jueves, 12 de enero de 2012

La dieta de la felicidad

Transcurridos apenas 10 días de enero, un gran porcentaje de la población española ya está haciendo mal las cosas. Efectivamente, vuelvo a no hablar de política, hablo de vosotros, de la gente normal que curra para ganarse los euros, de la gente normal que dice odiar las Navidades, de la gente normal que luego se pasa el mes de diciembre celebrando que Jesús nació… o fue cuando se murió…? Bueno, celebrando que nos vamos a poner como el kiko a base de cochinillos y cucarachas de mar, que nos van a traer cosas los Reyes (que cuando nos enteramos que nuestro novio nos engañaba bien que le dejamos, pero te pasas los primeros años de tu vida pensando que los Reyes existen y cuando te enteras de la verdad no he visto yo a nadie que se pille tal cabreo como para decir: “no me regales más, estoy muy dolida!”). En fin, que sí, que somos gente normal y lo seguiremos siendo mientras la sigamos cagando nada más empezar el año.

Le daré una tregua a lo del fin del mundo, no vaya a ser que sea una falsa alarma a lo teléfono escacharraó, y en realidad no sea que los Mayas hayan anunciado el fin del mundo sino que “las payas hayan anunciado el fin del hurto”, y supondré que vamos a tener unos cuantos eneros más en los que poner en práctica mis consejos.

La idea de que lo hacemos mal es muy sencilla, y es que no han terminado de salir los Reyes Magos del portal cuando ya estamos planeando la lista de propósitos que empezamos “mañana mismo” y que, con tanta ilusión que los planeamos, no nos estamos dando cuenta que van a ser la maldita causa de todos nuestros males y frustraciones a lo largo del año.




Empezamos el año con la frase más absurda que se ha creado en la vida: “Año Nuevo, Vida Nueva” (que yo sepa, la vida es la que llevamos acumulando algunas 25 años, otros 30, otros 13,… y no nos la recargan cada 1 de enero… al revés, nos la van desgastando).

Como cuando sales de fiesta con muchas ganas, que luego pasas una noche de mierda, esto es igual. Empiezas el año con todas tus ganas de dejar de fumar, de ahorrar, de ponerte pivonazo, de terminar la carrera (esto a la gente normal le suele pasar durante un enero de su vida, a otras se nos repite como si fuese un dejavú constante), o, para los más atrevidos, echarse novia y otras formas de suicidio.

De momento, el día 1 estás borracho y comiendo churros a las 11 de la mañana, la dieta y el abandono de otros vicios tendrán que esperar. Es festivo, por lo que no te puedes ir a apuntar al gimnasio, ejercicio físico, a la espera también.

El día 2 vas recuperando la cordura y ejerces la dieta a base de la resaca que tienes que no puedes ni comer, es decir, dieta forzosa.  El 3 ya te ves fuerte y a la que vuelves de comprar los regalos de Reyes, te apuntas al gimnasio, te acaban de hacer la envolvente y has pagado una cuota anual de la cual no vas a amortizar ni la toalla que te han regalado. Muy bien, vas por el buen camino de la belleza, pero has olvidado algo… lo de ahorrar. Caes en ese error, y es tal la culpabilidad que te hinchas a comer… a día 3 y ya estás hundido en la miseria.

El día 4 comienzas otra vez tus propósitos: “venga, hoy sí que sí, empiezo” Y efectivamente, no gastas, porque no te queda ni un euro, y no comes, porque tienes indigestión del día anterior.

Los días 5 (los de la rima muy bien, muy hábiles) y 6 abandonas la dieta porque hay que comerse el roscón, que es tradición… claro, también es tradición que si te encuentras el haba que viene dentro, pagues, y yo no veo pagar a nadie. Otra muestra de lo malquedas que somos y lo que nos gusta prometer cosas que no vamos a hacer.

El caso, que llegamos al día 7, el día 7 va a ser el nuevo día 1 de enero. Este es el verdadero origen del universo, quitamos la decoración de burdel que tenemos en las casas (a nivel de poblaciones la cosa va más lenta, que vas en marzo por la calle y no sabes si es que te han puesto una “sauna” nueva en el barrio o es que son resquicios de la luces de Navidad), los que han tenido vacaciones de Navidad, se afeitan, se visten de persona seria sin esos gorros que se ha aficionado a llevar ahora la gente con la simple excusa de que es Navidad,…En resumen, comienza la vida de verdad, y te pones serio con el listado.

Lo que no sabe ese listado (tú sí, porque todos los años lo haces) es que 15 días más tarde va a ser abandonado, para volver a ser rescatado un año más tarde. Al final, entre los cumpleaños; la Semana Santa; los puentes; el salir; las vacaciones; las multas que te llegan porque tú, que no sueltas el coche ni para sacar al perro (hecho verídico, en mi barrio hay uno que saca al perro en moto), has interpretado que lo de salir a correr era con el coche; las cañas; las tapitas del bar;… entre todo eso, ni pierdes kilos, ni ganas dinero ni te conviertes en esa persona imaginaria que alberga en tu mente.

Y es que al fin y al cabo, ¿qué son los propósitos? Lo que nos gustaría ser en realidad, y nos la sopla por completo que sean cosas realistas o no. Nos da igual tener la experiencia de no sé cuántos años anteriores. Nos da igual que tengamos 30 años y ya no vayamos a crecer más porque el crecimiento se te ha detenido casi una década atrás, nosotros queremos ser más altos, más guapos (y para eso, un secreto, no hace falta esperar al 1 de enero, te vas a la Clínica Menorca cuando te plazca y te hacen un apaño) y más listos. Y como no lo conseguimos, porque sabemos que nunca hemos tenido fuerza de voluntad ni tiempo para ir al gimnasio, que no nos vamos a resistir a comernos la tarta de tres chocolates que hace nuestra madre, que no vamos a dejar de fumar porque otro de los propósitos era ser mejor persona y el mono te pone de mala leche,… pues nos frustramos, y pasamos el resto de año lamentándonos por ello.

Entonces, propongo yo lo siguiente: ¿por qué no hacemos como el rey que aparece en el libro de “El Principito” y nos proponemos cosas razonables? Y es que, si le pedimos al Sol que se apague y no lo hace, ¿de quién es la culpa? ¿Del Sol, por desobediente? No, nuestra, por pedir cosas imposibles.



Que lo de “seamos realistas, pidamos lo imposible”, está muy bien para una revolución. Que como dicen Maldita Nerea “los imposibles también existen”. Adidas, con su “Impossible is nothing”. Pero señores… para una cosa que nos proponemos de verdad como aliciente para la vida, no le pidamos peras al olmo.

Y una vez que tengamos esos propósitos razonables delimitados, ¿por qué no los incorporamos a nuestra vida cotidiana? En vez de intentar ser mejor persona a partir del 1 de enero, actúa como tal todo el año; en vez de proponerte hacer deporte para la operación bikini, prácticalo todo el año; en vez de agobiarte por el dinero en enero, ahorra todo el año; en vez de intentar abandonar los vicios tras la Navidad, no lo hagas durante el año;... y hasta aquí, porque también hay que vivir.

De todos modos, no te sientas mal si has caído en este error de los imposibles, las estadísticas demuestran que no estás solo. En estos datos se muestra  que en enero cae la venta de tabaco, aumentan las altas en los gimnasios, aumenta el número de divorcios, las consultas de los endocrinos se llenan,…

Y es que al final esto es un bucle, los propósitos nos hunden a mitad de año, pero en diciembre resurgimos como el Ave Fénix y la ilusión con la que vuelves a decir las mismas tonterías que hace un año provocan sobre los propósitos ese efecto que dicen los del Atletico de Madrid, que “te matan, te dan la vida”.

Y sobre todo, no olvidéis que, si hay un propósito que está al alcance de vuestras posibilidades, ese es leerme!!

1 comentario:

  1. jajajaja ke buenoooo. ojala nos recargaran la vida todos los 1 de enero !! =)

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