martes, 31 de mayo de 2011

Del fin del mundo y otras relatividades

El mes de mayo se presentaba a simple vista como un mes raro. Envuelto en situaciones aparentemente caóticas, incluso con el anuncio del fin del mundo. Entre fechas tales como el viernes 13, el comienzo de lo que algunos llaman la “Spanish Revolution”,  el fin del mundo augurado por Harold Camping el 21 de mayo o las elecciones del 22M; se sitúa el que yo creí ver como mi fin del mundo particular, el 20 de mayo.

No entraré en detalles, simplemente usaré esta fecha como excusa para escribir un intento de manifiesto sobre las actitudes que tenemos en la vida y la relatividad que todo tiene en cada momento.

Tras dos semanas escuchando tópicos tales como “todo pasa”, “si ha pasado será por algo”, “luego te alegrarás” y demás, me he dado cuenta de que a veces hablamos por hablar, que intentamos animar a los demás, y que muchas veces nuestra simple presencia y el saber que estamos ahí cuenta más de lo que parece. Y que hasta que no te ves en el pellejo de esa persona no sabes lo que se siente, pero tampoco sabes hasta qué punto tienen razón esas frases tópicas. Las decimos a veces porque es lo que hay que decir, pero cuando está en la situación ves lo realmente fuerte que eres para hacer que se hagan realidad.

Como decía, todo es relativo. Todos hemos sido un poco Harold Camping en algún momento de nuestra vida, pensando que se acababa el mundo, nuestro mundo… Igual de típicas que las anteriores, son frases como: “qué voy a hacer ahora?”, “por qué a mí?”, “ay, que me muero”,… Pero no nos damos cuenta de que todo es relativo. En ese momento, efectivamente, nuestro mundo se acaba, pero en el mismo modo que esperan los mayas, en cuanto a la concepción de las cosas. No vemos que no se acaba como tal, sino que se acaba una etapa de nuestra vida que hemos estado viviendo de una manera, y que desde ese momento la vida sigue, pero acostumbrándose a llevarla de otra manera. Por ejemplo, cuando una relación que ha sido perfecta se acaba, no se acaba el mundo, no hay que dejar de querer a la otra persona, sino que, simplemente, hay que aprender a vivir sin ella. Parece una tarea imposible, pero hay que saber afrontar las cosas y, siendo un poquito fuerte mentalmente, se supera. No hay que martirizarse y machacarse la cabeza buscando explicaciones, a veces la explicación es un trámite, más por orgullo que por necesidad, y realmente sólo nos responde al “¿por qué?” pero no nos soluciona nada. Y menos cuando de personas se trata, somos tan variados y tan complejos que las explicaciones pueden ser cuanto menos desconcertantes incluso, porque lo que para uno es una razón para el otro no lo es, por tanto, volvemos a la relatividad.

No existen fórmulas mágicas para ser felices, simplemente existen momentos de nuestra vida en los que coincidimos con gente que nos hace más o menos felices, pero siempre en ese momento. No existe la media naranja que nos quieren vender por todos lados (y menos el medio pepino, aunque ya se hayan dado cuenta los alemanes de que no tenemos la culpa de todos los males, que ya parecemos los judíos, por aquello de que han sido considerados por muchos como los causantes de todos los males de la tierra…). En fin, que no existe algo concreto que sea perfecto, existen situaciones que, al juntarse, hacen que se cree un ambiente perfecto. Y este ambiente puede durar poco tiempo, mucho tiempo, toda la vida,… y sea cuando sea que alguno de los factores se rompa y se acabe la perfección, hay que quedarse con lo bueno (otro topicazo). Al principio parece difícil, pero al final… es lo que queda. Con estas frases no quiero desanimar a nadie, ni decir que la gente tiene que estar alerta, como digo, a algunos les dura la situación perfecta toda la vida. Simplemente quiero decir que no podemos aferrarnos a nada, porque las personas no somos propiedad de nadie, y hay que saber ser independientes, respetando a quien tenemos al lado y disfrutando de los momentos buenos, pero siendo fuertes para asumir que, si un día eso se acaba, “será porque tenía que ser así”.
He hablado de judíos, de profetas mediocres, y ahora hasta me atrevo con Dios. De pequeños nos metieron miedo con el Coco y, como ya nos sabemos la historia y no cuela, de mayores nos la meten con Dios: “ha hecho mal, Dios le castigará”, “Dios sabrá recompensarte”,… Con todos los respetos hacia este personaje… que se dejen de patrañas. Dios, el Karma,… como lo queráis llamar, es algo tan sencillo como que tu actitud en la vida va a determinar los resultados que obtengas en ella. Pero no cuando mueras ni nada, sino en la vida real, en la vida 1.0 (esa que le recomendaba anoche a la señora de E-Darling, muy a pesar de sus creadores), que es la que tenemos que vivir. Es un: “lo que siembras, recoges”, pero sin entrar en ámbitos espirituales, sino objetivamente, desde el punto de vista de la agricultura como tal. Todo es relativo, repito, y a lo mejor uno hace las cosas esperando obtener unos resultados y esos resultados nunca vienen, pero no por eso hay que hundirse. Entonces, aunque parezca que me estoy saliendo del tiesto, volviendo al fin del mundo particular de cada uno, si tu actitud en la vida es positiva, la sensación de final del mundo será más llevadera.

Resumiendo, que “de todo se sale”, que el fin del mundo real llegará el día que nos pongamos el pijama de madera. Ese si que es el final, lo demás son dramas que nos montamos para darle vidilla a nuestra existencia. Y que hasta que nos metamos en la caja hay que vivir lo mejor posible. Quedarse con lo bueno, no tenerle rencor a nadie, aprender que la vida hay que currársela y viene con cosas buenas y malas, estar a gusto con uno mismo (por que si no estás a gusto tú… qué esperas de los demás?) y, en resumen, vivirla. Y si hay que contársela a la Fox para que nos haga una serie, se le cuenta. Mientras, estaremos pidiendo muchos postres en el Peggy Sue porque “estamos muy tristes”, perderemos coches por Madrid y disfrutaremos de la gente que está ahí siempre y que nos hace la vida relativamente más fácil.