jueves, 29 de diciembre de 2011

Feliz Año Viejo (porque ya están muy vistos, y de nuevos no tienen nada)


Y si era típico escribir una entrada felicitando la Navidad, lo que “Dios manda” ahora es felicitar el año, ¿no? Pues que no mande tanto y lo pida “por favor”.
 
Pues eso, hoy vengo (no es que venga, porque ya estoy aquí, pero es un decir) a hablaros de los errores, con mención especial a Remedios Cervantes, que tras cagarla en varios concursos de televisión va a hacer cierta la frase de “va a ser peor el Remedio que la enfermedad…”. En fin, creo que los errores son un buen tema ahora que acabamos el año, para delimitar el asunto y saber qué cosas no tenemos que hacer en el año que entra, corto, porque sabemos que se acaba, y al que creo que llegamos tarde, porque de nada nos va a servir remendar nuestros errores ante el fin del mundo, pero por aquello de morir en paz.
 
Empecemos por el final, o por el principio, como lo veáis. El primer gran error que cometemos al empezar el año es que lo empezamos igual que lo acabamos. La continuidad de las 23:59 horas del 31 de diciembre con las 00:00 del 1 de enero del año siguiente es tal que lo mismo que en un momento nos estamos comiendo las uvas, al segundo siguiente, ya en enero del año próximo, te estás atragantando y muriendo de la forma más tonta. Por tanto, primer error: las uvas. No nos engañemos, señores, las famosas uvas de la suerte no son más que un excedente de cosecha de primeros de siglo, al igual que lo es actualmente el champú para caballos que nos intentan vender diciendo que con él te crece más el pelo, es lo mismo, las uvas no dan buena suerte, las uvas te joden la existencia desde el mismo momento que te sientas a la mesa y tienes que dedicar gran parte de tu cena de Nochevieja a pelarlas y sacarles la gracia para poder comértelas luego a gusto. Para eso, digo yo, comamos otras cosas que no haya que pelar y que no nos entren por mal sitio. Es más, si confiamos nuestra buena suerte en las uvas y nos va como nos va… algo estamos haciendo mal.
 
Segundo gran error frente a cada año nuevo que entra: que entras con mal pie, ebria y con tacones. ¿No sería más lógico cenar una sopita y un pescadito a la plancha, como cualquier noche, ponerte tu pijamita y meterte en la cama para descansar y empezar el año nuevo con todas las fuerzas del mundo? No, hay que empezar vestidos cual gitanos, los chicos con trajes que no se han puesto en la vida, y que algunos visten con más gracia que otros (aunque para gracia, estos que parecen haber sido asesorados por la mujer del futuro de Neutrex y llevan unos atuendos así como tirando a plateados) y las mujeres con sus “mejores galas” de palabra de honor, rasos imposibles, brillantes de “Swbaratosky”, terciopelos “vintage” (por aquello de calificarlo de alguna manera, aunque la palabra “terciopelo” ya conlleva una gran carga psicológica…). Y claro, para sobrellevar esas pintas, ¿qué haces? Bebes. Bebes, te lías la servilleta a la cabeza, cuentas cuatro chistes, la lías con las uvas y, si sobrevives al atragantamiento, ya estás en el año nuevo,  borracho. Desde ese momento estás desmantelando todos esos propósitos que hasta esa misma tarde creías tener muy claros (que componen el tercer gran error de todos los años): “este año dejo de beber”, “este año adelgazo”, “este año dejo de fumar”,… Dejaos de tonterías y preocupaos de las cosas importantes, ¿para qué queréis adelgazar, dejar de fumar, de beber, etc.? Para sentiros mejor no, para gustar más, pues tirar por el camino fácil y proponeos: “este año voy a mojar más”.
 
Bueno, pues ya hemos sobrevivido a las uvas, ya estamos borrachos y ahora toca lucir los gitanismos por ahí, asique tú, que eres un valiente, decides pagar 100 euros para meterte en un garito abarrotado de gente para jugarte de nuevo la vida y morir por avalancha, ataque de agorafobia o deshidratación por falta de bebida, que te tardan en servir 2 horas. Ahora está muy de moda decir “a mí cada vez me gusta menos salir en Nochevieja, si luego es la peor noche para salir, te gastas una pasta, es cuando menos rato estás por ahí, tardas un montón en pedir,…” un lumbreras es que haya descubierto esto… pero lamento comunicaros que la Nochevieja ha sido la misma mierda toda la vida lo único que os estáis haciendo mayores, o envejeciendo, como mejor os suene, y lo mismo que ahora no te motiva nada hacer botellón en la calle o ponerte a gritar frente a Justin Bieber, pues tampoco te motiva hacinarte en el New Guarramond o similares (aumentando así el porcentaje de carnes lozanas por metro cuadrado). Ahora lo que se lleva es abandonar el país (un consejo para aquellos que lo hagan: si te vas fuera de España a celebrar la Nochevieja, lo estás haciendo bien, no la cagues volviendo), irse en plan rural, ocupar casas ajenas o, mutación del sector de modernos, irse a las fiestas de Año Nuevo. Sea cual sea la modalidad de celebrar la Nochevieja, esta fiesta es más merecedora de llamarse Semana Santa que lo que viene luego por allá por Marzo o Abril. Nos pasamos el último mes y pico del año jodidos, jodidos por las deudas, los errores cometidos durante el año, porque vemos que se nos ha pasado otro año sin pena ni gloria… vamos, 40 días de Pascua, alimentados por la resaca de las cenas de Navidad, la decepción de la lotería que no toca… Tras los 40 días, una semana de gloria preparando los atuendos de calorro que te vas a plantar para culminar el año por todo lo alto, la comida, las uvas de la muerte (uys, de la suerte!),… llegando así la Nochevieja, que sería el Sábado de Gloria (consultar la Wikipedia para saber los componentes de la Semana Santa), Año Nuevo de Crucifixión y día 2 de Resurrección, cuando no te quedan más narices que ir a currar. Hablando de currar, un llamamiento a todos aquellos snobs que celebran Papá Noel, que se dejen de bromas, que si las vacaciones de Navidad empalman con las rebajas, ya bien entrado el año, es porque aquí se rinde culto a los Reyes Magos.
 

Y así, con los Reyes Magos, las Rebajas, la Semana Santa, la Semana Fantástica, los 8 Días de Oro, el puente de Mayo, las vacaciones de verano, el puente de Agosto, los días que te has dejado ahí para Septiembre, el comienzo del curso en Octubre (al que yo espero no asistir en 2012), el puente de Noviembre, y los 40 días de balance del año volvemos a encontrarnos en el mismo bucle. Se nos ha pasado el año y al hacer el famoso balance tenemos más DEBE que HABER (y “haber” no son esos cafés que “haber” si nos tomamos, de hecho esa gente son errores de cada año, si tienes amigos que te siguen poniendo eso en el muro de alguna red social en las que publicas tu vida, bórrale, es uno de los lastres que no te permite avanzar). Y claro, ese DEBE se nos hace un mundo y nos obsesionamos… “DEBE, DEBE, DEBE, BEBE, BEBE, BEBE,…”, efectivamente, BEBE, ya vuelves a estar en Nochevieja.
 

Como decía al principio, el 2012 tiene algo especial, y es que se acaba antes. No sabemos si va a ser como decían los Mayas, como un cambio de concepción del mundo, si va a caer un meteorito gigante y nos va a llevar a mejor vida a todos (excepto a las malditas ratas y las cucarachas), para otros el fin del mundo será que se colapse “Whatsapp”,… qué sabemos, habrá que esperar casi 365 días para saberlo. Hasta entonces podéis fantasear con que “mañana empezáis la dieta”, “la semana que viene os apuntáis al gimnasio”, “el mes que viene ahorráis”… asique no cometáis más errores de estos, y a vivir, que son 300 y pico días!
 

¡FELIZ AÑO NUEVO!

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