martes, 29 de noviembre de 2011

Un Secador en la Maleta: "Riviera Maya"


Como no puedo dejar esto muy descuidado porque rápido me cambiáis de canal, o de pestaña del ordenador en este caso, voy a lanzar una serie de entradas que iré alternando con mis historias de temática aleatoria.

Esta vez me cuelgo la mochila, cual Jose Antonio Labordeta, y me dispongo a publicar una guía de viajes, a mi manera, claro.

Como pretendo resumir en el título de “la serie”, los tiempos cambian, no todos tenemos la misma pasta, el mismo tiempo libre ni las mismas necesidades. Entonces, mientras Labordeta se guardaba el país en la mochila y se ponía como el kiko hinchándose de todo lo que le daban de comer por ahí, la mayoría de los mortales vamos servidos con elegir dos o tres destinos al año y prepararnos el trolley (que te da más glamour que la mochila) donde metemos cosas esenciales como 10 camisetas para 3 días, 4 pares de zapatos y un sinfín de cosas “imprescindibles” que aunaré metafóricamente bajo la imagen del secador (o la plancha en su defecto, por aquello de que es la máxima preocupación de muchas personas a la hora de hacer un viaje: “¿¿tendrá secador el hotel??”).

No voy a hablar de consejos muy técnicos, que para eso ya está el sinfín de páginas que se dedican a buscarte vuelo, hotel, lo que tienes que ver, consejos prácticos… Yo voy a contar cosas útiles para la vida, que no están escritas en ningún libro.

Por tanto, doy por inaugurada mi nueva sección de viajes (no volverse loc@ buscando una pestaña que ponga viajes, porque esto es ahí a mogollón, cuando me vayáis leyendo más y sea aún más profesional podré incluso dividir el blog por apartados). Y simplemente deciros que cada vez que veáis una entrada con el nombre “Un secador en la maleta” agarrarse los machos, que ya he liado alguna fuera del territorio…

Hoy, para empezar, Riviera Maya.

Para empezar, vamos a delimitar las razones por las que puedes acabar en la Riviera Maya:

 a) De luna de miel, probablemente, si acabas aquí, antes habrás estado de tour por Nueva York (es la moda ahora).
 b) De viaje de fin de carrera.
 c) De viaje de rayada (la gente se raya y se va a Londres, pero eso ya es a niveles muy altos, antes de tomar esa drástica decisión deciden pasar una semana por Rivera Maya con la idea de que por estar en el Caribe va a aparecer un tío con un teléfono atado a la cabeza diciendo “me estás estresannnndo” y sus problemas van a desaparecer).
 d) De viaje de colegas que, en otra idealización de lo que hay por allí, se van a ver si ligan.

Yo estuve en Febrero de 2009 y mi causa fue (a pesar de tener pinta de cualquiera menos de esa) la B. Sí, de fin de carrera… esa carrera que a día de hoy sigo cursando, para no perder las viejas costumbres,

Bueno, pues llega tu supuesto último año de carrera y como estás muy contenta decides que lo mejor para celebrarlo es, además de faltando a clase habitualmente,  largándote al Caribe.

Te plantas en Barajas con un grupo de 13 personas de lo más variopintas, envuelves las maletas en el rollo ese que parece de los bocatas, por aquello de que no te metan nada en la maleta (que digo yo que esto es como en los bares por la noche, cuando tu madre te decía: “ten cuidado con la copa a ver si te van a echar algo”, y digo yo… ¿dónde está el problema?) En fin, que forras la maleta cual bocata de salami y ala, a volar, si te da miedo no pasa nada, sólo vas a estar 11 horas en un avión. Una servidora, que se toma muy a pecho los consejos, había leído que había que beber mucha agua y se hizo la maratón de Nueva York en kilómetros para arriba y para abajo del pasillo para ir haciendo hueco al agua que iba entrando nueva.

Como os decía, en el Caribe puedes acabar por varias razones. Vayas por la que vayas, siempre te vas a encontrar a los de las otras razones en tu avión. Y yo recuerdo especialmente a los del A, una parejita que no venía de Nueva York, porque efectivamente se habían montado en Barajas. No sé si eran recién casados o no, pero por la observación de lo que hablaron en el vuelo de ida, las veces que les vi en la playa del hotel y el vuelo de vuelta, me encuentro en disposición de decir que si eran recién casados no lo iban a ser por mucho tiempo. Pues eso, los del grupo A. Los del C fijo que están por ahí, pero van tan rayados que van en su meditación y ni se les nota. Y los del grupo D, dando por culo… los mismos paseos que la que habla, pero en vez de a por agua, a por copas. Los del A, nosotros, los del B, y los rayados del C nos miramos con complicidad durante el vuelo para llegar a un consenso sobre si lanzar a los del D por las ventanillas, si secuestrar el avión y arrojarlo al vacío para evitarnos tal sufrimiento o qué hacer… Pero justo cuando la gente se decide, vienen las del carrito con la comida y parece que los ánimos se calman.

Llegas a Cancún a las 5 de la tarde de allí, justo a tiempo para evitar el suicidio colectivo, te bajas del avión, recoges tu maleta y… a jugaaar!! Sí, sí, a jugar! Porque no va a ser tan fácil llegar al paraíso, y antes de ello tienes que pasar una prueba (y no es la del pañuelo, que si el paso al Caribe depende de eso, sería un lugar desértico). La prueba es la del pulsador. Un sistema muy justo, en vez de pararte porque tengas cara de delincuente, te paran porque pulsas un botón y, si sale rojo, a abrir la maleta! Aquello parecía la pasarela de OT según ibas pulsando y salía en verde. Hasta que a uno le sale rojo. Entonces desenvuelve el bocata, uys, digo la maleta. Te la revuelven allí buscando el salami, supongo, porque otra cosa… Y ala, bonita, a cerrarla tú solita, que nosotros sólo sabemos revolverlas.

Y por fin… parece que todo ha pasado y que estás en el Caribe! Claro, sales a las 6 de la tarde del aeropuerto y hasta calculas que te vas a echar unos baños… Ja! Noche cerrada hasta más no poder, esperar a que unas furgonetillas te lleven hasta el hotel que está en medio de la selva, atravesar un control “policial” formado por unos tíos con escopetas y hogueras en el suelo, pasar no sé cuántos controles hasta entrar en el hotel, que te asignen habitación, que llegues, la investigues, busques bichos, la caja fuerte, el baño con las toallas con forma de patos,… y cuando te quieres dar cuenta estás estrenando el buffet al más puro estilo español: cogiendo de todo, porque es gratis. Mezclas lo dulce con lo salado, comes lo que jamás comerías en casa… porque es gratis…

Tras comenzar con la cadena que se convertirá en 5 kilos de más a la vuelta a España, estás muerta por aquello del cambio horario, pero claro, los cócteles también son gratis, asique la primera noche ya te ves sentada en una terracita de esas del maravilloso complejo hotelero en el que te hallas hinchándote a Mai Tais, el cóctel estrella del viaje.

Y tras un laaargo día (literal, porque le has añadido unas horitas por aquello del cambio horario), te encamas con tu querida Bea al lado, y con los Coello de vecinos de cama.

Como era de esperar, si a las 6 de la tarde estaba aquello más negro que la boca de un túnel, a las 6 de la mañana ya entraba un solecito de este de las 3 de la tarde de pleno agosto en Benidorm… Y comienza el primer día oficial en el Caribe.

Si en alguna entrada anterior hablaba del moño de “aquí no nos conoce nadie”, ¿qué esperáis del Caribe? Que no nos conozca nadie nadie nadie! Moño oficial que te acompañará durante todo el viaje, moño que te deja de acompañar en las fotos y moño que cuando se te olvida echar de las fotos te las fastidia por completo. Esa es otra, las fotos… la gente se va al Caribe y en el avión ya va visualizando las fotos que se va a echar, ahí pivón pivón, pensando que el PhotoShop ya viene integrado con el entorno, y claro, luego ves las 2000 fotos que te has traído y superan la criba 5… Luego están las de la típica sesión de flipada que te haces en alguna playa desierta de arenas blancas, y que nunca verán la luz. Vamos, que las expectativas fotográficas del Caribe deberían ser cambiadas y todos seríamos más felices al tener una visión más real del resultado y no llevarnos tal decepción al verlo.

Como digo, te plantas el moño y pasan los días, que para no aburrir no voy a contar de uno en uno a modo de diario, porque con decir “buffet libre todo gratis” y “todo incluido” se puede uno hacer una ligera idea de cómo transcurrieron los días.

Hacer un ligero apunte, no sólo de comer y beber vive el hombre, y en la Riviera Maya hay muchas cosas que hacer, visitar el Chichen Itzá, unos cenotes en Valladolid (del de allí, de México, no el de aquí, que de momento te pegas el susto y dices “otras vez a España para una excursión y luego al hotel otra vez???”), recorrer el Caribe en una lancha, hacer snorkel (o ponerte la equipación para hacer snorkel, tirarte al agua y volver a la lancha, muy interesante también para aquellos que se sientan un poco agobiados por tener unas aletas que te hacen daño, un tubo metido en la boca que te roza con las gafas y un chaleco salvavidas que te hace flotar como un escarabajo boca arriba),… Y si hace malo no pasa nada, una rave en el chiringuito caribeño, más fotos de las clasificadas y asalto a un carromato.

Antes de viajar al Caribe te dan unas indicaciones por seguridad, en plan como son no salir del complejo hotelero por cuenta propia, no beber agua que no sea embotellada,… Yo señalaría como verdadero peligro las posibles adicciones, por ejemplo, al Primperán, que lo empiezas tomando como algo preventivo y cuando te quieres dar cuenta estás mendigando uno en una lancha mientras surcas el Mar Caribe. Lo de no beber agua es un mito… total, te bebes todo tipo de mezclas que salen de las mangueritas esas, y los hielos están hechos con el mismo agua que nos negamos a beber, asique como superstición está muy bien, pero ya está.


Otros peligros que pueden acechar en la Riviera Maya son los animales… Vimos iguanas, pavos reales, mapaches (que una servidora, en una confusión mental entre mofeta y mapache decidió llamar “panceta”), cocodrilos, pero estos no eran los que más miedo nos dieron… Las lagartijas! Aunque el servicio del hotel no crea que una “lagartijilla”, tal como les dije por teléfono, sea motivo para acercarse en el carromato a una habitación para efectuar su desalojo, sí que lo es (no obstante, por el transporte de cortesía que nos hicieron cuando una amiga decidió empezar a hablar en gallego, no se lo tendremos en cuenta). Las lagartijillas emiten unos chillidos, cosa que nadie me cree, pero las allí presentes sabemos que es verdad. Y sólo pensar que por la noche puede aterrizar en tu cara… El caso, que dos valientes nos acercamos con la toalla y la atrapamos. Pero la valentía se escondió cuando al intentar sacudir la toalla por el balcón la lagartijilla decidió escalar, entonces qué haces? Soltar la toalla. Muy hábiles, con un poco de suerte cae donde las iguanas y ya rematamos la jugada.

Junto a las lagartijillas… los cucarachones! Del tamaño de un mejillón, preferiblemente encontrárselos el último día para poder vivir en paz la estancia vacacional, ignorantes de su presencia. Eso y que alguien te diga “Celia, no levantes ese papel, que he matado una cosa”, es lo más alentador que te pueden decir.

Si antes hablaba de las fotos, ahora mezclo las fotos con el peligro, y sale como advertencia la siguiente “Cuidado con el fondo marino”, una piedra mal puesta puede chafarte por completo la escenificación de “Los vigilantes de la playa” que te estás marcando para salir del agua con glamour, mientras Vin Diesel te mira desde la orilla.

No practicar la técnica mexicana de irse a las camas maqueada para estar listas a las 4 de la mañana, el despertador se queda dormido… o a lo mejor suena y las que se quedan dormidas son las bellas durmientes…??

Y tras todos estos consejos y advertencias, sólo decir que quién volviese al Caribe! A pasear por Playa del Carmen en bikini y moño del de “aquí no nos conoce nadie”, a tomar Primperán como una descosida, a cazar lagartijas, a desayunar huevos con bacon y napolitanas de chocolate mezclado con frutas y una tabla de quesos, a ver cómo le explican a una guiri lo que es un hidalgo y cómo lo hace,…

Pero todo lo bueno se acaba, y hay que volver… lo que tienen estos viajes es que a la vuelta te reencuentras con los compañeros de viaje de la ida, asique ahí van los recién casados firmando ya los papeles del divorcio, los fiesteros ya llevan menos fiesta y los rayados ni van, porque han decidido quedarse en el Caribe. Y los del fin de carrera… pues a eso, a terminar sus carreras. Yo debe ser que me he quedado en el Caribe!

viernes, 18 de noviembre de 2011

"Ensayo" sobre el Recuerdo


Hoy, mientras esperaba para hablar con un profesor en el edificio antiguo de la Facultad, me han venido a la mente ciertos recuerdos que me han inspirado para escribir una entrada. Entrada que, ya lo veía venir esta tarde, va a trastocar un poquito la trayectoria de todas las anteriores y me van a hacer parecer algo terrible… una ñoña! Pero bueno, al fin y al cabo el blog era para contar cosas que me pasen y, lo siento señores, pero aparte de las risas que me echo, a veces también me pasan cosas serias. Prometo que si seguís leyendo hasta el final os compensaré con mis chorradas en próximos escritos. Es fácil, porque incluyo documentos gráficos para facilitar la lectura.

Como decía, esperando en el cascajo ese que tenemos por Facultad, me han empezado a venir a la cabeza unos pensamientos, y he dicho: “uys, esto va a ser eso de  la nostalgia…”. 

Viernes, 5 de la tarde, Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, fin de semana de elecciones (que diréis: “y qué más dará?” pues no da igual, amiguitos, porque los que somos de fuera vamos más allá y sabemos que un fin de semana de elecciones nos vale como excusa para no ir a clase el viernes porque tenemos que coger el tren para irnos a nuestras casas-casas a votar), pues eso, más vacío que la cafetería de Fama en día de examen. Ha sido entonces cuando el espíritu de chica de 8º de carrera con apariencia de 1º se ha apoderado de mí para machacarme mientras me decía: “la de cosas que he vivido aquí… esto ya no es lo que era”. Vamos, una mezcla de viejuna de estas que se empeñan en relatar que cuando se fueron a vivir a donde viven “eso era un descampao´” y clienta octogenaria del Corte Inglés. 


Pues sí, parezca lo que parezca… a mí esa Facultad me trae muchos recuerdos (tampoco es una novedad decir que un sitio donde llevas yendo 8 años te trae recuerdos… ) Y en este sentido los recuerdos son muy bonitos cuando los ves desde fuera, como los hijos, cuando son de los demás son muy monos, pero cuando te tienes que seguir plantando allí todos los días y las personas con las que tienes esos recuerdos ya no están, pues atormenta un poquito… Esto es como las series, que hay veces que los actores de cambian de serie y el que interpretaba al padre gruñón es sustituido por otro actor y claro, no es lo mismo…

Es entonces cuando me pongo a divagar… y entre mis divagaciones está que los momentos de la vida están configurados de una manera que nosotros mismos creamos, para vivirlos en determinados momentos y con determinadas personas. No nos vale cualquiera para compartir las experiencias, y esto lo ponemos en práctica desde pequeñitos, cuando vamos eligiendo compañeros para pintarte de acuarela en la guardería, los niños que te gustan, amigos en el cole que a eso de los 14 años sometes a una primera criba (con las típicas riñas de quinceañeras), la gente que se queda hasta que tienes una edad aparentemente responsable para distinguir si la gente que tienes a tu alrededor es la que quieres tener, los compañeros de universidad, y hasta los de trabajo (porque por mucho que estén impuestos, cada uno tiene la capacidad de decidir con quién se quiere llevar bien y con quién no). Y de esta criba que vamos haciendo a lo largo de la vida, salen los momentos y, como consecuencia, los recuerdos. 

Dicen que la mente es ilimitada, pero yo creo que es como un cajón en el que no caben todas las cosas que queramos meter, entonces hay que elegir lo que queremos guardar y lo que no. Esto lo hacemos de manera inconsciente, y yo creo que guardamos de todo, desde cosas muy buenas hasta cosas muy malas. Pero entonces ¿cuáles desechamos? A lo mejor desechar no es la palabra adecuada, porque realmente si nos ponemos a indagar en nuestra mente podríamos acordarnos de la mayoría de las cosas que nos han pasado en la vida, pero ojo! Digo ACORDAR, no RECORDAR. 

No voy a entrar en definiciones oficiales dadas por el Diccionario de la Real Academia ni en tecnicismos, simplemente me voy a basar en mi idea. Mi idea es que “acordarse de” es algo más genérico, sin carga sentimental… vamos, que te acuerdas de que tienes que comprar el pan, que tienes que ir al médico o que mañana es el cumpleaños de tu abuela. “Recordar a” ya es otra historia… este sí lleva carga sentimental, sin más, no creo que haya que explicar nada más. Retomando el tema, que acordarnos podemos acordarnos de todo, pero recordar no. Y para decidir lo que recordamos y lo que no está nuestra mente, que lo hace por nosotros. La mente vive las situaciones igual que las vivimos nosotros, en cuerpo y alma, pero mientras nosotros las disfrutamos o las sufrimos, dependiendo del caso, ésta va tomando nota de todo lo que compone el escenario (personas, lugares, olores, sonidos,…) y entonces decide si ese momento merece ser transmitido al hueco de la memoria destinado a los recuerdos o si simplemente se aparta en ese lugar donde se amontonan los “me acuerdo de”. 

Yo creo que el criterio que sigue la mente para decidir esos momentos dignos de convertirse en recuerdo es las sensaciones que en su momento han provocado y la disposición que nosotros mismos hemos puesto para contribuir a que sean momentos especiales. Claro, ahora pensaréis que muchas cosas que habéis vivido, en su día eran lo más, y ahora apenas las recordáis. Por ejemplo, algún novio por ahí con el que hayas podido estar un tiempo y creer que estabas bien, pero que 4 años después te das cuenta de que ni siquiera recuerdas momentos especiales… simplemente, y haciendo un esfuerzo, puedes llegar a acordarte de alguna situación. Es entonces cuando, a la vuelta del tiempo, sean 6 años o sean 6 meses, te das cuenta de las personas que de verdad han hecho mella en ti, cuando compruebas la verdad de aquellos “qué a gusto estoy contigo” o de los “te quiero”. Asique hay una cosa clara que descubro con esto, y es que la mente es muy lista, y dice: “sisisi, tú estás muy bien, pero ya decidiré yo si esto es tan cierto como para ocupar espacio en el cajón de los recuerdos”.

Entonces el primer paso ya está hecho, la mente toma nota y decide dónde colocar cada momento. 

Ahora bien, el modo de recuperarlos. La mente es muy traicionera para estas cosas, y lo mismo nos devuelve los recuerdos in situ, la cosa más lógica del mundo, cuando estamos en un sitio que estuvimos, o vemos a una persona con la que vivimos algo, o escuchamos un sonido que asociamos con una situación,… cuando pasa todo esto, lo lógico es que, si la mente en su día decidió que ese momento era digno de recordar, ésta abra el cajón y saque ese recuerdo para enseñárnoslo. Esta forma tiene una parte más consciente que la que definiré a continuación, en esta forma de recordar intervenimos un poco nosotros, porque queremos asociar esos elementos con esas situaciones, y suelen ser cosas buenas. 

Lo malo es cuando la mente actúa de forma autónoma y decide que en el lugar que menos imaginaríamos, o con la cosa más tonta del mundo, es buen momento para sacar a relucir recuerdos insospechados y que normalmente nuestra parte consciente prefiere no recordar, es decir, los que nos hace pupita… Cuando la mente nos juega estas malas pasadas pensamos: “y a qué narices me acuerdo yo de esto ahora…?”, pues para esto también tengo una teoría: los recuerdos a veces aparecen en sitios que ni hemos estado, sin saber exactamente qué cosa concreta es la que nos ha hecho recordar, porque la mente de repente recopila una serie de circunstancias sacadas del mínimo detalle para provocarte una especie de deja vú que te transporta emocionalmente a una situación de las del cajón de los recuerdos. Simplificando, es como las páginas web que te redireccionan a otra (por ejemplo, si pones www.unacenicientaenelmetro.com/es estas direcciones te llevan directísimamente a mi blog, es decir, os aviso que ya soy .com!).

Un ejemplo práctico que resuma este segundo punto, la recuperación de los recuerdos: un día vas a cenar a un sitio donde has vivido una de esas “experiencias-recuerdo”, y te ves con la plena capacidad de decir con total entereza que eso te “recuerda a tal persona”. Es decir, relación directa, asociamos lugares con situaciones. Ahora bien, estás un día en una calle por la que jamás has pasado, pensando en las cosas más banales del mundo como son qué bocata te vas a comer al llegar a casa, creyendo que estás estable y, de repente… “El Panamericano”! Y tu estabilidad se va a pique… ¿Y qué pintará ahora el panamericano con mis recuerdos chungos? Pues porque la mente es muy hábil y ha procesado la información en milésimas de segundos: Panamericano, pan, la panadería, el panadero, el panadero que es abuelo de la vecina, la vecina que tenía un perro, el perro que estaba por ahí cuando te pasó una cosa… ahí lo tienes, y tras atravesar un laberinto de relaciones absurdas, llegas a la “situación-recuerdo”.

A estas alturas de historieta que os estoy metiendo, os preguntaréis porque enfoco todo a cosas que hacen pupita… pues porque los recuerdos son como las cosas buenas, que no te das cuenta de que los tienes hasta que los pierdes. Me explico, no es que pierdas los recuerdos y entonces te des cuenta de que los tienes, sino que pierdes alguno de los elementos que han formado el escenario para interpretar esa escena. Podríamos decir que mientras tenemos todos los elementos a mano, no están ni en el cajón de los recuerdos ni en el montón de los me acuerdo, sino que está en el presente (como la ropa, en invierno tenemos la ropa de verano guardada porque merece la pena para sacarla cuando llegue el momento, la ropa que amontonamos porque no nos ponemos y, aun sabiendo de sobra que jamás nos la volveremos a poner, la dejamos ahí porque da pena tirarla y, por último, tenemos la ropa de invierno, que es la que estamos usando y de la cual saldrán algunos trapitos para el “por si acaso” y la ropa que en verano guardaremos porque merece la pena).
Los por si acaso son esos "me acuerdo de" que la mente va amontonando porque son cosas que has vivivo, como la ropa, que te la has comprado, pero no merecen ocupar el lugar de la ropa de verano, que es ropa que guardamos porque merece la pena y volveremos a usarla cuando sea posible, como los recuerdos, que cuando la mente quiera nos los saca del armario.
La ropa que usamos actualmente son las situaciones que de momento estamos viviendo sin preocupación de que se echen a perder, es decir, nos ponemos la ropa de invierno sabien que va a hacer frío. Cuando perdamos algo, en el caso de la ropa, el frío, decidiremos si se van al hueco de los "por si acaso" o a la parte que seguro volvemos a utilizar el invierno que viene.

Como dijo un día una persona, “los recuerdos de nuestra vida son como fotografías, instantes únicos que no se volverán a repetir”, pero no sólo son eso, los recuerdos van más allá de la fotografía. La fotografía es una imagen estática, que sólo transmite emociones a través de la vista. Los recuerdos se configuran de una forma más compleja que una simple imagen, los recuerdos son el resultado de una composición de momentos, olores, sonidos, expresiones, sabores,… y un sinfín de cosas, que hacen que existan infinidad de recuerdos, y que ninguno sea igual a otro. Ni siquiera la misma situación produce el mismo recuerdo en dos personas diferentes. Para empezar, la mente de cada uno decidirá si ese momento pasa al cajón de los afortunados, y una vez superado el casting, si lo superara, ese momento se interpreta de forma diferente en cada recuerdo. A lo mejor lo que para alguien es un recuerdo triste, para el de al lado es una cosa bonita.

Los recuerdos a veces se nos presentan como pequeños “traumas” que limitan nuestra actividad. Entrecomillo lo de los traumas porque es una forma de hablar, por supuesto que existen los traumas, pero eso es una forma brutal que tiene la mente de volcarnos los recuerdos así de golpe, y recuerdos malos pero en otro nivel a los que yo estoy hablando… Yo hablo de “traumas” como situaciones que nos provocan lo que hoy en día llamamos “bajón”. “No voy ahí que me recuerda a tal y me da el bajón”, “estoy temiendo el día que me encuentre con tal y me desestabilice”, son frases que demuestran nuestro nivel de “traumatismo” frente a las situaciones. Esto es inevitable, porque como decía antes, esa mente va a su ritmo y nos suelta las cosas con la mínima delicadeza que se puede tener.

Pero para vencer esto hay que concienciarse que no podemos vivir de los recuerdos, sino que hay que aprender a convivir con ellos, y hay que quedarse con lo bueno, ese tópico que a muchos consuela, pero que a veces, como te pares a pensarlo, es una mierda (osea que me han jodido viva, estoy muy triste por lo que ya no tengo, peeero, ahí viene el típico listillo “hay que quedarse con lo bueno”, muy buen consuelo, sí señor…).

Y hasta aquí mi reflexión… Simplemente decir que, sea para bien o para mal, aprovechemos bien ese espacio que la mente nos reserva y, como decía, aprendamos a convivir con los recuerdos y respetarlos, en honor a esas personas que por causas mayores no pueden ni recordar ni “acordarse de”, que no intentemos sustituir a los actores, porque la serie nunca volverá a ser la misma, y sobretodo…

¡¡que recuerdes visitar mi blog!!

sábado, 12 de noviembre de 2011

Renovarse o morir


Y haciendo un remix de entradas anteriores, me encuentro volviendo a Madrid en aquel tren “maravilloso” por el que un día daba las gracias a Renfe, tras haber pasado unos días de estancia vacacional en mi casa casa, reposando tras haber abandonado El Corte Inglés. (Ahora que digo El Corte Inglés, mi última entrada anunciaba mi marcha y, una semana después de haberla materializado, puedo decir que menudos compañeros dejo… Han puesto el listón muy alto para mis futuros compañeros de futuros trabajos…)

En fin, volviendo a las cosas serias, que con esto me enternezco y se me ve el plumero, decía que vuelvo de las casas.

A razón de esto, me vienen a la mente frases típicas como: “Vuelve a casa por Navidad” (sí, falta mucho, pero que se lo digan también a los del Carrefur, que ya tienen los árboles de Navidad enganchados a las farolas y los cajones de polvorones al granel a rebosar), o aquello que dicen los de Casa Tarradellas, algo así como que las cosas buenas nunca deberían cambiar… Y es aquí cuando surge mi nueva idea para el blog, y es que, señores, hay muchas cosas que deberían cambiar…

Lo suyo es que mi inquietud periodística, las fechas en las que nos encontramos y el ambiente de descontento que existe en el país, me llevasen a escribir una entrada sobre cambios en temas políticos, económicos, blablabla… Pues no, no me refiero a estos cambios, me refiero a esas cosas taaannn típicas que hacemos o decimos, y sobre las que nos deberíamos renovar un poquito.

Y es que…

¿Por qué cuando una señora va a El Corte Inglés y le dicen que firme en la pantallita tiene que decir: “ays, aquí se me da fatal”? Señora, primero, que el vendedor (que probablemente, para seguir con el ambiente de colegueo, le responderá: “no pasa nada, se lo van a cobrar igual”), pues eso, que el vendedor no tiene ninguna necesidad de entablar conversación con usted, no invente cosas para mantenerla! Y segundo, otra vez, no invente cosas, si se firma igual!

¿Por qué cuando vas con tu novio en el coche y éste se empeña en seguir las instrucciones del GPS, que os lleva por un camino de cabras, siempre nos da por sugerirle que pregunte a alguien que pasa por allí? Habría que experimentar qué pasaría si no dijésemos nada… Yo creo que llegaría un momento en el que caerían por su propio peso, y eso tiene que ser más duro aún para ellos, porque si la idea es tuya al final lo hacen dando a entender que es porque tú quieres que pregunte, pero eso de tener que bajarse los pantalones y decir: “vamos a preguntar” debe ser… tema de estudio. Eso sí, si alguien decide llevar a cabo este experimento, abastecerse de víveres para las horas que se pueda llegar a pasar en el coche. Llevar abundante agua (que probablemente tendrás que administrar al sujeto conductor cada vez que lo solicite, quitándole el tapón previamente, y encajándole la botella en la mano). De todos modos, no creo que el experimento se alargase mucho, el orgullo puede dar para rato, pero la ventosa del GPS no, y las continuas caídas de éste pueden acelerar la rendición.

¿Por qué cuando dices “a mí me tocó un coche” sieeempre te tienen que contestar “ah, esas cosas tocan?”? Nos creemos lo del Ratoncito Pérez, lo de los Reyes Magos, lo de la política y hasta lo de que si te arrancas una cana te salen siete más… y no nos creemos que los coches tocan en sorteos…

¿Por qué cuando dices “a mí me tocó una ThermoMix” contestan lo mismo que con los coches? Sigue siendo más factible esto que lo de que un Ratón venga por la noche a robarte los dientes… o eso espero!

¿Por qué cuando dices “a mí me enviaron gratis unos auriculares de 250 euros” la gente ya te mira mal? Porque antes ya has contado las dos preguntas anteriores.

¿Por qué cuando alguien nos dice que nos ve muy guapos nos hacemos los modestos y decimos que no? Como si no te hubieses dado cuenta de que estás estupendo! No sólo te has dado cuenta, sino que lo has provocado tú durante las cuatro horas que llevas arreglándote, entonces, no te hagas el sorprendido… Lo suyo en estos casos sería poder decir: “ya lo sé”.

¿Por qué, cuando trabajas en una tienda, siempre que te va a visitar algún conocido, se te acerca sin que le veas y dice, simulando ser un cliente: “perdone…!”? Entonces tú ya te giras con cara de “a ver qué quiere este gilipollas ahora…” para descubrir que es tu conocido. Junto a este fenómeno, se puede dar otro, y es que si, además de trabajar en una tienda, trabajas en el departamento de tallas grandes es igual de probable que tu visita te haga la gracia del cliente como que tú le enseñes las prendas de tallas más grandes que tengas en la tienda. Esto hay quien lo sustituye por lo equivalente en precios, es decir, sacas las prendas más caras que tengas, como si fuese a colar que por venderlas tuvieses el mismo poder adquisitivo que el que las compra.

¿Por qué cuándo nos subimos a un escenario lo primero que decimos es que estamos muy nerviosos o que nos da mucha vergüenza? Por decir, está claro, porque si fuese verdad no estarías ahí arriba diciéndolo. De todos modos, para más información, véase mi monólogo sobre los miedos a la hora de subirse a un escenario… ( http://www.youtube.com/user/larrydruckmaster#p/a/u/0/RMJTb3SKPDQ )

¿Por qué cuando llevas mucho tiempo sin ir a casa y te ven las vecinas te dicen “te vas a hacer madrileña”? No señoras, a no ser que volviese atrás 25 años y me diesen a luz en Madrid, es imposible.

¿Por qué nos metemos en la cama cuando nos pintamos las uñas? Porque o nos las jodemos con las sábanas o con cualquier otra cosa, asique lo más cómodo es la cama.

¿Por qué lo llamamos ilusión cuando queremos decir “ansia viva”? O envidia… eso es la Lotería de Navidad. La compramos básicamente por si toca en nuestro entorno, que no nos perdonaríamos estar en casa el 22 de diciembre mientras los demás descorchan botellas de champán.

¿Por qué si el tren va por buen camino para llegar bien de hora, se para a 500 metros de Atocha? Pues porque tiene una reputación que no puede perder, si la gente se entera que va llegando a su hora incluso podrían verlo como algo normal.

¿Por qué tiene que ser todo como el anuncio del Scirocco… siempre lo mismo? Porque hasta que no se vaya depurando la remesa de clientes de El Corte Inglés y todos sepan firmar en pantallas siempre dirán lo mismo, porque hasta que no inventen una ventosa todopoderosa para el GPS no tendremos los medios suficientes para vagar por las carreteras de España sin tener que parar a preguntar, porque somos unos incrédulos y unos pesimistas que seguiremos pensando que “esas cosas no tocan”, porque cuando estás 8 horas metido entre camisas y sadopes pierdes la capacidad del reconocimiento de voz sobre tus conocidos, porque en mi DNI va a seguir poniendo que nací en Plasencia, porque seguiremos ansiándonos a la hora de pintarnos las uñas y comprar lotería y porque este maldito tren nunca va a llegar a su hora.

Y con tanta pregunta… he llegado a mi destino. Asique simplemente os diré que, haciendo caso omiso a Casa Tarradellas, hay que renovarse o morir… Y para ello esta nueva entrada, que si no se me muere el blog.

martes, 1 de noviembre de 2011

De qué tipo eres tú??


Pánico en la red

O al menos preocupación… eso deberíamos sentir si analizásemos el tema de las redes sociales. No me voy a poner en plan experta sobre el tema, porque no lo soy, ni esperáis eso de mí, asique voy a tratar el tema desde una perspectiva más a mi manera.

Redes sociales… No sé, ni voy a buscarlo, cómo aparecieron (tengo alguna amiga que se dedica a esto y podría matarme por mi falta de precisión ;D ), no sé cuáles fueron las primeras, su evolución, ni nada, pero puedo hacer una aproximación al tema desde mi propio punto de vista. Estoy convencida de que esta idea la tienen desde antes de Cristo, sólo que les faltaba infraestructura para plasmarla. Pero ya me imagino yo ahí a Jesucristo creando un evento vía Facebook, invitando a los 12 apóstoles a una cena, y los otros poniéndole a parir en un privado paralelo a este evento… O esa María, quedando con alguno por el Badoo, liándola parda, y luego contándole a los vecinos la milonga de: “uys, pues yo no sé de dónde ha podido salir este niño…!!”

Hace un par de meses, Guti reventaba a través de Twitter la exclusiva sobre su ruptura con su novia, Noelia. O el caso de Alejandro Sanz que, además de sus famosas meteduras de pata, también mete otras cosas y le salen hijos por el mundo, lo cual también anuncia en Twitter. Esto hace pensar varias cosas, lo primero, la poca estabilidad sentimental que tienen estos famosillos, lo segundo, que hemos llegado a un punto de contar nuestra vida con todo tipo de detalles.

Bajamos al nivel de estar por casa, al del ciudadano medio, que no tiene nada que envidiar a los de la farándula, puesto que no tiene estabilidad (de ningún tipo, en este caso), y se empeña en contar su día a día en las redes. No obstante, tampoco podemos meter a todos en el mismo saco, porque hay muchas formas de darle uso a las redes sociales dependiendo del usuario, es aquí donde me atrevo a hacer una clasificación de especies:

1.- El fantasma: tiene perfil, pero no se sabe para qué, sin foto principal, sin información,… También podemos considerarlo como voyeur, por aquello de que este sujeto mira sin que se le vea… En el caso del Twitter, es poco atractivo, porque la imagen que esta red te planta por defecto es un huevo… En el Tuenti, como no suele tener actualizaciones, se le planta al final de la lista de amigos, por lo que no recuerdas ni siquiera tener este amigo, y en Facebook es un poco más salvable su presencia porque se camufla entre los demás.

2.- El que hace acto de presencia: sujeto que se crea un perfil en una o varias redes, rellena cuatro datos básicos sobre su identidad, pone alguna fotillo (normalmente de espaldas), capa todo tipo de acceso a sus datos,…

3.- El Red-Adicto: vive EN, POR y PARA las redes. Estos sujetos no sé de dónde sacan los amigos, porque si están 24 horas en las redes… ¿cuándo salen a la calle para poder conocer gente a la que luego agregar? Bueno, esto explicaría esas peticiones de amistad de gente a la que no conoces que te dice “hola, qué tal?” y a la que tu respondes “Ignorar”. El caso, los saquen de donde los saquen, los tienen (yo creo que a punta de pistola, porque algunos tienen hasta miles de amigos!). Estos sujetos retransmiten el segundo a segundo de su vida. Desde que se levantan, hasta que se acuestan, pasando por lo que comen, lo que sienten, lo que piensan, y hasta lo que mean. Facebook y en conjunto con los Smartphones, aprovechándose de esto, ha decidido poner a disposición del usuario la opción de indicar dónde y con quién estás (como ponerle una bolsa de coca a Amy, que en paz descanse, en el moño… sabes que es carne de cañón). Lo malo es que Facebook da por hecho que todos somos así, y decide lanzar estas opciones activándolas por defecto, y cuando te da por poner una publicación neutra, como puede ser un vídeo musical te pone “cerca de Ibiza”, joder! Y yo diciendo en el trabajo que estoy en la cama con 40 de fiebre! En fin, volviendo al “redadicto”, si tienes un amigo que padezca esta patología, quitarle el móvil antes de salir de fiesta, que te narra el pedal desde la primera copa hasta la resaca.

4.- Choni 2.0: identificarás a este tipo de usuario por:

  • Su nombre y apellidos, dignos de reflexión. Normalmente compuestos por el color del pelo distorsionado con diminutivos y haches y, como apellidos, alguna frase profunda que dedican a su “Jonathan” o a su “Jenny”, y algún dato que consideren relevante sobre su persona. Es muy sencillo y fácil crear un nombre choni para las redes sociales, tú mismo puedes hacerlo. Por ejemplo, en mi caso, podría ponerme Morenitahh Susquierocompañeros Mevoyalparo.
  •  Por su foto de perfil: probablemente será una autofoto sacada en el baño, con la tapa del váter levantada como atrezo, eso sí, con el pelo bien alisadito con la GHD, piercing en alguna parte de la cara, cara de intento de golfa y el wonderbra a pleno rendimiento. Por si fuera poca la parafernalia de la foto, el rasgo que nos facilitará la localización de estos sujetos Choni 2.0 será el tuneo de dicha foto con letras de colores estridentes y estrellitas alrededor. Las frases más comunes son TQ*, Os amooohh, Eres mi viahh,…
  •  Sus estados: gente expresiva donde las haya. Partiendo de su nombre… qué no pondrán en su estado!! Desde “Reshulón te quierohh mushooo, eres mi viahhh” hasta “Zorra, como te coja te mato”… pero literal… todo junto. No hay nada como una barra  ( / )  para separar dos frases tan dispares y quedarse tan ancho. Pero los hay tan profesionales, que se atreven a hacer la mezcla en bruto… sin la barra… Aquí también se suelen incluir ornamentos como corazones (L) o estrellas (*)
  •  El contenido de su tablón o comentarios: aquí ya vemos al sujeto en su hábitat natural, interactuando con otros miembros de la especie, por regla general, de la misma especie… No hace falta mucho para imaginarse el tipo de comentarios a los que puede dar lugar esta relación. “TQQQQQQQQQQ” “Yo te amooooohhhhhhhh” “Eres la mejoooorr”. Vamos, lo que viene siendo una continua exaltación de la amistad, síntoma claro de embriaguez. Pero no todo son halagos, cuando el sujeto Choni 2.0 se pone serio… ojo! Se puede desencadenar una verdadera batalla campal en el muro. Las faltas de ortografía son un síntoma claro de este tipo de usuarios.
  •  Las fotos: la foto de perfil es un simple preámbulo de la galería de los horrores que podemos encontrar a lo largo de las 4000 fotos etiquetadas del sujeto en cuestión. Ahora se lleva mucho eso de tunear una foto poniendo “Sus quiero” y esas cosas, y la persona que lo hace etiqueta a esa laaarga lista de amigos llamados Morenoohh Elmaschulo Jenitequiero, Rubitahh Tenecesitoamilado Estoymuloca… Esto implica que las personas etiquetadas tienen que exaltar mucho la amistad con el que ha subido la foto y deshacerse en halagos y “te quieros”, entrando en una competición sobre quién se quiere más. Pues eso, de las 4000 fotos, 1000 serán de estas, otras 1000 serán de las que parecen catálogos de cuartos de baño, otras 1000 serán de sesiones de fotos de coña que te puedes echar con las amigas para unas risas (pero estos sujetos lo suben, sea como sea) y las otras 1000 fotos de fiesta (con tupés, minifaldas, el wonderbra, gafas de plástico de colores,…)

5.- El culto: persona que quiere dar el pego y parecer culto a través de las redes. Lo consigue de la siguiente manera, no entra al trapo en arbitrariedades sobre grupos graciosos; no publica ni comenta estados graciosos; no cuelga fotos de fiesta; publica enlaces sobre “noticias serias” sobre el Euribor, el paro, el cambio climático,…; en el caso del Twitter sigue a gente del mundo político y cultural (no sigue a gente que dice chorradas varias como @_Celita_ o @En2012acabo); y, en caso de subir alguna foto, no mostrará que se lo pasa bien en ningún momento, todas serán fotos de estilo “bohemio”, mirando al infinito o con paisajes.

6.- El equilibrado: sujeto moderado, que hace uso de las redes sociales para una mezcla de todas las anteriores tipologías. Un poquito de no conectarse mucho para no parecer un friki, un poquito de poner música, un poquito de risas, un poquito de enlaces cultos, vena amorosa en determinadas ocasiones,… No se sabe si esto en realidad es porque es más coherente, porque aparenta serlo o porque no se aclara.

7.- El ausente: ese sujeto que se resiste a estar en las redes. Vive felizmente en su vida 1.0 y cree que así será más feliz y mejor persona… Esta gente se empeña en vivir fuera de la red como cuando las abuelas se empeñan en no meter el dinero en el banco, porque te lo roban… más seguro meterlo en un ladrillo. Luego no se entera de los eventos, no ve las fotos que le sacan cuando sale de fiesta, no se entera de los cumpleaños de la gente (porque sí, todos nos enteramos cuando nos lo notifica alguna red),… y lo peor de todo, no se enteran cuando publico una entrada nueva en mi blog.

Hay otros muchos tipos de amigos, como flores en el campo, pero es mucha tela ya…
Asique simplemente, queridos amigos, una recomendación universal, seáis del tipo que seáis, no mezclar alcohol con redes sociales. Algunos, como Alejandro Sanz (otra vez), tienen peligro sobrios, sólo con conectarse, pero eso son casos aislados. Y ahora que está tan de moda el Whatsapp, verificar que el destinatario de los mensajes es realmente la misma persona a la que realmente queremos enviárselos.

Asique, como dijeron en su día los de CocaCola, para los presentes, para los adictos, para las chonis, para los cultos,… para todos, esta entrada nueva, y por favor, para esos ausentes que se resisten… imprimírsela en papel.