miércoles, 18 de enero de 2012

Un Secador en la Maleta: "Berlín"

Siguiendo la serie de aventuras en viajes que me he montado, esta vez aterrizamos en Berlín

De milagro, porque ya anunciaba una servidora esa mañana de Diciembre que la maldita niebla nos la iba a jugar. Si llegamos a hacer como Alaska, que se mete un chute de lo que se meta para dormirse durante los vuelos, podríamos haber despertado al cabo de las 3 horas y pico que dura el vuelo Madrid-Berlín y la situación hubiese sido la misma que la del principio. Menos mal que las Navidades vienen cargadas de productos típicos y la gente lleva turrón hasta en los aviones, eso sí, tras acabar con todas las reservas de bocadillos que Vueling puede llevar en un avión.

Después de aguantar 3 horas las idas y venidas del piloto, que para hacerle el lío a nuestra mente planteaba rompecabezas como “la hora estimada de despegue es dentro de una hora”, al cabo de 30 minutos “ha aumentado la demora, 1 hora más”, a los 20 minutos “vamos a despegar 15 minutos antes de lo previsto”,… entonces, como si de un problema de matemáticas se tratara, en el que un pastor tiene 15 vacas, vende 5, compra 8, mueren 4 y al final al hombre le toca la lotería y se retira. Pues eso, que como si de un problema de estos se tratase, ves que te han tenido liada 3 horas.

Entonces se da el milagro, y aquello anda… anda, anda, anda… vamos, que yo llegué a pensar que estábamos yendo por carretera, lo cual me daba hasta más seguridad. Pero no, despegamos, nos tomamos el colacao y a dormir. Otras 3 horas, las mismas de parón, estamos en el aire manteniendo el tipo mientras te quedas dormida con la boca abierta y das cabezazos, la cosa más sexy del mundo, vamos, que yo no entiendo cuando dicen con toque picarón: “uooo, no te quedes dormida, a ver si te van a hacer algo… ;D”, a ver, alguien se ha fijado en la imagen lamentable que damos cuando nos quedamos sobados en los transportes públicos…? Pues eso, no necesita más explicación.

Y por fin llegamos a Berlín, a algún punto de Berlín… y es que, por si la niebla no nos había jodido ya lo suficiente, tenía que dar la traca final y hacer que nos soltasen en un aeropuerto aleatorio. Menos mal que somos chicas de recursos, aventureras natas, unas luchadoras de la vida,… y cogimos un taxi, cual Preysler. Aunque para Preysler el caniche gruñón reencarnado en señora que esperaba la cola por el lado contrario (la del taxi, ojo) y que, para no olvidar esta nuestra tierra, para demostrar que el vuelo llegaba cargado de españoles, nos gritaba a las 3 de la mañana como cuando llegas borracho a casa y está tu madre levantada con el camisón y los ojos pegados. Dicha elementa, la señora, nos gritaba que nos estábamos intentando colar.

Qué problema hay en España con las colas, es ver una cola y ya la estamos liando (explicación del triunfo de Lequio o Dinio, entre otros). Fuese cual fuese la razón de esta señora, no nos intentamos colar, nos colamos, sin intento.

Tras dejar atrás a las de la López Ibor, nos montamos en el taxi que nos iba a dejar en nuestro maravilloso hotel cuya estampa de bienvenida fue lo que parecía una célula terrorista de árabe-coreanos que jugaban a las cartas en una mesa de la recepción. Ahí es cuando recuerdas lo de que las estrellas de los hoteles son muy relativas. Pero bueno, era solo un elemento más para la noche que nos había salido torcida, el hotel finalmente resultó ser aceptable.


East Side Gallery y su metáfora sobre cómo llegamos... destruídas, pero llegamos...

Y superada esta prueba, la llegada, cuatro días de frío, caminatas, cervezas y salchichas que nos os voy a contar con detalle, que eso es para los abonados. Eso sí, unos consejitos por si os da por encaramaros a un avión para acabar en esta ciudad:

-    No contentos con la experiencia histórica, parece ser que esta gente tiene afición por el gas. Ojo al comprar agua porque parece ser que si aquí tenemos excedente de champú de caballo (y para el que no lo pille, que se lea mi entrada anterior), allí aún les sobra gas y lo meten en el agua.

-    No revelar nunca tu ubicación, y menos si te llaman de tu banco y te encuentras en mitad de un campo de concentración. Decir: "es que me pillas en un campo de concentración" fuera de contexto no tiene mucho sentido y además, con eso no vas a conseguir que te bajen las comisiones…

-    Si el perro de Heidi, es decir, la niebla, te ha intentado boicotear el viaje, es normal que luego tengas traumas. Te acostumbras a que los transportes no salen a su debido momento y claro, te montas en el cercanías y cuando te estás quejando de que ponía que en 3 minutos salía, resulta que ya te están diciendo que has llegado al destino.

-    Si vais en Navidad y veis una plataforma gigante llena de luces, girando, con camellos, gente que lleva oro y, dicen, incienso, uno descamisaó con los pelos largos en lo alto,… no es un garito, son los belenes giratorios que parecen ser típicos de la zona. De todos modos, si hay un elemento clave por el que te darás cuenta de que eso no es un garito, es que hay una virgen, ese personaje histórico que terminará desapareciendo, como los dinosaurios, ya que ver una es cada vez más un hecho insólito.

-    Si no vas a Berlín porque crees que sólo hay cervezas, salchichas gigantes y rubios tamaño 4x4 (que digo yo: “vaya problema…”), y optas por la modalidad de vuelo Ida/Vuelta Todo en 1 de Vueling (modalidad: te montas durante 3 horas, te bajas y sigues en Madrid), no sabes lo que haces.

Y cuando ya te vas soltando con el alemán (y con el idioma también), toca volver. Consejo de última hora, hay una ley, creo que se llama la Ley Chenoa, que dice que, si algo puede salir mal, saldrá mal. Si llevas 4 días de gloria en Berlín, te manejas los transportes cual autóctona, te ha dado tiempo a ver de todo y hasta te permites el lujo de encajar planes de última hora momentos antes de coger el avión,… agárrate, algo falla.

Efectivamente, con tanta coordinación y tanto plan perfectamente encajado (como la espada del Rey Arturo y otras cosas) hasta has acojonado a los alemanes, y deciden joderte el metro y comentártelo en alemán. Menos mal que siempre te quedará la táctica del taxi, que consiste en coger uno.


East Side Gallery, yo creo que esta pintura tiene algo que ver con los españoles y las colas...

 Ahora sí, en el aeropuerto, vuelta a la realidad. Vuelven las colas, vuelven los problemas. Señoras disfrazadas de gente educada por aquello de llevar un visón que te hacen adelantamientos por la derecha en un carril de aceleración improvisado, listillas que creen que no te saltas las normas porque no sabes, no porque seas civilizado, y demás especímenes poco acostumbrados a las colas (normal, con esas caras…).

Menos mal que no nos podíamos ir con mal sabor de boca y aun nos quedaba pasar el control, donde te desnudas (bueno, va, sólo te quitas las botas, pero con ganas te quedas de quitarte más al ver individuos como el que vengo a describir), y está ese alemán de los que impactan (de momento, a primera vista, no sé qué más impactos podía hacer, porque sólo era un control). Tú pasas, dejas ahí tus cosas, te mira, le miras, te mira, le miras,… piiii piiii piiii, y ahí tienes a tus amigas pitando por el arco de seguridad, con sus pertenencias amontonándose en la cinta andadora mientras les registran y tu te dedicas a otros menesteres.

El caso, que como los muertos, que vuelven a la vida cuando tienen asuntos pendientes, va a ser que hay que volver a Berlín…

Y, aunque no tenga nada que ver con el idioma, como diría David El Gnomo (expresión que yo estoy convencida que significa “que se te caen las bragas” > Slip Bye) Slitz Bye!!

sábado, 14 de enero de 2012

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jueves, 12 de enero de 2012

La dieta de la felicidad

Transcurridos apenas 10 días de enero, un gran porcentaje de la población española ya está haciendo mal las cosas. Efectivamente, vuelvo a no hablar de política, hablo de vosotros, de la gente normal que curra para ganarse los euros, de la gente normal que dice odiar las Navidades, de la gente normal que luego se pasa el mes de diciembre celebrando que Jesús nació… o fue cuando se murió…? Bueno, celebrando que nos vamos a poner como el kiko a base de cochinillos y cucarachas de mar, que nos van a traer cosas los Reyes (que cuando nos enteramos que nuestro novio nos engañaba bien que le dejamos, pero te pasas los primeros años de tu vida pensando que los Reyes existen y cuando te enteras de la verdad no he visto yo a nadie que se pille tal cabreo como para decir: “no me regales más, estoy muy dolida!”). En fin, que sí, que somos gente normal y lo seguiremos siendo mientras la sigamos cagando nada más empezar el año.

Le daré una tregua a lo del fin del mundo, no vaya a ser que sea una falsa alarma a lo teléfono escacharraó, y en realidad no sea que los Mayas hayan anunciado el fin del mundo sino que “las payas hayan anunciado el fin del hurto”, y supondré que vamos a tener unos cuantos eneros más en los que poner en práctica mis consejos.

La idea de que lo hacemos mal es muy sencilla, y es que no han terminado de salir los Reyes Magos del portal cuando ya estamos planeando la lista de propósitos que empezamos “mañana mismo” y que, con tanta ilusión que los planeamos, no nos estamos dando cuenta que van a ser la maldita causa de todos nuestros males y frustraciones a lo largo del año.




Empezamos el año con la frase más absurda que se ha creado en la vida: “Año Nuevo, Vida Nueva” (que yo sepa, la vida es la que llevamos acumulando algunas 25 años, otros 30, otros 13,… y no nos la recargan cada 1 de enero… al revés, nos la van desgastando).

Como cuando sales de fiesta con muchas ganas, que luego pasas una noche de mierda, esto es igual. Empiezas el año con todas tus ganas de dejar de fumar, de ahorrar, de ponerte pivonazo, de terminar la carrera (esto a la gente normal le suele pasar durante un enero de su vida, a otras se nos repite como si fuese un dejavú constante), o, para los más atrevidos, echarse novia y otras formas de suicidio.

De momento, el día 1 estás borracho y comiendo churros a las 11 de la mañana, la dieta y el abandono de otros vicios tendrán que esperar. Es festivo, por lo que no te puedes ir a apuntar al gimnasio, ejercicio físico, a la espera también.

El día 2 vas recuperando la cordura y ejerces la dieta a base de la resaca que tienes que no puedes ni comer, es decir, dieta forzosa.  El 3 ya te ves fuerte y a la que vuelves de comprar los regalos de Reyes, te apuntas al gimnasio, te acaban de hacer la envolvente y has pagado una cuota anual de la cual no vas a amortizar ni la toalla que te han regalado. Muy bien, vas por el buen camino de la belleza, pero has olvidado algo… lo de ahorrar. Caes en ese error, y es tal la culpabilidad que te hinchas a comer… a día 3 y ya estás hundido en la miseria.

El día 4 comienzas otra vez tus propósitos: “venga, hoy sí que sí, empiezo” Y efectivamente, no gastas, porque no te queda ni un euro, y no comes, porque tienes indigestión del día anterior.

Los días 5 (los de la rima muy bien, muy hábiles) y 6 abandonas la dieta porque hay que comerse el roscón, que es tradición… claro, también es tradición que si te encuentras el haba que viene dentro, pagues, y yo no veo pagar a nadie. Otra muestra de lo malquedas que somos y lo que nos gusta prometer cosas que no vamos a hacer.

El caso, que llegamos al día 7, el día 7 va a ser el nuevo día 1 de enero. Este es el verdadero origen del universo, quitamos la decoración de burdel que tenemos en las casas (a nivel de poblaciones la cosa va más lenta, que vas en marzo por la calle y no sabes si es que te han puesto una “sauna” nueva en el barrio o es que son resquicios de la luces de Navidad), los que han tenido vacaciones de Navidad, se afeitan, se visten de persona seria sin esos gorros que se ha aficionado a llevar ahora la gente con la simple excusa de que es Navidad,…En resumen, comienza la vida de verdad, y te pones serio con el listado.

Lo que no sabe ese listado (tú sí, porque todos los años lo haces) es que 15 días más tarde va a ser abandonado, para volver a ser rescatado un año más tarde. Al final, entre los cumpleaños; la Semana Santa; los puentes; el salir; las vacaciones; las multas que te llegan porque tú, que no sueltas el coche ni para sacar al perro (hecho verídico, en mi barrio hay uno que saca al perro en moto), has interpretado que lo de salir a correr era con el coche; las cañas; las tapitas del bar;… entre todo eso, ni pierdes kilos, ni ganas dinero ni te conviertes en esa persona imaginaria que alberga en tu mente.

Y es que al fin y al cabo, ¿qué son los propósitos? Lo que nos gustaría ser en realidad, y nos la sopla por completo que sean cosas realistas o no. Nos da igual tener la experiencia de no sé cuántos años anteriores. Nos da igual que tengamos 30 años y ya no vayamos a crecer más porque el crecimiento se te ha detenido casi una década atrás, nosotros queremos ser más altos, más guapos (y para eso, un secreto, no hace falta esperar al 1 de enero, te vas a la Clínica Menorca cuando te plazca y te hacen un apaño) y más listos. Y como no lo conseguimos, porque sabemos que nunca hemos tenido fuerza de voluntad ni tiempo para ir al gimnasio, que no nos vamos a resistir a comernos la tarta de tres chocolates que hace nuestra madre, que no vamos a dejar de fumar porque otro de los propósitos era ser mejor persona y el mono te pone de mala leche,… pues nos frustramos, y pasamos el resto de año lamentándonos por ello.

Entonces, propongo yo lo siguiente: ¿por qué no hacemos como el rey que aparece en el libro de “El Principito” y nos proponemos cosas razonables? Y es que, si le pedimos al Sol que se apague y no lo hace, ¿de quién es la culpa? ¿Del Sol, por desobediente? No, nuestra, por pedir cosas imposibles.



Que lo de “seamos realistas, pidamos lo imposible”, está muy bien para una revolución. Que como dicen Maldita Nerea “los imposibles también existen”. Adidas, con su “Impossible is nothing”. Pero señores… para una cosa que nos proponemos de verdad como aliciente para la vida, no le pidamos peras al olmo.

Y una vez que tengamos esos propósitos razonables delimitados, ¿por qué no los incorporamos a nuestra vida cotidiana? En vez de intentar ser mejor persona a partir del 1 de enero, actúa como tal todo el año; en vez de proponerte hacer deporte para la operación bikini, prácticalo todo el año; en vez de agobiarte por el dinero en enero, ahorra todo el año; en vez de intentar abandonar los vicios tras la Navidad, no lo hagas durante el año;... y hasta aquí, porque también hay que vivir.

De todos modos, no te sientas mal si has caído en este error de los imposibles, las estadísticas demuestran que no estás solo. En estos datos se muestra  que en enero cae la venta de tabaco, aumentan las altas en los gimnasios, aumenta el número de divorcios, las consultas de los endocrinos se llenan,…

Y es que al final esto es un bucle, los propósitos nos hunden a mitad de año, pero en diciembre resurgimos como el Ave Fénix y la ilusión con la que vuelves a decir las mismas tonterías que hace un año provocan sobre los propósitos ese efecto que dicen los del Atletico de Madrid, que “te matan, te dan la vida”.

Y sobre todo, no olvidéis que, si hay un propósito que está al alcance de vuestras posibilidades, ese es leerme!!

martes, 3 de enero de 2012

Los cafés que no nos dimos


Si hay algún negocio que para nada debe haber notado el asunto de la crisis, es más, se debe estar beneficiando, es el bar en el que la gente queda para tomarse los cafés de “a ver si nos tomamos un café”.

¿Quién no tiene una lista de cafés pendientes? Cuando nos vamos de un trabajo, cuando nos encontramos con gente a la que no vemos hace tiempo, cuando nos cruzamos por las escaleras con la vecina del primero con la que solías mantener una amistad,… cuando hay encuentros, en general, tenemos la manía de decir: “nos llamamos y nos tomamos algo”, ¿por qué mentimos? Si queremos tomarnos algo, nos llamamos y nos tomamos algo, no hacemos la solicitud previa y publicación en el BOE.

Decía que ese bar de “a ver si nos tomamos un café” (ojo, que no “haber si nos tomamos un café”, que ya llevo varias entradas haciendo campaña contra esta patada lingüística), pues eso, que decía que se ve beneficiado porque en épocas de crisis la gente es despedida, por lo que tiene que dejar atrás a los compañeros de trabajo, y esto se retroalimenta en que, como están aburridos en sus casas, deciden proponer “cafeses” a diestro y siniestro, que alguno colará.

El café… ese elemento de unión entra las personas, que a mí me pone tan de los nervios (el café, no la unión entre personas, de hecho me parece muy bien la unión entre personas), esa excusa para quedar con alguien o intentar retomar una relación, incluso para comenzarla. El café, con tantas modalidades, cada una con personalidad propia, como dice Clooney (a este pronto le íbamos a rechazar un café… ya, ya…).

Precisamente podríamos clasificar a las personas que proponen cafés al igual que las variedades que existen de estos:

-          Irlandés, que lleva alcohol. Típica persona que te encuentras en estado ebrio y te demuestra la ya conocida “exaltación de la amistad”, que no tienes, y te propone uno de esos cafés.

-          Solo, pues eso, que está más solo que la una. Y que al igual que cuando la gente se entera que no tienes novio resulta que tus fotos del Facebook son las más chulas de la red, en un afán de modificar el “Me Gusta” por “Me Gustas”, pues lo que digo, que al igual que hacen esto, los personajes solitarios proponen cafés.

-          Con leche, probablemente, también esté solo… mejor no pensarlo.

-          Bombón, con ese sí quedas, eh…

-          Descafeinado, esta gente que no te aporta nada, que de verdad tiene ganas de quedar, o no, qué sabemos, pero que ni fu ni fa.

-          Cortado, que en un momento de euforia te propone un café pero cuando quieres materializarlo se echa para atrás por el miedo escénico.

-          Tostado, esa gente que no se entera de nada, y para salir del paso de su torrija van proponiendo cafés.

Ese bar del que os hablaba al principio ya se forra cuando la gente dice “hablamos para tomarnos una copa” y hasta da cenas. Todas estas intenciones son de los creadores de “A ver si te llamo” y “A ver si nos vemos”. Por favor, compañías telefónicas imaginarias y gafas sin cristal para todos.

El caso es que al igual que dicen eso de “de cobardes están llenos los cementerios”, digo yo que de valientes están llenos los bares de verdad, de esa gente que materializa la intención de quedar y no deja cafés en el limbo, que debe parecer eso un Starbucks. El Starbucks, por cierto, es de gente valiente, solo hay que hacer una comprobación un domingo por la tarde, sea la hora que sea, queda con tus amigos e intenta buscar un hueco en esta cadena de cafeterías, recorre varios kilómetros a la redonda y barre la zona de Madrid centro, no hay más que valientes.

Asique, con esto quiero deciros que os dejéis de tonterías, que dejéis descansar a la cafetería de “Las Intenciones”, como podría llamarse, que si de verdad queréis quedar con alguien lo hagáis, y que si es un decir no lo digáis, que ya está muy visto, y que los cafés imaginarios ni alimentan ni quitan el sueño a nadie. 

Y para terminar, un mensaje para George... Clooney, a ver si nos tomamos... unas confianzas.