sábado, 26 de octubre de 2013

Grandmothers will be grandmothers



Hoy es el cumpleaños de mi abuela, único día del año en el que hago una llamada, de las de verdad de ponerse el teléfono en la oreja, a España (la mujer año y medio demandando Whatsapp, asique, como se ponga cabezona, al año que viene ya ni este día). 

No obstante, la llamada podría ser grabada año tras año si decido quedarme aquí mucho tiempo, porque el diálogo se basa en insistir en que cuelgue porque sale muy caro, en hacerme creer que he muerto cuando dice que mi habitación todavía huele a mí (yo los 8 años que he estado en Madrid me duchaba, de verdad), y que ya es muy vieja.

Pero bueno, esto creo que es bastante común en la mayoría de las abuelas. Y precisamente de eso voy a hablar hoy, de las abuelas por el mundo. De cómo una abuela es una abuela aquí y en Pekín (en Pekín no sé, pero en Serbia seguro, que lo tengo comprobado).

En poco más de un año he tenido la oportunidad de tratar con un abanico muy amplio de edades (demasiado amplio, para mi gusto). Por el extremo superior, he dado directamente con 3 abuelas, y tras un estudio exhaustivo, me puedo lanzar a concluir que, al pasar cierta edad, viene un duendecillo a instalarte un chip de “abuela” y empiezas a comportarte como el resto de la población de esa edad.
Serbia, Montenegro, España y la India. Aparentemente sin mucha conexión entre sí. Error, la población de más de 65 años en esos países cree que:

- Has comido poco

-          - Estás muy delgada, pero…

-          - Ojo! No pasarse, que entonces creen que estás gorda

-          - Tienen que explicarte los ingredientes que lleva el puré de verduras que te estás comiendo (incluso si saben que no os estáis entendiendo, te lo cuentan, claro que yo me imagino a mi abuela con un chino que no habla ni papa de español y ese chino, como mínimo, se lleva la frase “come pan”, y “este purecito se come sin ganas, que tiene 4 patatas, 1 puerro, 5 zanahorias,…”)

Creen muchas cosas más, pero principalmente tienen preocupaciones culinarias. 

Como prueba, hace un año me trajeron a la casa donde vivía a la abuela que venía desde Serbia, durante un mes, y otro mes con la de Montenegro. Ni “hello” sabían decir, y no me preguntéis cómo pero teníamos conversaciones de horas, y bastante profundas. Krompir, jaja, mleko, hleb, tanque y jedu (patata, huevo, leche, pan, delgada y comer) son algunas de las palabras que aprendí, ¿casualidad? No lo creo…

No obstante, como para generalizar hay que tener más datos, he esperado un año para conocer a otra abuela, esta vez de la India. Al menos inglés habla. Pero la primera vez que me vio, lo primero que preguntó fue: “Qué tal comes? Te gusta todo?”

Sólo hay que verla cuando se llevan al nieto a Escocia y hacemos Skype con ellos, llames a la hora que llaves está cebándole. Con cuchara pequeña, eso sí (esto es una teoría que tiene mi madre sobre todos los niños que ella ha visto que cuando eran pequeños les daban de comer con cuchara grande, que dice que ahora están de buen ver).

Aparte de los temás alimenticios, las abuelas se suelen quejar de que están empezando a perder memoria, pero hay que ver cómo te organizan la salida antes de abandonar la casa. ¿Llevas llaves? Abrígate. Cógete un paquete de pañuelos (la mía siempre lo ofrece). Ten cuidado. Etc, etc.

Todo esto lo dicen de carrerilla y haciendo caso omiso a cualquier alegación que quieras hacer. Yo creo que esta parte está instalada por defecto en el chip ese que digo que te instalan, y está en versión beta.

Hablando de temas tecnológicos, las abuelas vienen pegando fuerte. Términos como Skype, Facebook o Whatsapp vienen completamente instalados en ese chip, y piden acceso a ello. Dale un móvil a una abuela y dominará el mundo. Con un ojo guiñado, dispositivo alejado a todo lo que les da el brazo, y con unos números del tamaño de una casa (configurados por el niet@ de turno), y lían la de Dios.

Luego a ellas les da miedo coger el teléfono cuando les llaman de números raros. Pero señoras, que si el que las está llamando supiese a quién está llamando, el que se echaría a temblar sería él.

Y no sabemos si el tema tecnológico tiene algo que ver con lo que viene a continuación.

Las abuelas son la parte de la población que menos duerme. Esto es un poco como la estimación de los asistentes a una manifestación, los datos del Gobierno y Sindicatos distan bastante. Pues los datos de horas de sueño que las abuelas asegurar dormir, ya descuadran cuando de momento, ya las has visto pegar cabezadas que, sumadas, dan más horas de las que dicen.

Si, tal como aseguran, de verdad duermen 2 horas, estas mujeres están desaprovechando un potencial muy grande al que podrían sacar partido haciendo temporada en Ibiza.

Y es que, como ellas dicen: “quien vale para trasnochar, vale para madrugar” (a mí me gusta más la versión contraria: “quien vale para madrugar…”). Pues ellas abarcan todo, eso sí, jusssto a la hora que tu las pillas, es el poquito rato que están durmiendo. Haces lo que viene siendo un efecto Orfidal por lo que parece.

Por cierto, también aprendí la palabra “spavaju”, que es dormir.

Y así muchas más, lo que pasa es que yo aún no he llegado a los 65, y todavía puedo admitir que duermo mis 8 horas, asique tengo que retirarme.

Simplemente añadir que, si estos datos os han parecido escasos, os voy a contar el último. Desde que me mudé a donde vivo ahora, llevo observando algunas tardes desde el ventanal de la cocina, a una señora (que claramente pasa los 65), con un carrito de un bebé paseando por mi calle.

Desde la ventana tenía pinta de ser inglesa. Hace unos meses la vi estando yo en la calle, y desde la lejanía la oí hablar a voces con la nietecilla, por el volumen y porque no la entendía, descarté que fuese inglesa, pero no la llegaba a ubicar. 

Y finalmente, la semana pasada, tuve la oportunidad de escucharla un poquito más de cerca. Y entre toda la juerga que llevaba con la nieta, sobre la cual seguía sin entender, escuché la palabra “zapato”. Asique caminé hasta su altura y le dije “no quiere ponerse los zapatos” (así como modo espontáneo de iniciar conversación de esos que me han enseñado en mis años de dependienta, y de la gracia natural que una tiene, claro). Resulta que es gallega, lleva aquí mil años, etc etc.

El caso cuando le conté mi vida y qué estaba haciendo aquí, adivináis que fue lo primero que me preguntó? Que si comía bien…

Con todo esto, felicitar a mi abuela, que seguro que cuando menos me lo espere me está leyendo el blog (y a lo mejor hasta pone algún comentario de los que ella hace como “qué fuerte”), y decir al que pone los chip, que los siga poniendo, que alguien se tiene que preocupar de que la juventud no pase hambre ni frío.

Y de verdad, abuelas, Ibiza 2014 os espera.

lunes, 18 de febrero de 2013

Manda pelotas...



Cómo se nota que estamos a principios de año y, junto con la dieta, el dejar de fumar y otros sufrimientos varios, los que tenemos blog nos proponemos escribir más a menudo (eso, y que nadie te llame para currar).

Como os decía en la anterior entrada, 6 meses aquí ya. Los primeros días son de adaptación a estas cosas diferentes que tiene esta gente. Por ejemplo, nada más llegar, si te van a buscar al aeropuerto, para romper el hielo coges y te montas en el asiento del piloto de un Audi A6. Llegas, dedicas la primera noche a buscar el enchufe, hasta que te das cuenta que esa fila de ambientadores de Air Wick tirados en el suelo no eran ambientadores, y es una regleta con enchufes. Pasas unos días intentando montarte en el asiento del piloto otra vez. El día que te toca andar te vuelves loca mirando hacia la izquierda, derecha, izquierda, … en los pasos de peatones, creando un movimiento aspersor con el que, vengan por donde vengan, evitaremos ser atropellados. Etcétera, etcétera.

A partir del cuarto día, ya puedes empezar a analizar el entorno. El país, las costumbres, las personas,… o los parques de bolas. Qué mundo el de los parques de bolas.

A ti te dicen el primer día: “tú lleva al niño a los “play groups” a que corra y se canse, que luego tiene que dormir”. Y una mierda! Ahí el único que sale con ganas de acostarse es el adulto que acompaña a la fiera.

Tu llegas allí, pagas por una hora de sufrimiento, y empieza la aventura…

Ese niño, cual perrillo atado a la correa que quiere salir corriendo a echar un pis, que se te quiere escapar para entrar corriendo en esa jaula llena de colchonetas y bolas de colores. Tú que, con un carrito, el bolso, el abrigo,… tienes que correr tras él para quitarle los zapatos… Pero bueno, primer paso superado. En el primer par de minutos piensas: “Relax… una hora de relax…” Já! Se te nota que es el primer día que te hacen la envolvente. No sabes lo que te espera.

Pasados 10 minutos, en los que tienes medio localizado al niño… o no… tú sabes que el tuyo era rubito, con los ojos azules,… muy hábil, como el 75% de los niños que están en los parques de bolas ingleses… 

Pero bueno, que no cunda, ese niño va a venir por su propio pie hacia ti. Entonces eso, pasado ese primer tram0 de 10 minutos, tú, que te has sentado fuera a tomar un café y disfrutar del momento, visualizas al niño estampado contra el cristal de la puerta gritando porque te ha visto a lo lejos y quiere salir.

Te diriges hacia “la jaula”, entras un rato para hacer el amago de jugar con él y darle un poco de compañía y, cuando le tienes confiado y entretenido… zas! Huyes corriendo, tropezando con el resto de nannies y padres que siguen tu misma técnica.

Desde ese momento, tienes 5 minutos contados de gloria otra vez. Cuando te han traído el desayuno a la mesa, el niño, que es un ansia viva, ha visualizado desde dentro de la jaula el plato, y vuelve a estamparse contra el cristal para querer salir. Esta vez no le vale que quieras entrar a jugar con él, ahora a la que tú entras, él se te cuela por un lateral y sale a sentarse en tu mesa y querer tomarse el café.

Menos mal que llevas en el bolso una bolsa con cualquier alimento que te sirve de señuelo para atraer la atención del niño y distraerle de su objetivo.
 


Reconduces al niño hacia la jaula, vuelves a amagar que juegas con él, a estas alturas otros padres ya lo habrán hecho, con lo cual en ese momento eres el único adulto dentro de la jaula… :O! Lo peor que te puede pasar. Un adulto solo en un parque de bolas es carne de cañón. De repente te empiezan a rodear niños, cual grupo de palomas a un viejo en un banco. Ellos creen que estás ahí por placer, que eres una persona amigable, y todos quieren jugar contigo. Entonces tienes que trazar un plan, organizar un juego como tirar bolas y que ellos vayan a por ellas. Entonces, tiras varias bolas a la vez, y a la que se han girado todos a por su objetivo… zas! Huyes.

Si alguien se pregunta: “pero cuando se den cuenta…?”, no pasa nada, los niños tienen un recuerdo muy poco duradero, si a la que se vuelven a girar, ese adulto no está ahí, ya inventarán otra cosa con la que jugar.

Pasan 10 minutos y, cuando te quieres dar cuenta, están jugando, entretenidos… pero algo falla, las velas que le caen a tu niño de la nariz. Entonces, como eres una persona civilizada, tienes que entrar a solventarlo.

Este punto, hay gente que se lo salta, por el tema ese de la civilización y tal.

De ahí, derivamos a la fuente de infecciones que es un parque de bolas, a eso habría que prenderle fuego todas las noches y volverlo a montar por las mañanas.

El caso, que llevas media hora en el parque de bolas y el niño todavía no ha aguantado dentro más de 10 minutos seguidos.

De repente, cuando le has limpiado los mocos, le has encasquetado a un adulto solitario que se hallaba atrapado dentro rodeado de criaturitas,… uno de ellos abandona la jaula, y empieza a jugar fuera. Fuera de un parque lleno de juguetes de colores. De cosas que llaman la atención de los niños. Y se pone a jugar FUERA. Con la cosa más simple que tenga a su alcance. Véase una cucharilla, véase una bolsa de azúcar… Y entonces el resto de la manada empieza a escapar de la jaula y a organizar un juego fuera de ella.

Varios padres vuelven a recoger a los niños para poner en práctica de nuevo la técnica de “hago como que juego contigo pero en cuanto te gires te abandono”. Otros tantos tienen ya tantos años de rodaje que ni se molestan en ello, y dejan que sus niños se encaramen a algún padre ajeno.

Porque claro, ahí hay de todo. Gente nueva, pero gente que ya ha hecho callo, gente muy entrenada. Al igual que los niños, dentro de todo parque de bolas hay una tipología de niños muy clara: el malote, que se dedica a linchar a todos; el valiente, que no se mete con los demás, pero se defiende; el que se las lleva dobladas porque tiene una torrija encima que no puede con ella; alguna parejita de niños que se han caído bien y cuyos padres quieren emparejar; el independiente que juega solo; el pesado que decide ir detrás del independiente, recibiendo sus muestras de ignorancia;…

El caso, que cuando crees que llevas un día intentando luchar contra los elementos, sólo ha pasado una hora. Pero al menos, ha pasado. Entonces es cuando entras a por el niño y… se pone a llorar porque no se quiere ir. Momento de sacar una bolsa de señuelos otra vez, encajarle en el carrito a presión, y salir haciendo caso omiso a los gritos.

Tras esto, llegas a una conclusión, y es que las entradas a estos parques te suelen dar derecho a una hora, y yo creo que es porque las técnicas no dan para más, los parques más grandes, donde los padres pueden esconderse mejor, permiten hasta 2 horas de juego. Todo cuadra.

Ahora sólo queda llegar a casa y especificar a los padres que ese mito de “llévale al parque para que se canse y duerma” está mal planteado.

jueves, 31 de enero de 2013

La solución a la crisis



Tras casi 6 meses en este país, me veo capacitada para empezar a escribir sobre él (ya sabéis, la dura labor de investigación, el salir, entrar,…) 

La dinámica de los parques de bolas y cómo abandonar a un niño en ellos, o el comportamiento de una abuela sea aquí o en serbia, serán algunos de los títulos que vayan viniendo en las próximas semanas. Pero hoy vamos a ponernos serios y a hablar del tema de moda, por el cual los caralechoncitos nos preguntan si nosotros enviamos dinero a nuestro país: la crisis.

La culpa de la crisis en España la tienen los móviles. Esa es a la conclusión que he llegado tras una comparación entre los dispositivos que se gasta esta gente (dispositivos móviles… teléfonos) y el par de te… (y ahí hablo por mí) teléfonos que traemos los españoles.

Ese joven español que se ve obligado, como dicen en las noticias, a salir de España por la difícil situación (nos han dado la idea de excusa perfecta, eso sí). Por cierto, para identificar al que de verdad se va obligado por la situación, hay que buscar a esos que, también según las noticias, se van llorando. Porque al resto le falta irse haciendo un corte de mangas. 

El caso, como decía, ese español que se viene en su vuelo Low Cost, con la maleta cargada de jamón y aceite de oliva, con su agencia reservada para compartir piso con 20 Jonathans en una misma casa, su esperanza de encontrar curro cuanto antes para no tener que volverse en 2 semanas,… y que, de repente, saca sus 2 Smartphone del bolsillo.

Porque claro, el resto de gente o va tirando a duras penas con él número de su país, o lo da de baja y se coge una SIM inglesa. Pero nosotros no, nosotros queremos el número inglés que te da mucho caché y el español, cuya única función es liarnos a la hora de tenerle que dar el Whatsapp a alguien “mira chiki, apúntate mi número inglés, ese para llamadas y mensajes, y si quieres enviarme un Whatsapp apúntate el español porque tengo la cuenta configurada con ese número blablablabla…” A estas alturas del discurso ya has aburrido al maromo que te estabas intentando ligar.

Ahora llega el inglés de turno, personaje inerte donde los haya, al cual le falta el gen de la acción final, ese inglés al que han enseñado a ser muy “polite” y muy poco “honest”, de repente, ese inglés, saca su teléfono… Sólo diré que estoy esperando a ver de un momento a otro un One Touch Easy. WTF!? No sé por qué medio se transportan los muñequitos de Android, pero desde luego que a esta isla aún no han llegado.

Buscaremos una explicación en el hecho de que aquí la mayoría de las compañías ofrecen SMS ilimitados a móviles de Reino Unido, y no les hace falta Whatsapp y esas modernidades… pero oigan, que ya no es ese el hecho, que es el hecho de que con ese móvil puedas llegar incluso a escribir SMS.

Aquí las tiendas de telefonía deben estar hechas para los turistas, porque ellos en móviles no se gastan. A un inglés le pones un sector servicios (quien dice sector servicios dice fiesta en Mallorca) y pídele lo que quieras, pero en teléfonos… que también, para irse en verano a España, pillarse la castaña del siglo y perderlo… tiene su lógica.

Por tanto, esta gente, que funciona bien, no enloquece con las tecnologías. Tomemos nota.

Además de los móviles, podría analizar otros posibles puntos que quizás nosotros estemos gestionando mal.

- Ropa de abrigo, otro gasto innecesario. Los zapatos cerrados están muy caros, y más ahora que Amancio está poniendo sus zapatos de plástico bien gestionado a precio de Jimmy Choo. Los abrigos, de 90 euros no te baja uno decente. Si aquí, a 10º bajo cero, las mozas van con sus sandalias de verano y sus vestidos al aire libre, será por algo: por ahorro.

- El alcohol, esos dosificadores para sacarle el máximo partido a cada botella, tienen su razonamiento: ahorro.

- Ese palique que tenemos los españoles, que no se te ocurra preguntar un “¿Qué tal?” por cortesía si vas pillado de tiempo, y esta gente siempre está “Fine, thanks”. Eso es por ahorro de saliva, claramente. 

- Socializar hace gasto.

Y para no socializar, no venden jamón, chorizo, ingredientes decentes para hacer una paella o un buen aceite de oliva para una ensaladita con una tortilla de patatas. Estas cosas incitan a hacer una sentada y echar el día, nada rentable.

Y, desde la más absoluta ignorancia de temas puramente económicos, este es mi análisis de la boyante situación en Reino Unido.

Eso sí, te sale un día de sol como el que hemos tenido hoy y te acuerdas por qué en España y resto de los PIGS que dicen ellos, por mucha crisis que haya, se está como en ningún lado. Esa gente con sangre mediterránea que va con una sonrisa de oreja a oreja en cuanto sale el sol, contrastando con el inmutable rostro de la muerte de los autóctonos…

Por eso, para el bien mutuo de los PIGS y este país que tan amablemente nos acoge, propongo la organización de campamentos de verano para guiris, para “mediterraneizarse” un poquito. Esta gente tiene dinero, dispuestos a gastárselo en cualquier cosa menos en un Iphone, nosotros tenemos el sol perfecto para sus sandalias de verano que tan cómodamente lucen en pleno enero, la solución a su ausencia de abrigos, el jamón, las tapitas, las copas servidas a ojo de buen cubero y, en definitiva, sangre en las venas.

Que corra la idea y, hasta entonces, daré gracias a que ese “yo estoy hablar un poquito español” como ellos dicen (ponedle acento de Melanie Griffith) no les da ni para entender el nombre del blog, porque me tienen que dar un trabajo (si me queréis ofrecer alguno, ya sabéis, española, tengo 2 teléfonos).