiencias-recuerdo”, y te ves con la plena capacidad de decir con total entereza que eso te “recuerda a tal persona”. Es decir, relación directa, asociamos lugares con situaciones. Ahora bien, estás un día en una calle por la que jamás has pasado, pensando en las cosas más banales del mundo como son qué bocata te vas a comer al llegar a casa, creyendo que estás estable y, de repente… “El Panamericano”! Y tu estabilidad se va a pique… ¿Y qué pintará ahora el panamericano con mis recuerdos chungos? Pues porque la mente es muy hábil y ha procesado la información en milésimas de segundos: Panamericano, pan, la panadería, el panadero, el panadero que es abuelo de la vecina, la vecina que tenía un perro, el perro que estaba por ahí cuando te pasó una cosa… ahí lo tienes, y tras atravesar un laberinto de relaciones absurdas, llegas a la “situación-recuerdo”.

A estas alturas de historieta que os estoy metiendo, os preguntaréis porque enfoco todo a cosas que hacen pupita… pues porque los recuerdos son como las cosas buenas, que no te das cuenta de que los tienes hasta que los pierdes. Me explico, no es que pierdas los recuerdos y entonces te des cuenta de que los tienes, sino que pierdes alguno de los elementos que han formado el escenario para interpretar esa escena. Podríamos decir que mientras tenemos todos los elementos a mano, no están ni en el cajón de los recuerdos ni en el montón de los me acuerdo, sino que está en el presente (como la ropa, en invierno tenemos la ropa de verano guardada porque merece la pena para sacarla cuando llegue el momento, la ropa que amontonamos porque no nos ponemos y, aun sabiendo de sobra que jamás nos la volveremos a poner, la dejamos ahí porque da pena tirarla y, por último, tenemos la ropa de invierno, que es la que estamos usando y de la cual saldrán algunos trapitos para el “por si acaso” y la ropa que en verano guardaremos porque merece la pena).
Los por si acaso son esos "me acuerdo de" que la mente va amontonando porque son cosas que has vivivo, como la ropa, que te la has comprado, pero no merecen ocupar el lugar de la ropa de verano, que es ropa que guardamos porque merece la pena y volveremos a usarla cuando sea posible, como los recuerdos, que cuando la mente quiera nos los saca del armario.
La ropa que usamos actualmente son las situaciones que de momento estamos viviendo sin preocupación de que se echen a perder, es decir, nos ponemos la ropa de invierno sabien que va a hacer frío. Cuando perdamos algo, en el caso de la ropa, el frío, decidiremos si se van al hueco de los "por si acaso" o a la parte que seguro volvemos a utilizar el invierno que viene.

Como dijo un día una persona, “los recuerdos de nuestra vida son como fotografías, instantes únicos que no se volverán a repetir”, pero no sólo son eso, los recuerdos van más allá de la fotografía. La fotografía es una imagen estática, que sólo transmite emociones a través de la vista. Los recuerdos se configuran de una forma más compleja que una simple imagen, los recuerdos son el resultado de una composición de momentos, olores, sonidos, expresiones, sabores,… y un sinfín de cosas, que hacen que existan infinidad de recuerdos, y que ninguno sea igual a otro. Ni siquiera la misma situación produce el mismo recuerdo en dos personas diferentes. Para empezar, la mente de cada uno decidirá si ese momento pasa al cajón de los afortunados, y una vez superado el casting, si lo superara, ese momento se interpreta de forma diferente en cada recuerdo. A lo mejor lo que para alguien es un recuerdo triste, para el de al lado es una cosa bonita.

Los recuerdos a veces se nos presentan como pequeños “traumas” que limitan nuestra actividad. Entrecomillo lo de los traumas porque es una forma de hablar, por supuesto que existen los traumas, pero eso es una forma brutal que tiene la mente de volcarnos los recuerdos así de golpe, y recuerdos malos pero en otro nivel a los que yo estoy hablando… Yo hablo de “traumas” como situaciones que nos provocan lo que hoy en día llamamos “bajón”. “No voy ahí que me recuerda a tal y me da el bajón”, “estoy temiendo el día que me encuentre con tal y me desestabilice”, son frases que demuestran nuestro nivel de “traumatismo” frente a las situaciones. Esto es inevitable, porque como decía antes, esa mente va a su ritmo y nos suelta las cosas con la mínima delicadeza que se puede tener.

Pero para vencer esto hay que concienciarse que no podemos vivir de los recuerdos, sino que hay que aprender a convivir con ellos, y hay que quedarse con lo bueno, ese tópico que a muchos consuela, pero que a veces, como te pares a pensarlo, es una mierda (osea que me han jodido viva, estoy muy triste por lo que ya no tengo, peeero, ahí viene el típico listillo “hay que quedarse con lo bueno”, muy buen consuelo, sí señor…).

Y hasta aquí mi reflexión… Simplemente decir que, sea para bien o para mal, aprovechemos bien ese espacio que la mente nos reserva y, como decía, aprendamos a convivir con los recuerdos y respetarlos, en honor a esas personas que por causas mayores no pueden ni recordar ni “acordarse de”, que no intentemos sustituir a los actores, porque la serie nunca volverá a ser la misma, y sobretodo…

¡¡que recuerdes visitar mi blog!!

sábado, 12 de noviembre de 2011

Renovarse o morir


Y haciendo un remix de entradas anteriores, me encuentro volviendo a Madrid en aquel tren “maravilloso” por el que un día daba las gracias a Renfe, tras haber pasado unos días de estancia vacacional en mi casa casa, reposando tras haber abandonado El Corte Inglés. (Ahora que digo El Corte Inglés, mi última entrada anunciaba mi marcha y, una semana después de haberla materializado, puedo decir que menudos compañeros dejo… Han puesto el listón muy alto para mis futuros compañeros de futuros trabajos…)

En fin, volviendo a las cosas serias, que con esto me enternezco y se me ve el plumero, decía que vuelvo de las casas.

A razón de esto, me vienen a la mente frases típicas como: “Vuelve a casa por Navidad” (sí, falta mucho, pero que se lo digan también a los del Carrefur, que ya tienen los árboles de Navidad enganchados a las farolas y los cajones de polvorones al granel a rebosar), o aquello que dicen los de Casa Tarradellas, algo así como que las cosas buenas nunca deberían cambiar… Y es aquí cuando surge mi nueva idea para el blog, y es que, señores, hay muchas cosas que deberían cambiar…

Lo suyo es que mi inquietud periodística, las fechas en las que nos encontramos y el ambiente de descontento que existe en el país, me llevasen a escribir una entrada sobre cambios en temas políticos, económicos, blablabla… Pues no, no me refiero a estos cambios, me refiero a esas cosas taaannn típicas que hacemos o decimos, y sobre las que nos deberíamos renovar un poquito.

Y es que…

¿Por qué cuando una señora va a El Corte Inglés y le dicen que firme en la pantallita tiene que decir: “ays, aquí se me da fatal”? Señora, primero, que el vendedor (que probablemente, para seguir con el ambiente de colegueo, le responderá: “no pasa nada, se lo van a cobrar igual”), pues eso, que el vendedor no tiene ninguna necesidad de entablar conversación con usted, no invente cosas para mantenerla! Y segundo, otra vez, no invente cosas, si se firma igual!

¿Por qué cuando vas con tu novio en el coche y éste se empeña en seguir las instrucciones del GPS, que os lleva por un camino de cabras, siempre nos da por sugerirle que pregunte a alguien que pasa por allí? Habría que experimentar qué pasaría si no dijésemos nada… Yo creo que llegaría un momento en el que caerían por su propio peso, y eso tiene que ser más duro aún para ellos, porque si la idea es tuya al final lo hacen dando a entender que es porque tú quieres que pregunte, pero eso de tener que bajarse los pantalones y decir: “vamos a preguntar” debe ser… tema de estudio. Eso sí, si alguien decide llevar a cabo este experimento, abastecerse de víveres para las horas que se pueda llegar a pasar en el coche. Llevar abundante agua (que probablemente tendrás que administrar al sujeto conductor cada vez que lo solicite, quitándole el tapón previamente, y encajándole la botella en la mano). De todos modos, no creo que el experimento se alargase mucho, el orgullo puede dar para rato, pero la ventosa del GPS no, y las continuas caídas de éste pueden acelerar la rendición.

¿Por qué cuando dices “a mí me tocó un coche” sieeempre te tienen que contestar “ah, esas cosas tocan?”? Nos creemos lo del Ratoncito Pérez, lo de los Reyes Magos, lo de la política y hasta lo de que si te arrancas una cana te salen siete más… y no nos creemos que los coches tocan en sorteos…

¿Por qué cuando dices “a mí me tocó una ThermoMix” contestan lo mismo que con los coches? Sigue siendo más factible esto que lo de que un Ratón venga por la noche a robarte los dientes… o eso espero!

¿Por qué cuando dices “a mí me enviaron gratis unos auriculares de 250 euros” la gente ya te mira mal? Porque antes ya has contado las dos preguntas anteriores.

¿Por qué cuando alguien nos dice que nos ve muy guapos nos hacemos los modestos y decimos que no? Como si no te hubieses dado cuenta de que estás estupendo! No sólo te has dado cuenta, sino que lo has provocado tú durante las cuatro horas que llevas arreglándote, entonces, no te hagas el sorprendido… Lo suyo en estos casos sería poder decir: “ya lo sé”.

¿Por qué, cuando trabajas en una tienda, siempre que te va a visitar algún conocido, se te acerca sin que le veas y dice, simulando ser un cliente: “perdone…!”? Entonces tú ya te giras con cara de “a ver qué quiere este gilipollas ahora…” para descubrir que es tu conocido. Junto a este fenómeno, se puede dar otro, y es que si, además de trabajar en una tienda, trabajas en el departamento de tallas grandes es igual de probable que tu visita te haga la gracia del cliente como que tú le enseñes las prendas de tallas más grandes que tengas en la tienda. Esto hay quien lo sustituye por lo equivalente en precios, es decir, sacas las prendas más caras que tengas, como si fuese a colar que por venderlas tuvieses el mismo poder adquisitivo que el que las compra.

¿Por qué cuándo nos subimos a un escenario lo primero que decimos es que estamos muy nerviosos o que nos da mucha vergüenza? Por decir, está claro, porque si fuese verdad no estarías ahí arriba diciéndolo. De todos modos, para más información, véase mi monólogo sobre los miedos a la hora de subirse a un escenario… ( http://www.youtube.com/user/larrydruckmaster#p/a/u/0/RMJTb3SKPDQ )

¿Por qué cuando llevas mucho tiempo sin ir a casa y te ven las vecinas te dicen “te vas a hacer madrileña”? No señoras, a no ser que volviese atrás 25 años y me diesen a luz en Madrid, es imposible.

¿Por qué nos metemos en la cama cuando nos pintamos las uñas? Porque o nos las jodemos con las sábanas o con cualquier otra cosa, asique lo más cómodo es la cama.

¿Por qué lo llamamos ilusión cuando queremos decir “ansia viva”? O envidia… eso es la Lotería de Navidad. La compramos básicamente por si toca en nuestro entorno, que no nos perdonaríamos estar en casa el 22 de diciembre mientras los demás descorchan botellas de champán.

¿Por qué si el tren va por buen camino para llegar bien de hora, se para a 500 metros de Atocha? Pues porque tiene una reputación que no puede perder, si la gente se entera que va llegando a su hora incluso podrían verlo como algo normal.

¿Por qué tiene que ser todo como el anuncio del Scirocco… siempre lo mismo? Porque hasta que no se vaya depurando la remesa de clientes de El Corte Inglés y todos sepan firmar en pantallas siempre dirán lo mismo, porque hasta que no inventen una ventosa todopoderosa para el GPS no tendremos los medios suficientes para vagar por las carreteras de España sin tener que parar a preguntar, porque somos unos incrédulos y unos pesimistas que seguiremos pensando que “esas cosas no tocan”, porque cuando estás 8 horas metido entre camisas y sadopes pierdes la capacidad del reconocimiento de voz sobre tus conocidos, porque en mi DNI va a seguir poniendo que nací en Plasencia, porque seguiremos ansiándonos a la hora de pintarnos las uñas y comprar lotería y porque este maldito tren nunca va a llegar a su hora.

Y con tanta pregunta… he llegado a mi destino. Asique simplemente os diré que, haciendo caso omiso a Casa Tarradellas, hay que renovarse o morir… Y para ello esta nueva entrada, que si no se me muere el blog.