Hoy es el cumpleaños de mi abuela, único día del año en el
que hago una llamada, de las de verdad de ponerse el teléfono en la oreja, a
España (la mujer año y medio demandando Whatsapp, asique, como se ponga
cabezona, al año que viene ya ni este día).
No obstante, la llamada podría ser grabada año tras año si
decido quedarme aquí mucho tiempo, porque el diálogo se basa en insistir en que
cuelgue porque sale muy caro, en hacerme creer que he muerto cuando dice que mi
habitación todavía huele a mí (yo los 8 años que he estado en Madrid me
duchaba, de verdad), y que ya es muy vieja.
Pero bueno, esto creo que es bastante común en la mayoría de
las abuelas. Y precisamente de eso voy a hablar hoy, de las abuelas por el
mundo. De cómo una abuela es una abuela aquí y en Pekín (en Pekín no sé, pero
en Serbia seguro, que lo tengo comprobado).
En poco más de un año he tenido la oportunidad de tratar con
un abanico muy amplio de edades (demasiado amplio, para mi gusto). Por el
extremo superior, he dado directamente con 3 abuelas, y tras un estudio
exhaustivo, me puedo lanzar a concluir que, al pasar cierta edad, viene un
duendecillo a instalarte un chip de “abuela” y empiezas a comportarte como el
resto de la población de esa edad.
Serbia, Montenegro, España y la India. Aparentemente sin
mucha conexión entre sí. Error, la población de más de 65 años en esos países
cree que:
- Has comido poco
- - Estás muy delgada, pero…
-
- Ojo! No pasarse, que entonces creen que estás
gorda
- - Tienen que explicarte los ingredientes que lleva
el puré de verduras que te estás comiendo (incluso si saben que no os estáis
entendiendo, te lo cuentan, claro que yo me imagino a mi abuela con un chino
que no habla ni papa de español y ese chino, como mínimo, se lleva la frase
“come pan”, y “este purecito se come sin ganas, que tiene 4 patatas, 1 puerro,
5 zanahorias,…”)
Creen muchas cosas más, pero principalmente tienen
preocupaciones culinarias.
Como prueba, hace un año me trajeron a la casa donde
vivía a la abuela que venía desde Serbia, durante un mes, y otro mes con la de
Montenegro. Ni “hello” sabían decir, y no me preguntéis cómo pero teníamos
conversaciones de horas, y bastante profundas. Krompir, jaja, mleko, hleb,
tanque y jedu (patata, huevo, leche, pan, delgada y comer) son algunas de las
palabras que aprendí, ¿casualidad? No lo creo…
No obstante, como para generalizar hay que tener más datos,
he esperado un año para conocer a otra abuela, esta vez de la India. Al menos
inglés habla. Pero la primera vez que me vio, lo primero que preguntó fue: “Qué
tal comes? Te gusta todo?”
Sólo hay que verla cuando se llevan al nieto a Escocia y
hacemos Skype con ellos, llames a la hora que llaves está cebándole. Con
cuchara pequeña, eso sí (esto es una teoría que tiene mi madre sobre todos los
niños que ella ha visto que cuando eran pequeños les daban de comer con cuchara
grande, que dice que ahora están de buen ver).
Aparte de los temás alimenticios, las abuelas se suelen
quejar de que están empezando a perder memoria, pero hay que ver cómo te
organizan la salida antes de abandonar la casa. ¿Llevas llaves? Abrígate.
Cógete un paquete de pañuelos (la mía siempre lo ofrece). Ten cuidado. Etc,
etc.
Todo esto lo dicen de carrerilla y haciendo caso omiso a
cualquier alegación que quieras hacer. Yo creo que esta parte está instalada
por defecto en el chip ese que digo que te instalan, y está en versión beta.
Hablando de temas tecnológicos, las abuelas vienen pegando
fuerte. Términos como Skype, Facebook o Whatsapp vienen completamente
instalados en ese chip, y piden acceso a ello. Dale un móvil a una abuela y
dominará el mundo. Con un ojo guiñado, dispositivo alejado a todo lo que les da
el brazo, y con unos números del tamaño de una casa (configurados por el niet@
de turno), y lían la de Dios.
Luego a ellas les da miedo coger el teléfono cuando les
llaman de números raros. Pero señoras, que si el que las está llamando supiese
a quién está llamando, el que se echaría a temblar sería él.
Y no sabemos si el tema tecnológico tiene algo que ver con
lo que viene a continuación.
Las abuelas son la parte de la población que menos duerme.
Esto es un poco como la estimación de los asistentes a una manifestación, los
datos del Gobierno y Sindicatos distan bastante. Pues los datos de horas de
sueño que las abuelas asegurar dormir, ya descuadran cuando de momento, ya las
has visto pegar cabezadas que, sumadas, dan más horas de las que dicen.
Si, tal como aseguran, de verdad duermen 2 horas, estas
mujeres están desaprovechando un potencial muy grande al que podrían sacar
partido haciendo temporada en Ibiza.
Y es que, como ellas dicen: “quien vale para trasnochar,
vale para madrugar” (a mí me gusta más la versión contraria: “quien vale para
madrugar…”). Pues ellas abarcan todo, eso sí, jusssto a la hora que tu las
pillas, es el poquito rato que están durmiendo. Haces lo que viene siendo un
efecto Orfidal por lo que parece.
Por cierto, también aprendí la palabra “spavaju”, que es
dormir.
Y así muchas más, lo que pasa es que yo aún no he llegado a
los 65, y todavía puedo admitir que duermo mis 8 horas, asique tengo que
retirarme.
Simplemente añadir que, si estos datos os han parecido
escasos, os voy a contar el último. Desde que me mudé a donde vivo ahora, llevo
observando algunas tardes desde el ventanal de la cocina, a una señora (que
claramente pasa los 65), con un carrito de un bebé paseando por mi calle.
Desde la ventana tenía pinta de ser inglesa. Hace unos meses
la vi estando yo en la calle, y desde la lejanía la oí hablar a voces con la
nietecilla, por el volumen y porque no la entendía, descarté que fuese inglesa,
pero no la llegaba a ubicar.
Y finalmente, la semana pasada, tuve la
oportunidad de escucharla un poquito más de cerca. Y entre toda la juerga que
llevaba con la nieta, sobre la cual seguía sin entender, escuché la palabra
“zapato”. Asique caminé hasta su altura y le dije “no quiere ponerse los
zapatos” (así como modo espontáneo de iniciar conversación de esos que me han
enseñado en mis años de dependienta, y de la gracia natural que una tiene,
claro). Resulta que es gallega, lleva aquí mil años, etc etc.
El caso cuando le conté mi vida y qué estaba haciendo aquí,
adivináis que fue lo primero que me preguntó? Que si comía bien…
Con todo esto, felicitar a mi abuela, que seguro que cuando
menos me lo espere me está leyendo el blog (y a lo mejor hasta pone algún
comentario de los que ella hace como “qué fuerte”), y decir al que pone los
chip, que los siga poniendo, que alguien se tiene que preocupar de que la
juventud no pase hambre ni frío.
Y de verdad, abuelas, Ibiza 2014 os espera.