Como no puedo dejar esto muy
descuidado porque rápido me cambiáis de canal, o de pestaña del ordenador en
este caso, voy a lanzar una serie de entradas que iré alternando con mis
historias de temática aleatoria.
Esta vez me cuelgo la mochila, cual
Jose Antonio Labordeta, y me dispongo a publicar una guía de viajes, a mi
manera, claro.
Como pretendo resumir en el título
de “la serie”, los tiempos cambian, no todos tenemos la misma pasta, el mismo
tiempo libre ni las mismas necesidades. Entonces, mientras Labordeta se
guardaba el país en la mochila y se ponía como el kiko hinchándose de todo lo
que le daban de comer por ahí, la mayoría de los mortales vamos servidos con
elegir dos o tres destinos al año y prepararnos el trolley (que te da más glamour
que la mochila) donde metemos cosas esenciales como 10 camisetas para 3 días, 4
pares de zapatos y un sinfín de cosas “imprescindibles” que aunaré
metafóricamente bajo la imagen del secador (o la plancha en su defecto, por
aquello de que es la máxima preocupación de muchas personas a la hora de hacer
un viaje: “¿¿tendrá secador el hotel??”).
No voy a hablar de consejos muy
técnicos, que para eso ya está el sinfín de páginas que se dedican a buscarte
vuelo, hotel, lo que tienes que ver, consejos prácticos… Yo voy a contar cosas
útiles para la vida, que no están escritas en ningún libro.
Por tanto, doy por inaugurada mi
nueva sección de viajes (no volverse loc@ buscando una pestaña que ponga
viajes, porque esto es ahí a mogollón, cuando me vayáis leyendo más y sea aún
más profesional podré incluso dividir el blog por apartados). Y simplemente
deciros que cada vez que veáis una entrada con el nombre “Un secador en la
maleta” agarrarse los machos, que ya he liado alguna fuera del territorio…
Hoy, para empezar, Riviera Maya.
Para empezar, vamos a delimitar las
razones por las que puedes acabar en la Riviera Maya:
a) De luna de miel, probablemente, si acabas
aquí, antes habrás estado de tour por Nueva York (es la moda ahora).
b) De viaje de fin de carrera.
c) De viaje de rayada (la gente se raya y
se va a Londres, pero eso ya es a niveles muy altos, antes de tomar esa
drástica decisión deciden pasar una semana por Rivera Maya con la idea de que
por estar en el Caribe va a aparecer un tío con un teléfono atado a la cabeza
diciendo “me estás estresannnndo” y sus problemas van a desaparecer).
d) De viaje de colegas que, en otra
idealización de lo que hay por allí, se van a ver si ligan.
Yo estuve en Febrero de 2009 y mi
causa fue (a pesar de tener pinta de cualquiera menos de esa) la B. Sí, de fin
de carrera… esa carrera que a día de hoy sigo cursando, para no perder las
viejas costumbres,
Bueno, pues llega tu supuesto
último año de carrera y como estás muy contenta decides que lo mejor para
celebrarlo es, además de faltando a clase habitualmente, largándote al Caribe.
Te plantas en Barajas con un grupo
de 13 personas de lo más variopintas, envuelves las maletas en el rollo ese que
parece de los bocatas, por aquello de que no te metan nada en la maleta (que
digo yo que esto es como en los bares por la noche, cuando tu madre te decía:
“ten cuidado con la copa a ver si te van a echar algo”, y digo yo… ¿dónde está
el problema?) En fin, que forras la maleta cual bocata de salami y ala, a
volar, si te da miedo no pasa nada, sólo vas a estar 11 horas en un avión. Una
servidora, que se toma muy a pecho los consejos, había leído que había que
beber mucha agua y se hizo la maratón de Nueva York en kilómetros para arriba y
para abajo del pasillo para ir haciendo hueco al agua que iba entrando nueva.
Como os decía, en el Caribe puedes
acabar por varias razones. Vayas por la que vayas, siempre te vas a encontrar a
los de las otras razones en tu avión. Y yo recuerdo especialmente a los del A,
una parejita que no venía de Nueva York, porque efectivamente se habían montado
en Barajas. No sé si eran recién casados o no, pero por la observación de lo
que hablaron en el vuelo de ida, las veces que les vi en la playa del hotel y
el vuelo de vuelta, me encuentro en disposición de decir que si eran recién
casados no lo iban a ser por mucho tiempo. Pues eso, los del grupo A. Los del C
fijo que están por ahí, pero van tan rayados que van en su meditación y ni se
les nota. Y los del grupo D, dando por culo… los mismos paseos que la que
habla, pero en vez de a por agua, a por copas. Los del A, nosotros, los del B,
y los rayados del C nos miramos con complicidad durante el vuelo para llegar a
un consenso sobre si lanzar a los del D por las ventanillas, si secuestrar el
avión y arrojarlo al vacío para evitarnos tal sufrimiento o qué hacer… Pero
justo cuando la gente se decide, vienen las del carrito con la comida y parece
que los ánimos se calman.
Llegas a Cancún a las 5 de la tarde
de allí, justo a tiempo para evitar el suicidio colectivo, te bajas del avión,
recoges tu maleta y… a jugaaar!! Sí, sí, a jugar! Porque no va a ser tan fácil
llegar al paraíso, y antes de ello tienes que pasar una prueba (y no es la del
pañuelo, que si el paso al Caribe depende de eso, sería un lugar desértico). La
prueba es la del pulsador. Un sistema muy justo, en vez de pararte porque
tengas cara de delincuente, te paran porque pulsas un botón y, si sale rojo, a
abrir la maleta! Aquello parecía la pasarela de OT según ibas pulsando y salía
en verde. Hasta que a uno le sale rojo. Entonces desenvuelve el bocata, uys,
digo la maleta. Te la revuelven allí buscando el salami, supongo, porque otra
cosa… Y ala, bonita, a cerrarla tú solita, que nosotros sólo sabemos
revolverlas.
Y por fin… parece que todo ha
pasado y que estás en el Caribe! Claro, sales a las 6 de la tarde del aeropuerto
y hasta calculas que te vas a echar unos baños… Ja! Noche cerrada hasta más no
poder, esperar a que unas furgonetillas te lleven hasta el hotel que está en
medio de la selva, atravesar un control “policial” formado por unos tíos con
escopetas y hogueras en el suelo, pasar no sé cuántos controles hasta entrar en
el hotel, que te asignen habitación, que llegues, la investigues, busques
bichos, la caja fuerte, el baño con las toallas con forma de patos,… y cuando
te quieres dar cuenta estás estrenando el buffet al más puro estilo español:
cogiendo de todo, porque es gratis. Mezclas lo dulce con lo salado, comes lo
que jamás comerías en casa… porque es gratis…
Tras comenzar con la cadena que se
convertirá en 5 kilos de más a la vuelta a España, estás muerta por aquello del
cambio horario, pero claro, los cócteles también son gratis, asique la primera
noche ya te ves sentada en una terracita de esas del maravilloso complejo
hotelero en el que te hallas hinchándote a Mai Tais, el cóctel estrella del viaje.
Y tras un laaargo día (literal,
porque le has añadido unas horitas por aquello del cambio horario), te encamas
con tu querida Bea al lado, y con los Coello de vecinos de cama.
Como era de esperar, si a las 6 de
la tarde estaba aquello más negro que la boca de un túnel, a las 6 de la mañana
ya entraba un solecito de este de las 3 de la tarde de pleno agosto en
Benidorm… Y comienza el primer día oficial en el Caribe.
Si en alguna entrada anterior
hablaba del moño de “aquí no nos conoce nadie”, ¿qué esperáis del Caribe? Que
no nos conozca nadie nadie nadie! Moño oficial que te acompañará durante todo
el viaje, moño que te deja de acompañar en las fotos y moño que cuando se te
olvida echar de las fotos te las fastidia por completo. Esa es otra, las fotos…
la gente se va al Caribe y en el avión ya va visualizando las fotos que se va a
echar, ahí pivón pivón, pensando que el PhotoShop ya viene integrado con el
entorno, y claro, luego ves las 2000 fotos que te has traído y superan la criba
5… Luego están las de la típica sesión de flipada que te haces en alguna playa
desierta de arenas blancas, y que nunca verán la luz. Vamos, que las
expectativas fotográficas del Caribe deberían ser cambiadas y todos seríamos
más felices al tener una visión más real del resultado y no llevarnos tal
decepción al verlo.
Como digo, te plantas el moño y
pasan los días, que para no aburrir no voy a contar de uno en uno a modo de
diario, porque con decir “buffet libre todo gratis” y “todo incluido” se puede
uno hacer una ligera idea de cómo transcurrieron los días.
Hacer un ligero apunte, no sólo de
comer y beber vive el hombre, y en la Riviera Maya hay muchas cosas que hacer,
visitar el Chichen Itzá, unos cenotes en Valladolid (del de allí, de México, no
el de aquí, que de momento te pegas el susto y dices “otras vez a España para
una excursión y luego al hotel otra vez???”), recorrer el Caribe en una lancha,
hacer snorkel (o ponerte la equipación para hacer snorkel, tirarte al agua y
volver a la lancha, muy interesante también para aquellos que se sientan un
poco agobiados por tener unas aletas que te hacen daño, un tubo metido en la
boca que te roza con las gafas y un chaleco salvavidas que te hace flotar como
un escarabajo boca arriba),… Y si hace malo no pasa nada, una rave en el chiringuito
caribeño, más fotos de las clasificadas y asalto a un carromato.
Antes de viajar al Caribe te dan
unas indicaciones por seguridad, en plan como son no salir del complejo
hotelero por cuenta propia, no beber agua que no sea embotellada,… Yo señalaría
como verdadero peligro las posibles adicciones, por ejemplo, al Primperán, que
lo empiezas tomando como algo preventivo y cuando te quieres dar cuenta estás
mendigando uno en una lancha mientras surcas el Mar Caribe. Lo de no beber agua
es un mito… total, te bebes todo tipo de mezclas que salen de las mangueritas
esas, y los hielos están hechos con el mismo agua que nos negamos a beber,
asique como superstición está muy bien, pero ya está.
Otros peligros que pueden acechar
en la Riviera Maya son los animales… Vimos iguanas, pavos reales, mapaches (que
una servidora, en una confusión mental entre mofeta y mapache decidió llamar
“panceta”), cocodrilos, pero estos no eran los que más miedo nos dieron… Las
lagartijas! Aunque el servicio del hotel no crea que una “lagartijilla”, tal
como les dije por teléfono, sea motivo para acercarse en el carromato a una
habitación para efectuar su desalojo, sí que lo es (no obstante, por el
transporte de cortesía que nos hicieron cuando una amiga decidió empezar a hablar
en gallego, no se lo tendremos en cuenta). Las lagartijillas emiten unos
chillidos, cosa que nadie me cree, pero las allí presentes sabemos que es
verdad. Y sólo pensar que por la noche puede aterrizar en tu cara… El caso, que
dos valientes nos acercamos con la toalla y la atrapamos. Pero la valentía se
escondió cuando al intentar sacudir la toalla por el balcón la lagartijilla
decidió escalar, entonces qué haces? Soltar la toalla. Muy hábiles, con un poco
de suerte cae donde las iguanas y ya rematamos la jugada.
Junto a las lagartijillas… los
cucarachones! Del tamaño de un mejillón, preferiblemente encontrárselos el
último día para poder vivir en paz la estancia vacacional, ignorantes de su
presencia. Eso y que alguien te diga “Celia, no levantes ese papel, que he matado
una cosa”, es lo más alentador que te pueden decir.
Si antes hablaba de las fotos,
ahora mezclo las fotos con el peligro, y sale como advertencia la siguiente
“Cuidado con el fondo marino”, una piedra mal puesta puede chafarte por
completo la escenificación de “Los vigilantes de la playa” que te estás
marcando para salir del agua con glamour, mientras Vin Diesel te mira desde la
orilla.
No practicar la técnica mexicana de
irse a las camas maqueada para estar listas a las 4 de la mañana, el
despertador se queda dormido… o a lo mejor suena y las que se quedan dormidas
son las bellas durmientes…??
Y tras todos estos consejos y
advertencias, sólo decir que quién volviese al Caribe! A pasear por Playa del
Carmen en bikini y moño del de “aquí no nos conoce nadie”, a tomar Primperán
como una descosida, a cazar lagartijas, a desayunar huevos con bacon y
napolitanas de chocolate mezclado con frutas y una tabla de quesos, a ver cómo
le explican a una guiri lo que es un hidalgo y cómo lo hace,…
Pero todo lo bueno se acaba, y hay
que volver… lo que tienen estos viajes es que a la vuelta te reencuentras con
los compañeros de viaje de la ida, asique ahí van los recién casados firmando
ya los papeles del divorcio, los fiesteros ya llevan menos fiesta y los rayados
ni van, porque han decidido quedarse en el Caribe. Y los del fin de carrera…
pues a eso, a terminar sus carreras. Yo debe ser que me he quedado en el
Caribe!