Si hay algún negocio que para nada debe haber notado el
asunto de la crisis, es más, se debe estar beneficiando, es el bar en el que la
gente queda para tomarse los cafés de “a ver si nos tomamos un café”.
¿Quién no tiene una lista de cafés pendientes? Cuando nos
vamos de un trabajo, cuando nos encontramos con gente a la que no vemos hace
tiempo, cuando nos cruzamos por las escaleras con la vecina del primero con la
que solías mantener una amistad,… cuando hay encuentros, en general, tenemos la
manía de decir: “nos llamamos y nos tomamos algo”, ¿por qué mentimos? Si
queremos tomarnos algo, nos llamamos y nos tomamos algo, no hacemos la
solicitud previa y publicación en el BOE.
Decía que ese bar de “a ver si nos tomamos un café” (ojo,
que no “haber si nos tomamos un café”, que ya llevo varias entradas haciendo
campaña contra esta patada lingüística), pues eso, que decía que se ve
beneficiado porque en épocas de crisis la gente es despedida, por lo que tiene
que dejar atrás a los compañeros de trabajo, y esto se retroalimenta en que,
como están aburridos en sus casas, deciden proponer “cafeses” a diestro y
siniestro, que alguno colará.
El café… ese elemento de unión entra las personas, que a mí
me pone tan de los nervios (el café, no la unión entre personas, de hecho me
parece muy bien la unión entre personas), esa excusa para quedar con alguien o
intentar retomar una relación, incluso para comenzarla. El café, con tantas
modalidades, cada una con personalidad propia, como dice Clooney (a este pronto
le íbamos a rechazar un café… ya, ya…).
Precisamente podríamos clasificar a las personas que
proponen cafés al igual que las variedades que existen de estos:
-
Irlandés, que lleva alcohol. Típica persona que
te encuentras en estado ebrio y te demuestra la ya conocida “exaltación de la
amistad”, que no tienes, y te propone uno de esos cafés.
-
Solo, pues eso, que está más solo que la una. Y
que al igual que cuando la gente se entera que no tienes novio resulta que tus
fotos del Facebook son las más chulas de la red, en un afán de modificar el “Me
Gusta” por “Me Gustas”, pues lo que digo, que al igual que hacen esto, los
personajes solitarios proponen cafés.
-
Con leche, probablemente, también esté solo…
mejor no pensarlo.
-
Bombón, con ese sí quedas, eh…
-
Descafeinado, esta gente que no te aporta nada,
que de verdad tiene ganas de quedar, o no, qué sabemos, pero que ni fu ni fa.
-
Cortado, que en un momento de euforia te propone
un café pero cuando quieres materializarlo se echa para atrás por el miedo
escénico.
-
Tostado, esa gente que no se entera de nada, y
para salir del paso de su torrija van proponiendo cafés.
Ese bar del que os hablaba al principio ya se forra cuando
la gente dice “hablamos para tomarnos una copa” y hasta da cenas. Todas estas
intenciones son de los creadores de “A ver si te llamo” y “A ver si nos vemos”.
Por favor, compañías telefónicas imaginarias y gafas sin cristal para todos.
El caso es que al igual que dicen eso de “de cobardes están
llenos los cementerios”, digo yo que de valientes están llenos los bares de
verdad, de esa gente que materializa la intención de quedar y no deja cafés en
el limbo, que debe parecer eso un Starbucks. El Starbucks, por cierto, es de
gente valiente, solo hay que hacer una comprobación un domingo por la tarde,
sea la hora que sea, queda con tus amigos e intenta buscar un hueco en esta
cadena de cafeterías, recorre varios kilómetros a la redonda y barre la zona de
Madrid centro, no hay más que valientes.
Asique, con esto quiero deciros que os dejéis de tonterías,
que dejéis descansar a la cafetería de “Las Intenciones”, como podría llamarse,
que si de verdad queréis quedar con alguien lo hagáis, y que si es un decir no
lo digáis, que ya está muy visto, y que los cafés imaginarios ni alimentan ni
quitan el sueño a nadie.
Y para terminar, un mensaje para George... Clooney, a ver si nos tomamos... unas confianzas.
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