miércoles, 2 de febrero de 2011

Ya no es lo que era...

Añado una entrada nueva para anunciar que hoy es un gran día para mi futuro. No, no he terminado (por fin) la carrera; no me ha salido un trabajo decente (decente para esa gente que afirma muy dignamente: "no he estudiado para ser dependienta"... ni yo, bonita, pero por aquello de ir ganándose la vida); ni me he comprado un piso ni nada de eso. El hecho que me lleva hoy a la escritura es que me han dado la tarjeta de compra de El Corte Inglés!

A partir de hoy, comienza a gestarse un mí una "Señora" en toda regla. Hay muchas señoras, y más ahora que Facebook ha dado rienda suelta a la definición de múltiples tipos de señoras (de hecho, estoy segura que la que voy a narrar a continuación ya está descrita en algún grupo de esos). Decía, hay muchos tipos de señoras, pero la señora que posee la tarjeta de cmpra de El Corte Inglés es un ser superior, o al menos eso se creen ellas. Son seres que se creen con una preferencia especial por llevar 50 años con el trocito de plástico blanco y verde (sería muy recomendable actualizar también su formato, al igual que el de los clientes), y quieren que por ello les trates como si fueran VIP, o usan ese argumento para amenazarte cuando les llevas la contraria en algo: "que yo soy clienta de toda la vida, me vas a decir ahora que los arreglos se cobran?" Sí, señora, aunque usted no lo haga, el mundo evoluciona. Qué categoria da la dichosa tarjeta; yo tengo la de Mango o la Affinity y ya puedo ir al Zara diciendo que tengo la tarjeta, que me van a seguir diciendo: "lo que hay fuera" cuando les pida la talla de algo.

Por otro lado están los maridos de las señoras que poseen la tarjeta de compra de ECI, seres peculiares también. Ellos suelen hacer más hincapié en que son los primeros que tuvieron la tarjeta.Si se juntasen todos los que dicen eso, habría una disputa por saber quién fue realmente el primero, que, por edad, podría ser cualquiera. Podrían haber conocido, incluso, la tarjeta de los mercados de Trajano donde se comerciaba en la Roma Imperial.

Volviendo a los hechos, no sé cómo ha llegado hasta mí la tarjeta. Ni siquiera recuerdo haberla solicitado, pero el caso es que esta mañana aparecía en mi correo una carta de la Financiera de El Corte Inglés que me comunicaba que podría pasar por cualquier centro a recogerla. Curioso el afán de esta gente por empeñarnos hasta las cejas, puesto que te la fabrican en el momento (digo yo, porque si puedes recogerla en cualquier centro no va a ser porque se hayan dedicado a enviar tarjetas con tu nombre a todos). El caso es que, haya llegado como haya llegado, la fabriquen como la fabriquen... es una putada en forma de tarjeta. Mucha gente asegura que viene muy bien para una emergencia, que es gratuita, que te da derecho a promociones... pero lo mires como lo mires, es un compromiso que te creas de por vida (ya que te la dan, cómo rechazar la posibilidad de fardar dentro de unas décadas sobre la posesión de la tarjeta). Como pasa siempre, piensas: "no la voy a usar, pero la tengo ahí por si acaso", mentira! Al final acabas cayendo, pasas por delante de algo que te gusta, te quedas mirándolo con ojitos de caramelo chupao y dices: "bueno, lo pago con la del Corte, que total, me lo pasan dentro de dos meses", pensando que esos dos meses nunca pasarán. Y pasan, y te vas convirtiendo cada vez más es una de esas señoras de las que antes hablaba.

Un aspecto que, sin venir mucho a cuento, me trae a la memoria la tarjeta, es mi infancia. Cuando desayunando a las 8 de la mañana colaban, entre Los Frutis y David el Gnomo, algún anuncio de La Tienda en Casa. Te vendían cosas absurdas (eso no ha cambiado, lo último que recuerdo haber visto anunciado es un audífono que, aunque dicen que nadie notará que lo llevas, parece que te vas con el inalámbrico a todas partes), y al finalizar decían: "puede efectuar el pago contrarrembolso, con tarjeta, o con la tarjeta de Compra de El Corte Inglés". Vamos, que interpreto La Tienda en Casa era otra sucursal del imperio que se está montando Isidoro Álvarez.

En fin, no sé si acabaré usándola, rompiéndola o atormentando dentro de unos años a jóvenes estudiantes de periodismo que estén ahogando sus penas en el arte de la venta. El caso es que, desde hoy, poseo el mismo "arma" del que presumen las Señoras, señoras que dirían: "ya le dan la tarjeta a cualquiera"...
Sí, señoras, y es que "El Corte Inglés ya no es lo que era".

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