viernes, 18 de noviembre de 2011

"Ensayo" sobre el Recuerdo


Hoy, mientras esperaba para hablar con un profesor en el edificio antiguo de la Facultad, me han venido a la mente ciertos recuerdos que me han inspirado para escribir una entrada. Entrada que, ya lo veía venir esta tarde, va a trastocar un poquito la trayectoria de todas las anteriores y me van a hacer parecer algo terrible… una ñoña! Pero bueno, al fin y al cabo el blog era para contar cosas que me pasen y, lo siento señores, pero aparte de las risas que me echo, a veces también me pasan cosas serias. Prometo que si seguís leyendo hasta el final os compensaré con mis chorradas en próximos escritos. Es fácil, porque incluyo documentos gráficos para facilitar la lectura.

Como decía, esperando en el cascajo ese que tenemos por Facultad, me han empezado a venir a la cabeza unos pensamientos, y he dicho: “uys, esto va a ser eso de  la nostalgia…”. 

Viernes, 5 de la tarde, Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, fin de semana de elecciones (que diréis: “y qué más dará?” pues no da igual, amiguitos, porque los que somos de fuera vamos más allá y sabemos que un fin de semana de elecciones nos vale como excusa para no ir a clase el viernes porque tenemos que coger el tren para irnos a nuestras casas-casas a votar), pues eso, más vacío que la cafetería de Fama en día de examen. Ha sido entonces cuando el espíritu de chica de 8º de carrera con apariencia de 1º se ha apoderado de mí para machacarme mientras me decía: “la de cosas que he vivido aquí… esto ya no es lo que era”. Vamos, una mezcla de viejuna de estas que se empeñan en relatar que cuando se fueron a vivir a donde viven “eso era un descampao´” y clienta octogenaria del Corte Inglés. 


Pues sí, parezca lo que parezca… a mí esa Facultad me trae muchos recuerdos (tampoco es una novedad decir que un sitio donde llevas yendo 8 años te trae recuerdos… ) Y en este sentido los recuerdos son muy bonitos cuando los ves desde fuera, como los hijos, cuando son de los demás son muy monos, pero cuando te tienes que seguir plantando allí todos los días y las personas con las que tienes esos recuerdos ya no están, pues atormenta un poquito… Esto es como las series, que hay veces que los actores de cambian de serie y el que interpretaba al padre gruñón es sustituido por otro actor y claro, no es lo mismo…

Es entonces cuando me pongo a divagar… y entre mis divagaciones está que los momentos de la vida están configurados de una manera que nosotros mismos creamos, para vivirlos en determinados momentos y con determinadas personas. No nos vale cualquiera para compartir las experiencias, y esto lo ponemos en práctica desde pequeñitos, cuando vamos eligiendo compañeros para pintarte de acuarela en la guardería, los niños que te gustan, amigos en el cole que a eso de los 14 años sometes a una primera criba (con las típicas riñas de quinceañeras), la gente que se queda hasta que tienes una edad aparentemente responsable para distinguir si la gente que tienes a tu alrededor es la que quieres tener, los compañeros de universidad, y hasta los de trabajo (porque por mucho que estén impuestos, cada uno tiene la capacidad de decidir con quién se quiere llevar bien y con quién no). Y de esta criba que vamos haciendo a lo largo de la vida, salen los momentos y, como consecuencia, los recuerdos. 

Dicen que la mente es ilimitada, pero yo creo que es como un cajón en el que no caben todas las cosas que queramos meter, entonces hay que elegir lo que queremos guardar y lo que no. Esto lo hacemos de manera inconsciente, y yo creo que guardamos de todo, desde cosas muy buenas hasta cosas muy malas. Pero entonces ¿cuáles desechamos? A lo mejor desechar no es la palabra adecuada, porque realmente si nos ponemos a indagar en nuestra mente podríamos acordarnos de la mayoría de las cosas que nos han pasado en la vida, pero ojo! Digo ACORDAR, no RECORDAR. 

No voy a entrar en definiciones oficiales dadas por el Diccionario de la Real Academia ni en tecnicismos, simplemente me voy a basar en mi idea. Mi idea es que “acordarse de” es algo más genérico, sin carga sentimental… vamos, que te acuerdas de que tienes que comprar el pan, que tienes que ir al médico o que mañana es el cumpleaños de tu abuela. “Recordar a” ya es otra historia… este sí lleva carga sentimental, sin más, no creo que haya que explicar nada más. Retomando el tema, que acordarnos podemos acordarnos de todo, pero recordar no. Y para decidir lo que recordamos y lo que no está nuestra mente, que lo hace por nosotros. La mente vive las situaciones igual que las vivimos nosotros, en cuerpo y alma, pero mientras nosotros las disfrutamos o las sufrimos, dependiendo del caso, ésta va tomando nota de todo lo que compone el escenario (personas, lugares, olores, sonidos,…) y entonces decide si ese momento merece ser transmitido al hueco de la memoria destinado a los recuerdos o si simplemente se aparta en ese lugar donde se amontonan los “me acuerdo de”. 

Yo creo que el criterio que sigue la mente para decidir esos momentos dignos de convertirse en recuerdo es las sensaciones que en su momento han provocado y la disposición que nosotros mismos hemos puesto para contribuir a que sean momentos especiales. Claro, ahora pensaréis que muchas cosas que habéis vivido, en su día eran lo más, y ahora apenas las recordáis. Por ejemplo, algún novio por ahí con el que hayas podido estar un tiempo y creer que estabas bien, pero que 4 años después te das cuenta de que ni siquiera recuerdas momentos especiales… simplemente, y haciendo un esfuerzo, puedes llegar a acordarte de alguna situación. Es entonces cuando, a la vuelta del tiempo, sean 6 años o sean 6 meses, te das cuenta de las personas que de verdad han hecho mella en ti, cuando compruebas la verdad de aquellos “qué a gusto estoy contigo” o de los “te quiero”. Asique hay una cosa clara que descubro con esto, y es que la mente es muy lista, y dice: “sisisi, tú estás muy bien, pero ya decidiré yo si esto es tan cierto como para ocupar espacio en el cajón de los recuerdos”.

Entonces el primer paso ya está hecho, la mente toma nota y decide dónde colocar cada momento. 

Ahora bien, el modo de recuperarlos. La mente es muy traicionera para estas cosas, y lo mismo nos devuelve los recuerdos in situ, la cosa más lógica del mundo, cuando estamos en un sitio que estuvimos, o vemos a una persona con la que vivimos algo, o escuchamos un sonido que asociamos con una situación,… cuando pasa todo esto, lo lógico es que, si la mente en su día decidió que ese momento era digno de recordar, ésta abra el cajón y saque ese recuerdo para enseñárnoslo. Esta forma tiene una parte más consciente que la que definiré a continuación, en esta forma de recordar intervenimos un poco nosotros, porque queremos asociar esos elementos con esas situaciones, y suelen ser cosas buenas. 

Lo malo es cuando la mente actúa de forma autónoma y decide que en el lugar que menos imaginaríamos, o con la cosa más tonta del mundo, es buen momento para sacar a relucir recuerdos insospechados y que normalmente nuestra parte consciente prefiere no recordar, es decir, los que nos hace pupita… Cuando la mente nos juega estas malas pasadas pensamos: “y a qué narices me acuerdo yo de esto ahora…?”, pues para esto también tengo una teoría: los recuerdos a veces aparecen en sitios que ni hemos estado, sin saber exactamente qué cosa concreta es la que nos ha hecho recordar, porque la mente de repente recopila una serie de circunstancias sacadas del mínimo detalle para provocarte una especie de deja vú que te transporta emocionalmente a una situación de las del cajón de los recuerdos. Simplificando, es como las páginas web que te redireccionan a otra (por ejemplo, si pones www.unacenicientaenelmetro.com/es estas direcciones te llevan directísimamente a mi blog, es decir, os aviso que ya soy .com!).

Un ejemplo práctico que resuma este segundo punto, la recuperación de los recuerdos: un día vas a cenar a un sitio donde has vivido una de esas “experiencias-recuerdo”, y te ves con la plena capacidad de decir con total entereza que eso te “recuerda a tal persona”. Es decir, relación directa, asociamos lugares con situaciones. Ahora bien, estás un día en una calle por la que jamás has pasado, pensando en las cosas más banales del mundo como son qué bocata te vas a comer al llegar a casa, creyendo que estás estable y, de repente… “El Panamericano”! Y tu estabilidad se va a pique… ¿Y qué pintará ahora el panamericano con mis recuerdos chungos? Pues porque la mente es muy hábil y ha procesado la información en milésimas de segundos: Panamericano, pan, la panadería, el panadero, el panadero que es abuelo de la vecina, la vecina que tenía un perro, el perro que estaba por ahí cuando te pasó una cosa… ahí lo tienes, y tras atravesar un laberinto de relaciones absurdas, llegas a la “situación-recuerdo”.

A estas alturas de historieta que os estoy metiendo, os preguntaréis porque enfoco todo a cosas que hacen pupita… pues porque los recuerdos son como las cosas buenas, que no te das cuenta de que los tienes hasta que los pierdes. Me explico, no es que pierdas los recuerdos y entonces te des cuenta de que los tienes, sino que pierdes alguno de los elementos que han formado el escenario para interpretar esa escena. Podríamos decir que mientras tenemos todos los elementos a mano, no están ni en el cajón de los recuerdos ni en el montón de los me acuerdo, sino que está en el presente (como la ropa, en invierno tenemos la ropa de verano guardada porque merece la pena para sacarla cuando llegue el momento, la ropa que amontonamos porque no nos ponemos y, aun sabiendo de sobra que jamás nos la volveremos a poner, la dejamos ahí porque da pena tirarla y, por último, tenemos la ropa de invierno, que es la que estamos usando y de la cual saldrán algunos trapitos para el “por si acaso” y la ropa que en verano guardaremos porque merece la pena).
Los por si acaso son esos "me acuerdo de" que la mente va amontonando porque son cosas que has vivivo, como la ropa, que te la has comprado, pero no merecen ocupar el lugar de la ropa de verano, que es ropa que guardamos porque merece la pena y volveremos a usarla cuando sea posible, como los recuerdos, que cuando la mente quiera nos los saca del armario.
La ropa que usamos actualmente son las situaciones que de momento estamos viviendo sin preocupación de que se echen a perder, es decir, nos ponemos la ropa de invierno sabien que va a hacer frío. Cuando perdamos algo, en el caso de la ropa, el frío, decidiremos si se van al hueco de los "por si acaso" o a la parte que seguro volvemos a utilizar el invierno que viene.

Como dijo un día una persona, “los recuerdos de nuestra vida son como fotografías, instantes únicos que no se volverán a repetir”, pero no sólo son eso, los recuerdos van más allá de la fotografía. La fotografía es una imagen estática, que sólo transmite emociones a través de la vista. Los recuerdos se configuran de una forma más compleja que una simple imagen, los recuerdos son el resultado de una composición de momentos, olores, sonidos, expresiones, sabores,… y un sinfín de cosas, que hacen que existan infinidad de recuerdos, y que ninguno sea igual a otro. Ni siquiera la misma situación produce el mismo recuerdo en dos personas diferentes. Para empezar, la mente de cada uno decidirá si ese momento pasa al cajón de los afortunados, y una vez superado el casting, si lo superara, ese momento se interpreta de forma diferente en cada recuerdo. A lo mejor lo que para alguien es un recuerdo triste, para el de al lado es una cosa bonita.

Los recuerdos a veces se nos presentan como pequeños “traumas” que limitan nuestra actividad. Entrecomillo lo de los traumas porque es una forma de hablar, por supuesto que existen los traumas, pero eso es una forma brutal que tiene la mente de volcarnos los recuerdos así de golpe, y recuerdos malos pero en otro nivel a los que yo estoy hablando… Yo hablo de “traumas” como situaciones que nos provocan lo que hoy en día llamamos “bajón”. “No voy ahí que me recuerda a tal y me da el bajón”, “estoy temiendo el día que me encuentre con tal y me desestabilice”, son frases que demuestran nuestro nivel de “traumatismo” frente a las situaciones. Esto es inevitable, porque como decía antes, esa mente va a su ritmo y nos suelta las cosas con la mínima delicadeza que se puede tener.

Pero para vencer esto hay que concienciarse que no podemos vivir de los recuerdos, sino que hay que aprender a convivir con ellos, y hay que quedarse con lo bueno, ese tópico que a muchos consuela, pero que a veces, como te pares a pensarlo, es una mierda (osea que me han jodido viva, estoy muy triste por lo que ya no tengo, peeero, ahí viene el típico listillo “hay que quedarse con lo bueno”, muy buen consuelo, sí señor…).

Y hasta aquí mi reflexión… Simplemente decir que, sea para bien o para mal, aprovechemos bien ese espacio que la mente nos reserva y, como decía, aprendamos a convivir con los recuerdos y respetarlos, en honor a esas personas que por causas mayores no pueden ni recordar ni “acordarse de”, que no intentemos sustituir a los actores, porque la serie nunca volverá a ser la misma, y sobretodo…

¡¡que recuerdes visitar mi blog!!

1 comentario:

  1. Me encanta!!! Me reido mucho con lo del armario (los por si acaso) jajajja

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