martes, 18 de octubre de 2011

El fin de la era "Corte Inglés"

Tras 5 años ejerciendo como profesional de la venta de ropa (como dependienta, que se suele decir), los 3 y medio últimos en El Corte Inglés, dándole coba a la carrera, celebrando domingos y festivos a la japonesa, poniendo como excusa para no reunirme con mis amigas esa fea costumbre de trabajar cuando todo el mundo libra,… pues eso, después de todo esto, por fin puedo dar la noticia… me voy!!

Sí, es la misma frase que digo todos los días a las 9 de la noche, y no publico una entrada sobre esto todos los días… pero es que esta vez tiene un toque distinto, y es que me voy, pero mañana las 12 no vuelvo (esto sí es un decir, porque me quedan 10 días para seguir diciendo que me voy). De ahí el título, no sufrir, que es a nivel personal, estará un poquito en declive, pero me parece precipitado hablar del fin…

Entrando en un bucle con mi entrada anterior sobre mi carrera de fondo que tiene serios problemas de identidad sobre si es una simple carrera de letras o si ha mutado a ingeniería, diré que esta decisión está ligada al objetivo que me marcaba en el último párrafo de esta entrada. Segundo de carrera, llegas a mayo, apruebas todo, pasas 5 meses sabáticos y piensas: “me aburro”. Este pensamiento se une al hecho de que eres una tía con facilidades para el estudio, que te crees que, porque un día te hayas leído unos apuntes en el metro y hayas aprobado el examen, no necesitas tiempo en el mundo para hacer las cosas de clase y tener vida. Entonces, estos dos factores se juntan dando lugar a una acción autodestructiva… metes tu curriculum (hasta entonces vacío, como si meto el DNI… nombre, apellidos, dirección y poco más) en Infojobs y tienes la mala suerte de que te llaman para trabajar en Springfield y, lo que es peor, te cogen…

Dos días después te ves currando en el Gitanoski (el nombre de pila del Eroski de Entrevías), lidiando con los “tanogis” que pretenden regatear con los precios de la ropa como si del rastro se tratara, presenciando el desembarco de Normandía versión gitanil los días 23 de diciembre, viviendo bajo la tensión de la posible aparición de un “mystery shopper”, reptando cada vez que entraba o salía de la tienda para evitar que el “cuenta personas” detectase mi presencia y nos bajase la media de venta (hecho que hoy en día, cada vez que entro en una tienda del Grupo Cortefiel, sigo presenciando),… en fin, iniciándome en la profesión.

Pasaron los meses y para aquel entonces ya me iba percatando de lo malo del asunto… no podía ir a mi casa-casa tan a menudo como me hubiese gustado, para ir en Navidades tenía que hacer malabares, reduje mi fin de semana de dos días a uno, y (granito de arena que ya empezaba a formar la montaña) no tenía mucho tiempo ni ganas para estudiar. Creo que en la Complutense ya se estaban frotando las manos pensando lo que iba a dar de sí mi estancia por sus aulas…

En un alarde de lucidez, decidí irme… pero la oscuridad volvió a mi mente, y 10 días después estaba enloqueciendo en la planta sótano de una tienda de Hermosilla que en su día era muy fashion y muy cara, pero que no entraba ni Dios, y cuando entraban era para tocarme las narices. 20 días duró mi estancia en Fridays Project (sí, lo que en principio era tienda multimarca con una mezcla rara entre marcas hiper caras y su propia marca, que luego se quedaron con su propia marca y que, a día de hoy, ha mutado hasta convertirse en Shana). Un sábado por la tarde tenía que ir a trabajar y había venido mi hermana a Madrid con su novio y se iban a ir por ahí, asique, como estaba en el periodo de prueba, mi mente te debatía entre irme con ellos a tomar algo o entrarme los mil males al girar Serrano para meterme en Hermosilla y que me viniese el olor del ambientador de Armani con el que fumigábamos la tienda (ambientador sacado de una colonia de Armani que, contradictoriamente, he usado mucho tiempo después). Por tanto, entre vestirme y pintarme, como la que se echa el rimel, redacté una cartita de autosalvación que me daba el pase para disfrutar de una tarde de sábado libre y días posteriores.

Parece ser que me iba encaminando, y como ya le había pillado el gusto a eso de trabajar, combiné el sentido común con las ganas de hacer algo. Me busqué un trabajo de promotora de GPS para la campaña de Navidad, días sueltos, buen horario y con limitación de fecha. Esta fue la primera vez que tuve contacto con El Corte Inglés, y no sabía yo que unos meses después iba a pasar una laarga temporada en él… En fin, volviendo a los GPS, de este trabajo ya fui aprendiendo el modus operandi de El Corte Inglés y sus trabajadores, y me enseñó cosas como que a la hora de comprarte un aparato electrónico no tienes que confiar necesariamente en el vendedor… todos sabemos leer la caja… Finalizan mis navidades convenciendo a la gente para que me compren GPS y finaliza mi contrato…

Nos situamos en enero del 2008... Enero, antesala de los exámenes de febrero… Muchos de vosotros ya estaréis respirando tranquilos pensando: “menos mal que reencaminó su carrera y dedicó ese mes a sus estudios…”. Error. Cualquiera que haya paseado conmigo conoce la capacidad que tengo para tropezar andando por ciudad en zapatos planos (que, curiosamente, se compensa con el arte que tengo para ir andando por el campo), pues eso, que tropiezo mucho… y esto me lo llevo a la vida… y vuelvo a tropezar… No pasa ni una semana desde que termino con los GPS y ya estoy en el Gitanoski recuperando mi antiguo puesto. No contenta con sólo volver, volví a lo grande. Esta gente, que tantos cursos sobre técnicas de venta me habían dado, eran expertos en marketing, y me vendieron el puesto de “encargada” de sección muy bien. Por tanto, me incorporé con un poquito más de sueldo, unas cuantas horas más, todas las responsabilidades del mundo más, y relación hartura-estancia mucho más elevada. Asique, haciendo la judiada del siglo, le cogí la tarjetita a un señor que nos ofreció hacernos una entrevista para irnos a otro lado y en dos meses estaba poniendo fin a mi regreso.

Y nos situamos en la última etapa, en la que me hallo actualmente y por poco tiempo más. Marzo del 2008, unas compañeras y yo vamos a hacer una entrevista con ese misterioso señor (misterioso porque era de estos que captan gente porque trabajan para una empresa de recursos humanos, que conste, que puede sonar raro), y al bajar las escaleras del edificio ya me estaba llamando para que subiese otra vez, que tenían un puesto para mí… una empresa llamada Mirto buscaba personal. Mirto… “ah, si! Esa marca de deportes, Mito, no??”, frase que llevo escuchando 3 años y medio… hasta que alguien dice: “ah si! Mi padre tiene camisas de Mirto, que mi madre dice que se planchan muy bien!”, sii señores, esa es, la de las camisas transpirables de fácil plancha… El caso, que después de que el señor que tenía que escogerme para trabajar allí me dijese que no quería mujeres, que luego dábamos problemas, creo que decidió correr el riesgo y aterricé en, nada mas y nada menos, que el departamento de Tallas Grandes de Caballero, oigan… Allí aparcada entre una columnita y dos muebles (ojo, con el tiempo he ido ganando terreno y hace unos meses me enviaron un mueble que eclipsa totalmente al tiburón favorito de los chinos…). Hay quien asegura que en todo este tiempo no me he movido de ahí, pero prometo que he currado lo mío. Cuando los bracitos no te dan para medir el contorno de un tío de la talla 60, cuando tus clientes confunden los probadores con los baños, cuando intentas llamar a otro centro y combinando mal la extensión del departamento con la de un centro distinto acabas llamando al despacho del director de ese centro, cuando un cliente monta el pollo porque no encuentras sus pantalones que finalmente descubres que compró en Castellana, y un largo etcétera, cuando pasan todas estas cosas, mis horas de gloria en la columna están más que justificadas.

Pero no todo es malo, de hecho, lo malo es una parte mínima perfectamente soportable con todo lo bueno que me llevo. Aprender un nuevo “idioma” (para poder hablar delante de los “sadopes” sin que sepan lo que dices, vocablos que acabas extrapolando a tu vida en general), las cenitas de Navidad, salir de fiesta, los sándwich de los inventarios y las rebajas, las anécdotas con los “sadopes”, el cafetito de los fines de semana, y, sobre todo, la gente. Compañeros a los que he visto en 3 años y medio más horas que a cualquiera de mi familia (y que alguno hasta ha llegado a formar parte de ella), con los que he pasado domingos, festivos, noches de Reyes, y el día a día en general. Compañeros de los que he aprendido mucho, gente muy diferente, pero con cosas de las que aprender y con las que quedarse. Me llevo amigos, conocidos y, nunca viene mal, posibles contactos a los que recurrir si en un añito soy una periodista en paro.

En fin, que entre columna y mueblecitos… han pasado 3 años y medio desde que ingresé en lo que muchos se empeñan en calificar como una secta, y bueno, pueden tener razón, porque la verdad es que no sé qué será pero acaba enganchando. Pero bueno… en 10 días me “desapunto”.

Cambios sustanciales… modificar mi perfil de Twitter (ya no mataré el rato vendiendo camisas), eliminación de la sección de mi armario dedicada a cantidades ingentes de ropa negra, aumento de mi vida social y noción de lo que son los fines de semana y fiestas de guardar (como se decía en algo religioso…), y sobretodo, que gracias a mi marcha se me ha ocurrido esta nueva entrada para mi blog, con documento gráfico incluido, en honor a todas esas personas que cuando vayamos a comprar y oigamos: “el teclien este es un sadope” como mínimo nos joderá…

Vídeo ECI
http://www.youtube.com/watch?v=anx8gtxz5i4

Y, ahora sí… Me voy!