martes, 28 de junio de 2011

La involución a la hora de adquirir un aparato nuevo

Aviso a todos los vendedores de telefonía móvil: han perdido la visita diaria de las 15:30 de una servidora. Ya tengo móvil.
Todo comenzó cuando, hace algo menos de un mes, alguien me mandaba un sms para comunicarme algo bueno: Vodafone, que me regalaban 150 euros para cambiar de teléfono (no s´ha jodido… se han acojonado, se me acaba la permanencia y estoy pagando la matrícula del colegio trilingüe de uno de los directivos con mi factura de cada mes). Asique, en un alarde de tener un aliciente en la vida pensé: “me voy a comprar un móvil…”
Yo cuando hago algo, lo hago bien. Asique investigué, y mis fuentes me remitieron al Samsung Galaxy S II, uno de estos fashion que se llevan ahora. Pues manos a la obra, comienzo visitando la Electrotienda (cada vez que oigo esto me vienen a la mente los electro duendes) de El Corte Inglés en Preciados, Callao, The Phone House de Preciados, The Phone House de Preciados de un poquito más arriba, tienda Vodafone de Sol,… y en todos lados me decían: “pásate la semana que viene, que todavía no lo tenemos”. Cualquiera, ante la unanimidad de respuestas, se hubiese ido a tomar un café en lugar de vagar por Sol cual indignada típica de la zona. Pero yo no, yo soy diferente… Yo donde pongo el ojo… El caso, que tras visitar 6 establecimientos me da por pensar y digo: “Coño, qué haría una tía mona y simpática como yo??” y me fui a Sephora a comprar un pintauñas color frambuesa precioso a juego con un vestido que tenía… Uys, a lo que iba, que no me di por vencida y me planté en The Phone House en Carretas y, con mi mejor sonrisa y mi traje de cucaracha, espeté un amable “hola” nada más entrar. Hay que ver el poder que tienen estos dos detallitos a la hora de que te atiendan con amabilidad. Fue pasar por alto la respuesta de los 6 anteriores y preguntar como si fuese nueva si tenían este teléfono y en menos de 2 segundos me dijeron: “te lo pedimos”. Joder, hablando se entiende la gente… Y quedamos en que esa semana o la siguiente me avisarían.
Pasaron los días desde que oí esa promesa, y como no obtenía resultados decidí seguir atormentando a los vendedores con mi presencia y durante dos semanas he estado comprobando los diferentes turnos de los empleados para entrar a preguntar sin quedar de pesada (ya dirían: “mira, la loca del Galaxy”). El prometedor de Carretas quedó en evidencia tras confirmarme que no lo podían conseguir, porque no estaba disponible para canje de puntos…
Pero todo esto ha acabado… por fin he conseguido mi móvil (pareceré una friki, pero era ya un asunto personal, era un: “por mis cojones que lo consigo”, sí, muy femenina yo…).
Lo conseguí… pero aquí no acaba todo.
Primero, me llama la atención el cambio de discurso de los vendedores de móviles. Hace años te decían: “recuerda que tienes que dejar que se descargue del todo y luego hacer una carga completa”. Ahora, y es verídico, porque se lo he oído a varios, te dicen: “procura no ducharte con el móvil” ¿? Al principio pensé que era absurdaza advertencia, pero al escuchar la explicación me iban cuadrando las cosas. Al parecer, ahora cuando envías un aparato al servicio técnico detectan si se ha mojado, y entonces no te lo arreglan. Entonces, recordé cierta ocasión en que se me cayó un teléfono a un vaso de leche y a los 3 días dejó de funcionar. Lo llevé a arreglar y me dijeron: “te duchas con él?, es que está la placa de dentro mojada, y puede ser de la humedad”. Vamos, que a la gente te le caen muy a menudo los teléfonos al vaso de leche.
Volviendo al tema, sacarlo de esa caja que parece de colonia cara, sentir que tienes un dispositivo de la ostia entre las manos (el móvil, digo) y que ya te está dando problemas… no sabes abrir la tapa de la batería. Qué frustración, que te tengan por una tía lista y parezcas un ratoncillo de estos con los que experimentan intentando sacar un trozo de comida de dentro de una caja, en resumen, frustrada.
Por fin, un alma caritativa me ayuda a efectuar la apertura. Y en ese momento siendo una mezcla de sensaciones y edades… como un niño con zapatos nuevos y como mi abuela cuando le compraron el teléfono, sin enterarme de nada.
(A pesar de no enterarse de nada, un consejo, no comprarse nada en la hora de la comida y tener que irse luego a trabajar otra vez, porque te pasas toda la tarde entrando a mirarlo como si tuvieses un bebé en su cunita dentro del almacén… de hecho, un bebé en su cunita no hubiese atraído ni la cuarta parte de mi atención…)
Otro aspecto destacable es el tema protección del dispositivo… Yo no soy muy conocida precisamente por mi habilidad a la hora de sostener nada en las manos (ni en los pies, véase por qué mi blog se llama como se llama). Tengo que comprar un protector de pantalla, pero hasta entonces tengo pegado el que venía, con dibujitos y todo, y tras ellos consigo descifrar lo que pone en la pantalla. Como esto no es muy útil he barajado la posibilidad de envolverlo con papel transparente con el que se envuelven los bocadillos. Espero no llegar a eso.
Tema aclimatación a la escritura… Dónde están las tildes y… donde “cono” está la Ñ?? Gracias a las colaboraciones, el que busca, halla. Estoy convencida de que mucha gente no escribe mal porque no sepa hacerlo bien, sino porque siguen sin saber que pulsando un rato una letra le salen las opciones anteriores.
Finalmente, cuando crees que tienes medio dominado el asunto, te vas a dormir, pones la alar… intentas poner la alarma, entendidos en la materia te instruyen sobre los fallos de Android a la hora del encendido del despertador, y acabas quitándome las pilas a una lámpara para ponérselas al despertador de Hello Kitty.
Muy fashion, muy moderna, muy todo pero… donde esté el One Touch Easy… Bueno, al menos habrá que sacar algo bueno, y es que a través de mi nuevo móvil también puedo ver mi blog.

jueves, 16 de junio de 2011

De cómo titulé mi blog y comencé mi serie de catastróficas desdichas

Hoy, tras ver cómo un pelanas precipitaba sus gafas hacia la vía del metro y llamaba a los señores trabajadores de Metro para que viniesen con una especie de pata de pollo extensible a recogérselas, he pensando: “pssch… cobarde…” y ha venido a mi mente la explicación del nombre de mi blog… acompañada de un: “si es q esto sólo me puede pasar a mí…” Por tanto, paso a narrar la primera de una larga lista de historias que llevo lanzando en forma de tweet desde hace varios días bajo el hashtag #cosasquesololepasanaCelita.

Noviembre de 2008, la aquí presente Celita abandonaba su lugar de trabajo en una noche lluviosa (agravante del hecho posterior). Bajé a las taquillas, me puse mis vaqueros, mis manoletinas, mi abrigo y me dirigí al metro. Por aquel entonces salía yo sin mucha prisa, en mi mundo, porque no tenía otra cosa que hacer. Me metí en Sol, como siempre, bajé al andén de la 1 dirección Congosto, me senté a esperar… y llegó el maldito tren… Me acerqué a la puerta, elevé la manilla para abrir y nada, caso omiso. Repetí la operación, y obtuve el mismo resultado… Fue entonces cuando por mi mente, en cuestión de segundos, pasó la de idea de hacer algo que en 5 años que llevaba en Madrid jamás se me había ocurrido poner en práctica… la patadita a la puerta. Mierda! En ese momento sentí cómo mi manoletina blanca de Blanco (sin redundar) se desprendía de mi pie, precipitándose al vacío por el famoso hueco que la señorita del metro nos advierte en cada parada “… entre coche y andén”. La pérdida no había sido en vano, la puerta se abrió y yo, esquivando toda reacción lógica que se os pueda ocurrir, me subí al metro a la vez que exclama: “Aivá!”. Las risas que se echaron las colegas de al lado no se las han echado en su vida. En fin, que me subí, me planté el abrigo encima del pie y “pa´las casas”. En ciertas versiones de la historia, he podido contar que llevaba unos zapatos en la bolsa porque venía de trabajar… mentira! Me fui a casa como la Cenicienta (como dice "la gitana", cualquier día descongelo a Walt Disney), descalza, con las dos hermanastras (véase hermanastras como las dos que tanto reían a mi lado) descojonándose de mí y, la única diferencia, que me estaban arreglando la carroza y viajaba en metro.
Qué 10 paradas más largas…
Al llegar a mi destino, me las ingenié para salir con mi abrigo encima del pie, sentarme en un banco, esperar a que todo el mundo pasara, me puse la peineta y empezar a subir las escaleritas con mi pobre pie descalzo. Cuando salí a la calle, se hizo realidad en mí ese grupo de Facebook que dice algo como: “estar tan mojado que te da igual caminar bajo la lluvia”.
Tras contar cualquiera de mis versiones a la gente, la respuesta era siempre la misma: “haber llamado por el interfono y que viniese con el gancho a cogértelo”. Vamos a ver:
1) Me daba más vergüenza llamar que irme a casa descalza.
2) El precio del zapato era directamente proporcional a las ganas de esperar al de la pata de pollo extensible (si se me llega a caer un Manolo, otro gallo habría cantado).
3) Y ese rato tan agradable que hice pasar a los viajeros…?.
Nada, mi decisión fue la correcta, porque sin ella no llevaríamos 3 años de cachondeo con el tema, no sería famosa en el vagón, y no se me habría ocurrido nombre para el blog.